8. Se lo merecía

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Ya eran las 16:00 y la hora de comer había acabado. La siguiente clase era en el patio exterior; un lugar que yo no había visitado todavía. Al salir por una de las puertas del edificio me llamó la atención un hombre de mediana edad que estaba sentado en el suelo, rodeado de la verde hierba y unos cuántos árboles. Al oír pasos abrió los ojos y sonrió amablemente.

  - Buenas tardes señoritas, sentaros mientras llega el resto de la clase.

Ambas lo hicimos sin objetar, al contrario que Natalie; que llegó poco después.

  - Ew. ¿En serio esperan que me siente en el suelo?

  - Perdona, ¿cuál es tu nombre? —Le preguntó el hombre.

  - Delfín.

  - Muy bien. Señorita Delfín, este ejercicio debemos realizarlo con la naturaleza. Aquí, en la hierba, podemos estar en contacto con ella y así conseguir una meditación completa.

  - ¿Es una broma? Esto es asqueroso.

Si pretendía llamar la atención lo estaba consiguiendo; todos los que se iban acercando le miraban y contenían unas risas.

  - Alguien de mi nivel no debería rebajarse tanto como para sentarse ahí como los demás.

Annie rodó los ojos; y el profesor, manteniendo la calma, insistió de nuevo en que se sentara.

  - ¡No pueden hacerme esto! ¡Llamaré a mi padre!

  - Cállate y siéntate, Natalie —Le dijo un chico que hasta entonces no había visto, tirando de su brazo hacia abajo.— Estás haciendo el ridículo.

Ella le dirigió una mirada de desprecio, pero obedeció a regañadientes. ¡Por fin! Quien fuera ese chico había hecho un milagro. El profesor le dio las gracias y cuando hubo llegado todo el mundo comenzó con la clase.

  - Buenas tardes alumnos, soy Simón. Yo os daré las clases de preparación mental, aunque no todas serán en este espacio. Hoy aprenderemos el arte de la meditación. Aunque no lo parezca; esta es una de las partes más importantes de vuestra preparación.

Ahora que lo pensaba, todavía no sabía para qué estábamos haciendo todo esto.

  - Inspiramos y expiramos, sintiendo la brisa a nuestro alrededor. No hay prisa.

Con los ojos cerrados comencé a obedecer a las indicaciones de Simón, y poco a poco me pude comprobar cómo me iba saliendo mejor.

  -  Tocar la hierba con vuestras manos, escuchar el canto de los pájaros; conocer el entorno. Sin ver tenéis que saber todo lo que os rodea. Crear una imagen en vuestra cabeza.

Aquello era relajante. La clase acabó, y al abrir los ojos me percaté de que alguien nos observaba entre las columnas del porche junto a la entrada. Estaba semi oculto, pero el reflejo de unas gafas por el brillo del sol le delató. Si se escondía debía ser por algo; fuera quien fuera no debería estar ahí.

Me puse en pie, y estaba sacudiéndome los pantalones cuando oí a Carol.

  - Escuchame pelirroja artificial, como vuelvas a tocarme un pelo a mí o a alguna de mis amigas...

  - ¡Panda! —Literalmente me abalancé sobre ella, provocando que ambas termináramos en el suelo. Temía que Natalie avisara a su padre de las amenazas de Carol y la expulsaran.

Mientras nos recomponiamos de la caída Natalie aprovechó para atacar.

  - ¿Tiene que venir tu amiga a ayudarte? Qué... patético.

  - ¡¿PATÉTICO!?

  - Carol —Todavía sin soltarse brazo, bajé la voz para que solo ella pudiera escucharme.— Recuerda que no debes meterte en problemas; ya te lo advirtieron.

Ella soltó un bufido pero se tranquilizó y respondió antes de darse la vuelta y alejarse:

  - No pienso malgastar mi tiempo contigo para discutir sobre lo que te falta de cerebro.

Nos juntamos con Annie, Ari y Samantha de camino al comedor. Noté una pequeña tensión en el ambiente, pero ninguna comentó la reciente discusión en el patio. Nos dividimos en dos grupos para guardar los asientos y coger la comida. Annie y yo fuimos a por las bandejas mientras las demás se quedaron en la mesa; asegurándose de que tuviéramos sitio todas. Enseguida tuve la sensación de que a Natalie le encantaba meterse con todo el mundo; solo hacía unos segundos que había entrado al comedor y ya estaba tratando de intimidar a otra chica. Tal vez tuviera la necesidad de hacerlo para sentirse superior a los demás. Sin embargo; esta vez una voz se levantó por encima de la suya. Una chica alta estaba frente a ella de brazos cruzados.

  - Me da igual lo que digas, Delfín. Tus insultos me resbalan.

  - No lo creo. Sólo intentas hacerte la dura, pero en realidad estás temblando. Porque sabes lo que soy capaz de hacer y eso no te gustaría nada.

  - Haz lo que te apetezca.

Desde luego no creí que lo dijeran en serio, pero en ese momento Natalie subió a una mesa y se lanzó sobre ella. Creo que todo el comedor estaba pendiente de aquello. La otra chica rápidamente dió una voltereta lateral y de un salto se posó sobre la mesa en la que antes estaba Natalie. Aquello era alucinante. O más bien, aquella chica lo era. La pelirroja teñida estaba en el suelo, visiblemente irritada y lanzando una mirada de odio a todos los que la rodeaban, mientras unas risas comenzaban a escucharse cada vez más fuerte. Pronto todo el comedor se reía de ella. Por un momento llegó a darme pena, pero luego recordé como era; realmente se lo merecía.

Volví a concentrarme en la comida, aunque seguía admirando a aquella chica que había conseguido dejar mal a Natalie.

  - Se llama Murciélago —Explicó Annie a mi lado; obviamente sabía lo que estaba pensando.

  - Ha sido increíble —Murmuré, sin poder apartar la vista de esta chica mientras ella volvía a colocarse en su asiento. Esa agilidad, ese salto; sin duda yo no podría hacerlo.

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