Balanceé mi mano delante del rostro de Bianca. Estaba mirando a mi hermana pequeña, Riley, quién se encontraba delante de ella. Bianca tenía la boca abierta y no estaba pestañeando, algo que comenzó a preocuparme. Acababa de contarle todo el drama de Riley y mi madre, y se había quedado algo así como impactada. Sí, pues imagínate yo...
Resoplé y, al ver que llevaba más de un minuto sin realizar ningún movimiento, estampé la palma de mi mano en su mejilla suavemente. Nada. Ni un pestañeo. No me quedó más remedio que estampar la palma de mi mano contra su mejilla con algo más de fuerza.
—¡Auch!
Vale, igual me había pasado.
No pude contener una carcajada cuando escuché el quejido de mi amiga. Riley había hecho viajar su mirada de Bianca a mí y de mí a Bianca una vez más, al ver cómo le había pegado. Tenía una mueca de dolor dibujada en la boca, aunque no hubiera sido ella la que había recibido el golpe.
—Eso debe de haberle dolido —comentó, arrugando la nariz.
—Ya lo creo que sí —afirmé.
—Eh, que estoy aquí.
Nos giramos en dirección a mi amiga, quién estaba con el ceño fruncido, y con un pie golpeando el suelo del instituto, molesta. No pude evitar sonreír con su imagen. Bianca no solía enfadarse, así que, si lo hacía, era muy graciosa observarla. Era como una niña pequeña haciendo una pataleta, con las mejillas hinchadas y los brazos cruzados.
—Oh, venga, B, no te enfades —supliqué, sonriendo a mi amiga. Esta puso los ojos en blanco, pero también sonrió. No podía estar enfadada conmigo y lo sabía. Bianca no podía aguantar enfadada con nadie más de dos minutos o explotaría. Ella tenía que caerle bien a todo el mundo, siempre. Me giré hacia Riley para instruirla—. Nosotras nos vamos a clase, Riley. Tú debes ir...—Consulté su horario por encima de su hombro—. Al gimnasio. Pásatelo bien, haz amigos, ya sabes.
Ella bufó y frunció el ceño. Lucía como un pequeño y adorable demonio de trece años.
—Lo dices cómo si fuera divertido ir a clase —protestó.
—Es lo que hay, lo siento. —Me encogí de hombros mientras ella gruñía. Oh, sí, decididamente, es una Hudson—. Adiós, Riley —la despedí, agitando mi mano en el aire.
Ella giró sobres sus talones y se alejó andando en dirección al gimnasio, no sin antes sacarnos la lengua. Bianca agarró mi brazo y lo entrelazó con el suyo. Empezó a andar conmigo al lado, haciéndome toda clase de preguntas sobre Riley. Ayer por la noche, mientras Hunter estaba acariciando mi cabello e inventándose razones por las que mi padre podía habernos ocultado lo de mi madre, solo para animarme, papá entró en mi cuarto. Estuvo hablando un rato conmigo, y a pesar de que yo estaba enfadada con él, le escuché. Me hizo entrar en razón. Me contó cómo mi madre y él concibieron a Riley; yo tenía unos tres años, papá nos dejó a Logan y a mí a cargo de nuestros tíos Edward y Rachel. Cogió un avión a Los Ángeles para visitar a mi madre, pues por lo visto, lo hacía a menudo. El amor volvió a surgir entre ellos —o me expliques como, si ella es un ser despreciable— y mi madre se quedó embarazada de nuevo, de Riley. Me dijo que no quería que se enfadara con él. Había mantenido a Riley en secreto porque creía que era mejor para todos. Mi madre seguía sin querer hacerse cargo de Logan y de mí, así que se quedó con Riley. Ahora la había traído a Hailford porque creía que mi hermana se merecía conocer a sus hermanos mayores.
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Viviendo con los Evans © [Evans 1]
Teen FictionLA NOVELA ESTÁ EN PERIODO DE EDICIÓN. Cuando tu padre te dice que vas a tener que mudarte con la familia de su prometida, sabes que tu verano no puede empeorar. Porque, ¿qué podía ser peor que pasar un verano con dos irresistibles (y terriblemente...