10. No me vengas con cuentos

280 20 1
                                    

  - ¿Qué haces aquí? Podría estar vistiéndome.

  - Pero no lo estás.

  - ¡No tienes derecho a entrar en mi cuarto sin avisar!

  - Solo he venido a hablar. - dió unos pasos y se quedó mirando a través de la ventana.

  - ¿Sobre qué? - llamé su atención y le miré fijamente - ¿Qué ocurre?

  - ¡Dímelo tú! - golpeó con rabia la mesa - Para una persona que empieza a caerme bien y dejas de hablarme.

  - ¡No me vengas con cuentos León.

  - ¿Qué te he hecho? Dímelo - inquirió - ¿Por qué te comportas así?

  - No finjas que no lo sabes. - sus ojos estaban llenos de ira y decepción - No quiero hablar contigo León. Vete de aquí.

Apretó el puño y salió de mi habitación sin decir nada más.

Cerré la puerta y me senté sobre mi cama; con la cara apoyada en las manos. León me había hablado como si fuera yo la mala. Seguro que todo esto era un juego suyo para rallarnos la cabeza. Decidí olvidarme de él, aunque fuera a verle todos los días.

Cuando iba al aula de la primera clase del día me crucé con la profesora Helen que estaba mirando su reloj de bolsillo.

  - Pato - me llamó - ¿podrías ayudarme con una cosa? Necesito que entres en el armario que hay en la pared derecha y saques la caja de esgrima. ¿De acuerdo?

  - Claro - no sé si llegó a escuchar la respuesta ya que salió corriendo en dirección opuesta. Seguí sus instrucciones y empujé la puerta del armario. Aquello sin duda parecía mucho más pequeño desde afuera. Busqué entre las cajas hasta encontrar una de color blanco en la que había una etiqueta en la que ponía <<esgrima>>. Al cogerla noté que pesaba más de lo que creía. Tratando de que no se me cayera abrí la puerta con la espalda esperando no tropezarme con nada. Escuché una risas cercanas, pero no eran las de Natalie. Al apoyar la caja sobre una mesa Annie se giró sobresaltada, y pude ver a su acompañante Sapo.

  - Tranquilos que no os voy a matar - dije ante sus miradas asustadas.

  - Claro, no harías eso -  Annie rió nerviosa.

  -  Está bien, yo voy a... - eché un vistazo a la sala; solo había una persona aparte de nosotros - hablar con Murciélago.

Sin esperar respuesta comencé a caminar hacia ella, que estaba estirando en la otra esquina del gimnasio.

  - Hola - ella me miró extrañada - soy Pato, quería decirte que fue alucinante lo de ayer.

  - Te refieres a lo de Delfín, ¿cierto? Fue divertido.

  - Cómo diste rápidamente esa voltereta esquivándole; nos dejaste a todos asombrados.

  - No fue para tanto - rió - me encanta hacer esto y es muy sencillo.

  - A mí nunca me habría salido, no se me da bien la gimnasia.

Mientras hablábamos observé a Annie a lo lejos. Sapo le dijo algo y ella esbozó una tímida sonrisa despidiéndose. Murciélago, a mi lado, terminó los estiramientos.

  - Ten un poco más de fe en ti misma. - me guiñó un ojo - Te he visto alguna vez, tienes potencial.

  - ¡Lena! - Annie estaba delante de mí - Lo de antes...

  - Tranquila - reí.

  - Os dejo solas chicas, - dijo Murciélago mientras se alejaba - va a empezar la clase.

  - ¡Adios! - me volví hacía Annie - Sapo te gusta, ¿cierto?

  - ¿Qué? - comenzó a ponerse colorada, lo que hizo que me riera más aún - Bueno... sí, ¿cómo lo has sabido?

  - Por la mirada que ponías cuando estabas hablando con él.

  - Pero también le gusta a Natalie.

  - ¿Y qué?

  - Pues que no tengo ninguna posibilidad.

  - Eso no es cierto; tú eres dulce, amable y graciosa. Sin embargo ella es una arpía.

Annie sonrío y le envolví en un abrazo. En este momento me percaté de que casi todos nuestros compañeros habían llegado ya. Encontré a Carol y Ari, y nos acercamos a ellas.

Samantha llegó al poco rato corriendo y agitando las manos nerviosa.

  - ¡Chicas! - tomó aire - ¡Tenéis que ver esto!

En su mano sostenía un pequeño papel cuidadosamente doblado. Lo abrió y leímos una frase escrita a ordenador:

  <<¿Os divertis? No está permitido ir por los pasillos a medianoche>>

  - La he encontrado pegada a mi puerta. Esto está empezando a darme mala espina.

  - Sea quien sea nos vio anoche.

  - Puede que nos estuviera espiando.

  - ¿Quién creéis que es?

  - Señoritas, - interrumpió la profesora - la clase ha empezado. Deberíais coger vuestra espada y prestar atención. Yo que vosotras me tomaría las clases más enserio.

  - Perdón - dijimos a coro.

  - Colocaros en círculo con vuestras  espadas en el centro del aula; vais a ejecutar un ejercicio de segundo nivel.

Hice lo que ordenó, pero sentía que no estaba preparada para aquello. En círculo, espalda con espalda, sostuve en la espada con fuerza entre mis manos y tragué saliva.

Duck | PAUSADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora