El ambiente parecía lleno de olor a quemado y una intensa calidez envolvía el lugar. Salamandra abrió los ojos, esperando encontrarse con sus amistades, entre una multitud de caras que la conocían. Sin embargo, en lugar de eso, una voz aguda proveniente de la primera fila cortó el aire:
-¡Bruja!
Salamandra dirigió la mirada hacia el niño que había gritado y, en ese momento, se percató de la cruel realidad. Estaba atada a un poste alto, sobre una pira encendida. La estaban ejecutando por brujería.
Un grito escapó de sus labios, de terror:
-¡Fenris! ¡Jonas!
Nadie respondió a su llamada. Las llamas comenzaban a prender su vestido y a acercarse a su piel. Salamandra sintió un dolor agudo y el grito volvió a llenar el aire. Sin embargo, en medio de su agonía, distinguió una figura que avanzaba entre la multitud, vestida con una túnica dorada. Se abría paso hacia ella.
La figura alzó la mano en un gesto tranquilizador y habló:
-Salamandra, despierta. Es solo una pesadilla.
Salamandra se despertó sobresaltada de la pesadilla que la había atormentado. A pesar de los años, aún era perseguida por los horrores de ser quemada viva en sus sueños. Su cuerpo temblaba y estaba empapada en sudor. Sintió un brazo cálido rodeando sus hombros, buscando calmarla. Se giró para mirar al hombre que la había rescatado de su pesadilla, encontrando en sus ojos la tranquilidad que tanto necesitaba. Compartieron una mirada que disipó el rencor entre ellos.
En un susurro, Salamandra rompió el silencio:
-Lo siento, no quería decir que no fueras valiente... solo que...
La interrumpió con dulzura:
-Entiendo tus preocupaciones por Fenris. No debería haber dicho lo que dije.
Ambos se miraron con una sonrisa que reflejaba el cariño que sentían. El Archimago acarició su cabello con ternura y continuó hablando con suavidad:
-Tal vez tengas razón y sea hora de tomar medidas al respecto...
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En la mañana, los jóvenes aprendices se lanzaron a su aventura en busca de Fenris. Llevaban mochilas cargadas con alimentos, utensilios y equipo de acampada mágica.
Lis, lista para comenzar, tomó la mano de sus amigos formando un círculo. Con determinación, conjuró un hechizo de teletransportación para llevarlos cerca del lugar que recordaba haber visto a Fenris con sus padres. Se esforzó por evocar aquel recuerdo que databa de varios años atrás, cuando tenía apenas 12 años. Deseaba con todas sus fuerzas que el conjuro los llevara al lugar correcto y no cometiera un error.
Después de unos momentos, los magos se materializaron en su nuevo entorno. Lis abrió los ojos con cansancio, sintiendo el agotamiento del esfuerzo mágico que había empleado. Sus amigos observaron a su alrededor, asombrados por la belleza del bosque que los rodeaba. Las flores se desparramaban en una sinfonía de colores y el verdor frondoso del bosque parecía tener un encanto especial, como si estuvieran en un lugar mágico.
Los jóvenes se internaron en el bosque, buscando cualquier pista que pudiera llevarlos al paradero de los elfos-lobos, especialmente de Fenris. Aunque el entorno parecía mágico y asombroso, pronto Marcos llamó la atención del grupo al descubrir algo inquietante en el suelo: una huella de animal manchada con sangre. La vista de la huella generó una sensación de tensión y ansiedad en el joven aprendiz.
-¡Chicos, mirad! , exclamó Marcos, haciendo que los demás se volvieran hacia donde él señalaba. Lo que encontraron no fue algo que los tranquilizara; en lugar de eso, aumentó sus inquietudes y temores.
-Definitivamente parece que hay un peligro rondando , comentó Raul, rompiendo el silencio con una observación que reflejaba la preocupación de todos.
-Por eso debemos seguir investigando y encontrar a Fenris , afirmó Lis con determinación, tratando de mantener a raya sus propios miedos e incertidumbres. Aunque no sabía que sus padres estaban más ocupados y distantes de lo que pensaba, aún cargaba consigo la preocupación de que podrían notar algo anormal en sus constantes vitales. Sin embargo, se esforzaba por mantenerse enfocada en la búsqueda y en proteger a su amigo.
