-Venga, Bianca. Sal ya del maldito probador.
Resoplé aburrida, apoyando la barbilla sobre mi mano. Mi amiga llevaba como cinco minutos dentro del probador, mirando qué tal le quedaba un vestido. ¡Por Dios! Solo era un vestido. Pero para Bianca no era solo eso. Se esforzaba demasiado en estar guapa, ¿y todo para qué? Para Evan. Se esforzaba por él, porque quería que siempre que él estuviera con ella, estuviera guapa.
Sin embargo, aquí estaba yo; sentada en un banco, enfrente de un probador cerrado, vestida con una sudadera demasiado grande para mí con el nombre y el número de mi jugador de fútbol americano preferido y unos pantalones cortos de los que tiraba cada cinco segundos, tratando que trataran la mayor piel posible.
Me enderecé, esbozando una pequeña sonrisa, cuando vi como la cortina del probador se corría, dejando paso a una despampanante Bianca. Gemí con lástima al ver lo bien que le quedaba el vestido. ¿Por qué, Dios, por qué? ¿Por qué no me podías dar un cuerpo como el de Bianca? No, claro, me tenías que dar dos tablas. Una por delante, y otra por detrás. Muy considerado, gracias.
-¿Cómo me queda? -preguntó ella, dando una vuelta sobre si misma con el ceño fruncido. Yo rodé los ojos. ¿Era en serio? Le quedaba genial y ella lo sabía perfectamente-. No estoy muy segura del largo.
-¿Del largo? -alcé mis cejas, incrédula-. ¡Venga ya! Sabes que te queda perfecto. ¿Podemos irnos ya, por favor?
Hice un puchero y mi amiga dejó escapar un suspiro para darse la vuelta y cerrar la cortina en mis narices. Sonreí, porque sabía que eso era un sí. Bianca no podía resistirse a mis pucheros.
-No nos iremos sin que te compres algo -exclamó, a la vez que el vestido que segundos antes llevaba puesto volaba fuera del probador. Por suerte, llegué a alcanzarlo antes de que tocara el suelo-. Venga, Dyl. Estoy segura de que no tienes ropa decente para una cita.
Puse los ojos en blanco. Vale, era cierto, no tenía ropa decente para una cita. Pero, de todos modos, no era literalmente. Era una cita en grupo, que fácilmente se podía considerar una quedada de amigos. Y no necesitaba arreglarme para una quedada de amigos. Esa era mi conclusión.
Además, aún no había decidido si pedirle a Connor o a Hunter que fuese conmigo, y la cita era al día siguiente.
-Vale, tienes razón. Pero no pienso comprarme un vestido de doscientos euros para ponérmelo solo una vez, no tiene sentido.
Bianca abrió la cortina del probador, ya con la ropa que llevaba antes. Con diferencia de mí, ella resplandecía de belleza con sus pantalones cortos y su blusa de tirantes. Me miró con diversión mientras se ajustaba la coleta en la que tenía recogido su largo pelo oscuro.
-No me refiero a que te compres un vestido de fiesta, solo algo más... formal.
-¿Formal? -pregunté, alzando mis cejas con miedo-. ¿Qué es para ti formal?
Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa que me dio muy, pero muy mala espina. Sus ojos azules se desviaron de los míos para mirar algo que estaba detrás de mí.
-Algo como eso.
Me giré lentamente, sabiendo perfectamente que después me iba a arrepentir. Cuando mis ojos se clavaron con terror lo que mi amiga estaba señalando, mi boca se abrió tanto que creí que mi mandíbula llegaría a tocar el suelo.
-No, de ninguna manera voy a comprarme eso.
Eso, más concretamente, se refería a un vestido suelo y vaporoso, de color verde menta, que posiblemente me llegara a poco menos por debajo del trasero. Oh, no. Ese vestido sí que tenía un problema con el largo, y no el de Bianca.
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Viviendo con los Evans © [Evans 1]
Novela JuvenilLA NOVELA ESTÁ EN PERIODO DE EDICIÓN. Cuando tu padre te dice que vas a tener que mudarte con la familia de su prometida, sabes que tu verano no puede empeorar. Porque, ¿qué podía ser peor que pasar un verano con dos irresistibles (y terriblemente...