Epílogo

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Queridos lectores, aquí les dejo mi despedida final con este pequeño fanfic de Crónicas de la Torre. Espero haber logrado transmitirles tanto como yo he disfrutado al escribirlo.

Sin más preámbulo, el Epílogo:

Una joven de cabello rojo como el mismísimo fuego, con rizos que caían hasta su cintura, avanzaba con paso firme. Su melena irradiaba valentía, aventura y rebeldía, mientras sus ojos castaños, tranquilos y reflexivos, destellaban de alegría al recorrer el camino de regreso. Su túnica roja, acompañada por una capa oscura, se movía con elegancia entre los árboles del bosque que llamaban el Valle de los Lobos. Avanzaba con determinación, hasta que finalmente se detuvo frente a la imponente puerta grisácea que marcaba la entrada a la Torre. Levantó la mirada hacia el sol, que iluminaba con fuerza aquel lugar, que en otro tiempo había sido su hogar. Con una voz firme, pronunció unas palabras en arcano, y la puerta comenzó a abrirse lentamente, permitiéndole entrar con alegría en los pasillos que conocía tan bien.

La Torre estaba más tranquila de lo habitual. La joven caminó por los pasillos, observando las puertas de madera que señalaban las habitaciones de los aprendices, buscando una en particular. Sin dudarlo, se detuvo frente a una de ellas. Sin tocar, giró el pomo y entró, cerrando la puerta tras de sí.

Dentro de la habitación, un joven de cabello castaño, vestido con una túnica similar a la de ella, estaba sentado en la cama, absorto en un libro que parecía imposible de soltar. Al notar la presencia de la muchacha, levantó la vista y sonrió.

—¡Lis, has vuelto! —dijo Marcos, con un tono alegre.

Lis recibió la bienvenida con una sonrisa cálida y, de manera impulsiva, se acercó a él. Con un gesto decidido, se sentó sobre sus piernas, quedando frente a frente. El muchacho, algo intimidado, bajó el libro y la miró a los ojos. Ella sonrió y, rodeando su cuello con los brazos, inclinó levemente su rostro en un gesto de rebeldía y acercó sus labios a los de Marcos, rozándolos con intensidad y dejando que la emoción del momento los envolviera. El muchacho, inicialmente sorprendido, pronto respondió al contacto con la misma entrega. Al separarse, él dejó escapar un suspiro al aire, provocando una suave risa en Lis antes de que volviera a unir sus labios con los de él, esta vez con una urgencia renovada. Sin embargo, la secuencia de caricias quedó abruptamente interrumpida por los golpes en la puerta...

—Marcos, voy a entrar. Necesito hablar contigo un momento —anunció la persona detrás de la puerta, girando lentamente el pomo para abrirla.

Ambos jóvenes se miraron alarmados. Lis, sintiendo una mezcla de sorpresa y vergüenza, se deslizó con cuidado de las piernas de Marcos. Al levantarse, sus dedos rozaron accidentalmente el borde del libro que él había estado leyendo, provocando que se deslizara de la cama y cayera al suelo con un suave golpe.

—Papá... puedo explicarlo —se apresuró a decir Lis, al darse cuenta de lo incómoda que era la situación.

Jonás, el recién llegado, sonrió a su hija y levantó la mano, restándole importancia a lo sucedido.

—¡Lis, cariño! No sabía que ya habías llegado —exclamó con alegría al ver a su hija de regreso. Lis, con una sonrisa de agradecimiento, se acercó a su padre y lo abrazó con energía. Jonás respondió con un abrazo cálido, acariciando suavemente su cabello.

Mientras se abrazaban, Jonás fijó su mirada en el libro caído, intentando ver qué más allá de el. Marcos, notando la atención de Jonás, se apresuró a recoger el libro y colocarlo sobre la mesa, con las mejillas sutilmente sonrojadas.

Después de unos momentos en ese cálido abrazo, Lis se separó de su padre y miró a Marcos, quien observaba la escena algo incómodo. Lis, con empatía, se dirigió a Jonás.

Crónicas de la Torre: LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora