Encuentros mágicos

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Conrado se dirigió hacia una de las estanterías bajas, retiró tres libros y sacó una pequeña bola de cristal del fondo. Pronunció unas palabras y, con un gesto cuidadoso froto con el mango de su túnica , hizo que la bola comenzara a reflejar una imagen: la estantería de Conrado que se encontraba antes de llegar a su guarida secreta. Esto le permitía vigilar sus libros y, más importante aún, mantener un ojo en Morderek.

Salamandra y Jonás miraron asombrados a su amigo mientras explicaba el funcionamiento de su guarida. Nunca habían imaginado la profundidad de su ingenio y su capacidad para proteger lo que valoraba.

-¿Por qué nunca nos hablaste de esto?, preguntó Jonás, intrigado.

-Porque esta es mi guarida, respondió Conrado con sabiduría. -La palabra "guarida'" proviene del germánico 'wardon', que significa 'vigilar', 'esconder' y 'proteger'. Así que decidí mantenerla en secreto por eso. Además, ¿quién iba a imaginar que tendría algo así aquí?

Jonás sonrió con cariño a su amigo, admirando su astucia y dedicación a proteger lo que era importante para él.

Salamandra había desconectado de Conrado en la segunda palabra y parecía más concentrada en Fenris, quien había vuelto a ponerse de cuclillas, sollozando palabras sin sentido y buscando nuevamente tirarse al suelo brillante. Con frustración, Salamandra intentaba que el elfo se levantara y la mirara, tratando de devolverlo a la realidad, pero acabó desistiendo, su paciencia estaba llegando a su límite.

-¡Y otra vez en el suelo!, resopló Salamandra, exasperada, mientras Conrado intentaba sujetar al elfo para evitar que cayera nuevamente. Jonás, con mirada compasiva, se acercó cuidadosamente al elfo, sujetándolo con sus manos, pero no pudo evitar sentir dolor al verlo en ese estado.

Salamandra, buscando sacudir la capa de Fenris, exclamó:

-¡Tienes hasta chocolate en la capa!.

Jonás hizo un gesto con los dedos y, mediante un hechizo, vistió a Fenris con ropa nueva y una capa limpia. Salamandra se sorprendió inicialmente al recordar la habilidad de su esposo, pero luego frunció el ceño con molestia al darse cuenta de que había ensuciado sus manos al limpiar la capa del elfo sin necesidad. Mientras tanto, Conrado observaba la escena con una pequeña risa

Posteriormente Jonás, divertido, creó una pequeña bola de agua y la dejó caer sobre la mano de Salamandra para limpiar los rastros de chocolate de la capa de Fenris. Sin embargo, en lugar de agradecer, Salamandra se sobresaltó y lanzó a su esposo una mirada reprobatoria.

-¿De todos los hechizos que conoces, no había uno que no implicara lanzarme una bola de agua? , protestó Salamandra, frustrada.

-Si, ¡Pero este era más divertido! , respondió Jonás con una sonrisa pícara.

-Te odio, resopló Salamandra, frustrada, mientras Conrado se echaba atrás para darles espacio, observando con diversión.

-Me amas afirmo Jonás con una sonrisa burlona

Las mejillas de Salamandra se encendieron entre una mezcla de enfado, vergüenza y confusión. Pese ello, con determinación, se acercó aún más a él, desafiante.

-Te crees que lo sabes todo y que eres un poderoso Archimago, pero no lo tienes todo, le contestó Salamandra con confianza, aunque esta se desvaneció al escuchar la respuesta inesperada de Jonás.

-Tienes razón, no soy el mejor archimago ni lo tengo todo, declaró Jonás con suavidad mientras la tomaba sutilmente de la cintura para acercarla a él, -Pero a ti sí.

Salamandra, con sus mejillas ardiendo, lo miró durante varios segundos antes de empujarlo bruscamente.

-Creído, protestó, alejándose.

-He aprendido de la mejor, dijo Jonás, mirándola con una sonrisa llena de humor.