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-Es realmente preocupante, querido amigo , confesó un señor calvo vestido con una túnica roja, su rostro mostraba seriedad y preocupación.
-Hay que ir a buscarlos , añadió la pelirroja, su voz llena de nerviosismo.
-Tal vez Salamandra tenga razón. El hecho de que Nawin no haya intervenido en todo esto también es preocupante , expresó el mago Consagrado, reflexionando sobre la ausencia de un pronunciamiento por parte de Nawin.
-Además, el haber masacrado a esos elfos-lobos... incluso para algunos de nosotros sería difícil lidiar con criaturas así , agregó Salamandra, su preocupación reflejada en cada palabra.
-Pero hay algo más en la gravedad de este asunto. La aldea de Fenris no es tan accesible, no es conocida por muchas personas , continuó el dueño del lago de la laguna, planteando una perspectiva más profunda.
-¿Estás insinuando que uno de los suyos lo traicionó? , cuestionó el archimago, captando la implicación detrás de las palabras del dueño del lago.
-O alguien que los conocía muy bien , concluyó el mago, señalando una posibilidad preocupante.
Un silencio pensativo se apoderó de la reunión de magos mientras todos reflexionaban sobre la gravedad del problema. Fue entonces cuando Iris habló, su tono de voz reflejaba una profunda preocupación.
-Tal vez nosotros no podamos ver dónde se encuentran, ya que han ocultado su imagen en el oráculo. Pero tal vez haya otras personas que sí puedan..., dijo Iris en voz baja, compartiendo una idea que había estado considerando en su mente. Su mirada revelaba su preocupación y, en su corazón, anhelaba volver a ver a alguien muy especial para ella: Saevin.
Los magos se miraron entre sí, meditando las palabras de la dueña del lago de la laguna. Había sugerido una posible solución, aunque sabían que eso implicaría abrir un puente entre los vivos y los muertos, un paso peligroso y lleno de incertidumbre.
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Los jóvenes aprendices continuaron su marcha por el bosque, rastreando las huellas de sangre que marcaban el camino. Mientras avanzaban, Julia tropezó con algo en el suelo y se detuvo para recogerlo. Descubrió una tela oscura rasgada y empapada en sangre, y a lo lejos se divisaba un sendero que parecía estar marcado por los vestigios del ataque. Un escalofrío recorrió a la joven, y de inmediato llamó a sus amigos para que se acercaran.
Siguiendo el sendero, los chicos se adentraron cada vez más en la escena macabra, encontrando más rastros de sangre a su paso. Finalmente, llegaron al espeluznante hallazgo: el cuerpo de un elfo yacía allí. Lo más impactante era que el elfo no mostraba ninguna señal de lesiones; estaba desnudo y sin rastro de sangre o heridas. Aunque su aspecto delgado podía sugerir fragilidad, parecía estar dormido. Lis desvió la mirada de la escena, tratando de mantener la calma ante la perturbadora imagen, pero sus amigos no pudieron evitar sentirse sorprendidos y consternados.
-Es extraño... no parece herido, más bien como si estuviera dormido , confesó Julia con incomodidad.
-¿Quién podría hacerle algo así?", exclamó Marcos con enojo. En ese momento, notó cómo Lis giraba la cabeza, intentando mantener la calma. Se acercó a ella y la abrazó desde atrás, tratando de transmitirle su apoyo y tranquilidad. Un gesto de amistad que pronto fue acompañado por Raul y Julia, quienes también se sumaron al abrazo solidario.
El corazón de Lis encontró consuelo en el cálido abrazo de sus amigos. Aunque el gesto no disipaba por completo sus preocupaciones, le recordaba que no estaba sola en esta situación. Aunque no lograba comprender quién podría haber infligido tal sufrimiento a los elfos, su temor más profundo seguía siendo el de encontrar a su amigo Fenris en una situación similar.
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Crónicas de la Torre: Lis
RandomTras la trágica pérdida de Dana, el mundo de los vivos continuó su curso aparentemente normal. Sin embargo, un súbito y violento ataque dirigido hacia los elfos-lobos, seguido de la misteriosa desaparición de la reina Nawin, envolvió a todos en un e...