46. «SS, 03»

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Un paso y luego otro. Un paso. Otro. Un paso. Otro.
Este sencillo movimiento fue lo único que consiguió mantener mi cabeza ocupada durante el largo rato en el que estuvimos dando vueltas por diferentes pasillos de Unearthly. Todavía no era capaz de ver aquello como algo real, y quizá eso era lo que más me asustaba. Que no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que al fin nos detuvimos frente a una puerta. Esta, en una primera apariencia, era exactamente igual a la del aula de historia; salvo por la reluciente placa que adornaba la parte superior.

«SS, 03»

¿SS? ¿Qué se suponía que significaba aquello? Quizá, si estuviera en otro momento y con otra compañía, me habría atrevido a preguntar.
Connor, por primera vez desde que nos había encontrado, apartó sus manos para así sacar una llave de su bolsillo y posteriormente abrir la puerta.
Un brusco empujón me devolvió a la realidad, obligándome a caminar detrás de León de nuevo. Unos segundos después, mi mirada recorría de forma inquieta la sala a la que acabábamos de entrar. Tres de las cuatro paredes, el techo y el suelo eran completamente blancos. La pared restante, sin embargo, era de cristal. Uno de estos cristales que no te dejan ver lo que hay al otro lado, por mala suerte.
En el centro de la sala, y también de un inquietante blanco, había tres grandes sillones alineados. Lo único que contrastaba con todo el color neutro de la sala eran los cables que rodeaban estos sillones. Montones y montones de cables; finos y gruesos, que conectaban estos muebles entre sí.

¿Qué, exactamente, se suponía que estábamos haciendo allí? ¿Aquello era nuestro castigo? ¿Quedarnos en una sala con sillones durante horas?
Mi mirada buscaba con desesperación la de León una y otra vez, pero en ningún momento él giraba su cabeza hacia mí. Y eso sólo hacía que me sintiera todavía peor.

- Es la primera vez que vienes aquí, ¿cierto? -Una sonrisa burlona cubría gran parte del rostro de Connor, y yo me limité a observarle en silencio.- Ya veo que eres de pocas palabras. Pero hoy vas a tener suerte, te dejo elegir asiento.

Presioné los labios al escuchar aquel estúpido comentario, reteniendo la tentación de responder. Oh, era todo un honor poder elegir sillón, desde luego.
Me fijé en los tres muebles frente a mí, uno por uno. Pero, al menos desde mi posición, parecían exactamente iguales.

- No tenemos todo el día, niña -Gruñó Connor ante mi silencio.- Elije un maldito sillón y sientate ya.

Yo todavía seguía buscando alguna trampa en aquellos objetos, pero por más que lo intentara no era capaz de adivinar qué se suponía que iba a pasar.
Solté un suspiro, resignada, y muy despacio caminé hacia el blanco sillón colocado a mí izquierda. El que estaba más lejos de la pared que cristal, ya que esta no me daba precisamente buena espina. Sin apartar la mirada del guarda, a la espera de que hiciera o dijera algo más, me senté en el sillón elegido tratando de alargar lo máximo posible esta acción.

León, sin embargo, caminó hasta el sillón colocado a la derecha; dejando un sitio vacío entre nosotros, y se dejó caer en él como si estuviera en el salón de su casa. Al menos, si imitaba sus movimientos, sabía que no correría peligro. León era listo.

- Muy bien, volveré dentro de un par de horas -Habló al fin Connor, dejándome todavía más confusa.

¿Así que aquello era todo? ¿Íbamos a quedarnos en una sala para reflexionar como los niños pequeños? Un ligero suspiro escapó de mis labios, a la vez que los músculos de mí cuerpo que hasta ahora tenía en tensión se relajaban.
Pero, por mala suerte, había sacado conclusiones demasiado pronto. Como si fuera algo que hacía diariamente y sin esfuerzo alguno, Connor colocó varios cables sobre los brazos de León. ¿Por qué no se resistía o alejaba? ¿Por qué mi el chico al que yo siempre había considerado el más valiente y cabezota ni siquiera se quejaba o apartaba?
Mi rostro en ese momento debía estar reflejando todos estos pensamientos, porque cuando Connor se giró hacia mí soltó una fuerte carcajada.

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