Salamandra no pudo evitar soltar una pequeña risa, pero la risa más grande fue la de su amigo Conrado, quien observaba la escena con humor mientras ayudaba a Fenris en la sala.

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Fuera de la Torre, la presencia de Dana irradiaba una especie de aura reconfortante y poderosa a la vez. La joven Lis la observaba con una mezcla de admiración y reverencia, recordando las historias que sus padres le habían contado sobre aquella impresionante mujer. Hablaban de su humildad, de su hallazgo y, sobre todo, de su inmenso poder. Dana tomó las manos de la pequeña con ternura, y desde su mirada parecía emanar un poder mágico que revitalizaba el espíritu de la joven. Cuando Lis finalmente se levantó y pudo observarla con detenimiento, quedó maravillada por la presencia de la hechicera que estaba a su lado.

-Eres físicamente como tu madre, indicó Dana con una sonrisa cálida, -pero esa mirada tranquila no puede ser más que otra que la de mi Jonás. Tu carácter debe ser...

-Como el de mi padre, aseguró Lis con una sonrisa llena de energía.

Dana rió sinceramente ante la respuesta espontánea y enérgica de la joven. Aunque no quería contradecirla, era evidente que esa respuesta impulsiva y llena de energía era mucho más característica de Salamandra. Luego, Dana la observó más seriamente, evaluando su potencial mágico, y finalmente sonrió.

-Tienes un gran potencial, dijo, su voz cargada de emoción, tu poder es tan puro...

Iris interrumpió el momento, indicando que necesitaba ayuda. Aunque la señora de la torre estaba conmovida por la joven, sabía que estaban rodeadas por varios magos oscuros. Iris luchaba contra ellos con el viento, mientras que Kai lanzaba potentes llamaradas de fuego. Dana soltó entonces a la hija de sus alumnos con una humilde sonrisa y se disculpó antes de unir sus ataques a los de Iris, sin pensarlo demasiado.

Lis también buscó unirse a ellas, a pesar de ser solo una aprendiza de segundo grado y no tener el mismo nivel de poder. Aún así, esperaba poder hacer algo para ayudar.

A medida que los magos oscuros retrocedían ante las poderosas ráfagas de magia de las tres mujeres, parecía que estaban empezando a considerar un plan B. El tiempo se les acababa.

-Dana, creo que es hora de usar el plan, sugirió Iris, mirando con determinación a la hechicera.

Dana asintió, lista para enfrentarse a los magos oscuros y encontrar una solución al problema que tenían entre manos.

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Los aprendices y Nawin avanzaban con determinación hacia la cocina, siguiendo las indicaciones de Julia sobre el pequeño suelo falso que les permitiría acceder al almacén secreto de las mejores comidas, aparentemente oculto a simple vista. Julia les había contado sobre cómo había observado a Tina, la cocinera, acceder a este lugar en ocasiones anteriores, y todos esperaban con ansias esconderse allí.

Sin embargo, el destino parecía estar en su contra. Antes de que pudieran llegar al lugar deseado, se encontraron cara a cara con la última persona que esperaban encontrar: Morderek.

En ese momento, el pánico se apoderó de ellos. Intentaron correr y retroceder, pero la presencia del mago oscuro lo impedía. Cada paso que daban, él reaparecía, y mientras los magos sudaban de nerviosismo, su enemigo parecía completamente tranquilo.

Finalmente, los aprendices y Nawin se encontraron acorralados. En ese preciso instante, Morderek lanzó un poderoso hechizo que los envolvió en una oscuridad abrumadora, acompañada de un viento furioso que los derribó al suelo, presos del pánico. Aunque Nawin intentó protegerlos con un hechizo, pronto se dio cuenta de que sus esfuerzos eran en vano. Una vez más, todos estaban a merced de Morderek, cuya presencia oscura se cernía sobre ellos con una ominosa certeza.

Crónicas de la Torre: LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora