Mucha suerte y a CORRER

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El poder de Morderek parecía infinito, sus hechizos del mal eran una rareza en el mundo mágico. La sola idea de enfrentarse a él provocaba escalofríos en la columna vertebral de los magos más valientes, quienes comprendían que en cualquier momento podrían convertirse en víctimas de su insaciable sed de poder.

Ante la imponente presencia de Morderek, incluso los magos más intrépidos consideraban la opción de huir. Sabían que enfrentarse a semejante fuerza era arriesgarlo todo, y que la valentía no siempre garantizaba la supervivencia.

La tensión en el aire de la Torre era palpable cuando Conrado murmuró, sorprendido:

-Pero... no debería... no puede... ¿cómo va a poder lanzar de nuevo un ataque así?

-¿Cómo es posible?, preguntó Marcos, uno de los estudiantes, desconcertado por lo que acababan de presenciar.

-No lo sé, PERO CORRER , instó Kai, su voz urgente y llena de determinación.

-DANA, deberíamos irnos, dijo Kai, esta vez con mayor énfasis.

-¡¿QUÉ NO?!, exclamó Salamandra, su voz resonando con un toque de desesperación.

-Imagínate si le roba el poder a Salamandra... ¿qué sería de nosotros?, intervino Kai, intentando hacer entender la gravedad de la situación.

-¡QUE NO! , insistió Salamandra, negándose a ceder ante la idea de Kai.

-Tienes razón, Kai. Volveremos cuando las cosas hayan mejorado, afirmó Dana, evaluando cuidadosamente las palabras de su compañero.

-¡AHORA, SIN PENSARLO MUCHO MÁS, MUCHA SUERTE Y CORRER!, exclamó Kai, desapareciendo de la vista de Salamandra

En ese instante, un terror insondable se apoderó de todos los magos, quienes corrieron frenéticamente en busca de una salida. Jonás, en un gesto de valentía desesperada, se mantuvo atrás para asegurarse de que ninguno de sus compañeros fuera capturado por Morderek. Sin embargo, las palabras jadeantes de Nawin lo sacudieron hasta lo más profundo de su ser.

-Jonás, será mejor que te adelantes... Si Morderek obtiene tu poder..., advirtió Nawin, su voz temblorosa resonando en la desesperación del momento.

Jonás reflexionó sobre las palabras de Nawin, consciente de que su propia resistencia tenía límites, a diferencia del aparentemente interminable poder de Morderek. Aunque el abandono no estaba en su naturaleza, la perspectiva de proteger a sus amigos y salvarse a sí mismo pesaba en su mente atormentada. Sin embargo, las palabras de su esposa lo sacaron de su dilema interno.

-DEJA DE PENSAR EN LOS DEMÁS Y POR UNA VEZ PIENSA EN TI, le instó Salamandra con urgencia, sacudiendo su conciencia y desafiando su naturaleza altruista.

Con el corazón oprimido por la responsabilidad y el miedo, Jonás se lanzó hacia adelante, dejando atrás a sus compañeros en un destello de determinación. Pero su avance se detuvo abruptamente cuando se encontró con un sello mágico que bloqueaba la salida de la torre. El sudor frío inundó su frente mientras comprendía la implacable realidad: estaban atrapados. Mientras tanto, Morderek, con su malévola astucia, los acechaba en la oscuridad de la torre, y Jonás sabía que había pocas salidas.

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El plan se desplegaba con precisión en el valle de los lobos, donde las cuatro valientes figuras se adentraron en el caos de la gran batalla que se libraba en torno a la alta Torre y su profundo valle. Dana y Iris, montadas sobre el imponente lomo de Kai, se prepararon para elevarse en el aire y enfrentar la amenaza desde las alturas.

Desde su posición elevada, observaron a los cinco magos oscuros que rodeaban a la hija de sus amigos, y sin dudarlo, dieron la señal planeada. Con un rugido poderoso, Kai lanzó una llamarada ardiente sobre los enemigos, buscando sembrar el terror en sus corazones. Aunque algunos de los magos se sobresaltaron ante el repentino ataque, continuaron concentrados en su tarea oscura.

Una vez más, el dragón dorado desató su furia en forma de fuego, obligando a los magos oscuros a desviar su atención hacia la fuente de aquel calor abrasador. Aprovechando el momento de distracción, Dana y Iris se lanzaron a la épica batalla, decididas a rescatar a la hija de sus amigos.

Mientras las llamas de Kai se extendían y ahuyentaban a los magos oscuros, Dana y Iris se enfrentaban a la lucha con valentía, empeñadas en liberar a la joven cautiva y poner fin a la oscuridad que amenazaba con consumir el valle.

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Jonás finalmente alzó la voz para alertar a sus compañeros de que no podían avanzar más. Deberían retroceder y buscar refugio en la Torre. En ese momento, la oscuridad de Morderek comenzó a elevarse ominosamente. Jonás, entonces, impulsó su magia y la de sus amigos con un hechizo, y por primera vez subieron con rapidez por las escaleras que ascendían hasta la cúspide de la Torre, unas escaleras que casi nadie se atrevía a subir debido a su misterio y profundidad. Con la velocidad del hechizo y la urgencia que los embargaba, corrieron hacia arriba, conscientes de que Morderek estaba preparado para atacar y se acercaba con agilidad, potenciado por el poder de la elfa.

Conrado, con su característica delgadez y la pesada carga de los años, tomó la mano de Jonás y Salamandra mientras el elfo levitaba a su lado, consumido por la locura.

-Tengo una idea, ¡pero Morderek no puede vernos! ¡Venir conmigo, rápido!, exclamó Conrado, dirigiéndose especialmente a Jonás y Salamandra. Volviéndose hacia Nawin, que se encontraba un poco más atrás, agregó: ¿Puedes ocuparte de los aprendices por tu cuenta?.

-Sí, no tengo otra opción, respondió Nawin con evidente exasperación.

Conrado se volvió entonces hacia los aprendices y Nawin con preocupación, sintiendo la responsabilidad pesar sobre sus hombros. Aunque Morderek no parecía interesado en los aprendices, Conrado sabía que debía protegerlos. A pesar de la tentación de dejarlos atrás, su corazón sensible no podía soportar la idea de abandonarlos a su suerte. Mientras avanzaban, Conrado no perdía de vista a sus alumnos ni a Fenris, que levitaba encogido sobre sí mismo. Tanto él como Jonás compartían ese hermoso corazón compasivo, pero esta vez, no les estaba siendo de mucha ayuda.

Por suerte, Salamandra, con su impulsividad característica, intervino y salvó a sus dos amigos de la indecisión.

-¡Conrado, tu idea! Los aprendices y Nawin sabrán resolverlo, confío plenamente en ellos, exclamó Salamandra con determinación.

Conrado asintió en respuesta y se disculpó con Nawin y los aprendices antes de tomar nuevamente las manos de sus amigos y esperar que su idea funcionara, y sobre todo, que sus seres queridos estuvieran a salvo.


Crónicas de la Torre: LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora