Una pequeña Confesión

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Lis estaba sentada en su cama, sumida en reflexiones sobre el día que le aguardaba. Mañana se avecinaban muchas incertidumbres: la reacción de Conrado, la desaparición de Fenris y, sobre todo, cuál sería el siguiente paso que debía tomar.

Aunque sabía que contaba con el apoyo de sus amigos, la ansiedad no la dejaba en paz. En medio de esa noche de pensamientos inquietantes, escuchó el suave crujir de la puerta al abrirse. Asomándose con cuidado, Marcos preguntó si podía entrar antes de sentarse a su lado en la cama, mirándola con preocupación y hablando en un tono suave para no alterarla.-

¿Cómo estás llevándolo? - le preguntó, mirándola con aprensión.

-No puedo dejar de darle vueltas, estoy nerviosa - dijo Lis mientras movía nerviosamente las manos y las apretaba.

En ese instante, Marcos tomó las manos de Lis para evitar que se lastimara, apretándolas con suavidad para transmitirle su apoyo. La sonrisa de Lis surgió ante el gesto reconfortante de su amigo.

-Gracias... Gracias por todo, por venir a rescatarme. Y lamento que hayas tenido que romper las normas y meterte en un problema por mi culpa - expresó Lis agradeciéndole sinceramente a Marcos.

-Si tuviera que volver a saltarme las normas por ti miles de veces más, no dudaría en hacerlo, Lis. Jamás permitiría que te pasara algo malo - le aseguró Marcos con suavidad.

En ese momento, Lis lo miró durante varios segundos. Julia tenía razón: Marcos sentía algo más por ella y haría todo lo posible para que estuviera sana y a salvo, incluso si eso implicaba desafiar las normas de la Torre. Aunque no había expresado sus sentimientos claramente, sus palabras, gestos y acciones dejaban en claro lo que sentía por ella. Amor, incluso si eso significaba anteponer sus propias necesidades a las de Lis.

Lis se sintió confundida en ese momento. No sabía qué responder y, además, parecía que sus sentimientos hacia él no iban más allá de la amistad, ya que anteriormente le había confesado a Julia que estaba enamorada de Raúl.

Sin embargo, un sentimiento la inundó en ese momento: la paz. Por un instante, Marcos le transmitió una paz que hizo que todos los miedos e incertidumbres de Lis desaparecieran.

-No quiero alterarte más, Lis. Estoy seguro de que mañana todo irá bien. Si no es así, estaré aquí. - dijo Marcos soltando su mano y tirando suavemente de uno de sus rizos de manera juguetona.

Marcos abandonó la habitación, y Lis se quedó tocando el rizo que él había cogido, pensativa. Escuchó los pasos de Marcos alejándose y, finalmente, apagó la luz y cerró los ojos.



Crónicas de la Torre: LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora