44. ¿Qué hacías aquí?

71 4 1
                                    

Esta vez pensaba descubrirle. Fuera cual fuera el lugar al que León se dirigía, no sería nada bueno; o no lo haría a hurtadillas. Necesitaba saber si era él. Ya no tenía tan claro el negarlo todo ni si realmente debía confiar en él.

Por supuesto, si León estaba siendo sigiloso, yo debía serlo el doble. A pesar de que ahora no podía verle, su respiración agitada por haber tenido que correr de un lado a otro del edificio en tan solo dos minutos era lo único que cortaba el silencio de aquel pasillo. No estaba segura de dónde se encontraba o de si ya había avanzado más, por lo que muy despacio asomé mi cabeza por la esquina. Todavía no se había movido. Su espalda descansaba junto a la pared, y su cabeza ligeramente alzada apuntaba al techo. Agradecí que ya no queraran más clases ese día; así podría quedarme detrás de León hasta que él volviera a emprender la marcha. Y después, tendría una prueba de verdad. No pasaron más que unos segundos hasta que escuché sus zapatillas moviéndose por el suelo. Sin duda unas deportivas con suela de goma no eran la mejor opción para ir a hurtadillas por una escuela, y sacudí la cabeza a modo de reprobación cuando volvieron a soltar un pequeño chirrido contra el suelo. Como acto reflejo me puse en pie; no pensaba perderle de vista.

  - ¿Hay alguien ahí?

Su voz. En ese momento, durante un segundo, se me paró el corazón. No podía creer que me hubiera pillado otra vez, y estuve a punto de responderle que era él el que había hecho ruido, no yo. Pero hacer eso sería entregarme por completo, y aún tenía la esperanza de que se rindiera y siguiera con lo que había ido a hacer. Me mantuve pegada a la pared, contando mis latidos que, de un momento a otro, habían aumentado de velocidad. Estaba segura de que había funcionado hasta que volvió a hablar.

  - Sé que estás ahí, así que responde a mi pregunta; ¿quién eres?

Ambos nos mantuvimos en silencio durante lo que parecieron unos eternos segundos. Todos los músculos de mi cuerpo estaban en tensión, pero ya era demasiado tarde para salir corriendo en dirección contraria. Me pillaría en un segundo. Guiada por este pensamiento y por el miedo que estaba comenzando a haber acer acto de presencia dentro de mí, decidí hacer lo contrario. Todo lo rápido que me permitieron mis piernas, salí de "mi escondite" para encontrarme con León en el mismo lugar de antes, aunque ahora estaba de pie y me sacaba algo de altura. Una de mis manos cubrió su boca antes de que él pudiera decir nada, y la otra se colocó en su hombro; pegándole a la pared más de lo que ya estaba.

  - ¿A ti se te ha ido la cabeza? ¡Podría haber por aquí algún guardia! —Traté de que mi voz no sonara como algo más que un murmuro, escrutando con rapidez su rostro.

  - ¿Pato? Me has... —Apartó mi mano con una de las suyas de su boca, para poder hablar mejor— me has asustado, joder.

  - ¡Tú también me has asustado a mí! —Le espeté, entrecerrando los ojos para dirigirle una mirada seria.

  - ¿Así que eras tú...? ¿Qué hacías aquí, si se puede saber?

  - ¿Qué hacías tú aquí? —Contrarresté, decidida a no responder su pregunta y decirle que le había seguido de nuevo.

  - Lo que yo haga no es problema tuyo.

  - Pues lo mismo te digo.

  - ¡Pero tú estabas escondida!

  - ¿Y tú no?

No tenía pensado rendirme; esta vez necesitaba saber la verdad.

  - ¡Pato! —Soltó un pequeño gruñido de exasperación, y llevó las manos a mi cintura; sujetandome con precisión para poder dar la vuelta y que fuera mi espalda la que estuviera contra la pared.

Duck | PAUSADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora