34. ¿Dónde están las cámaras?

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  - ¡Lena! —Lo único que me sacó de la nube de pensamientos que acababa de llenar mi cabeza fueron las voces de mis amigas.

Quizá no debería preocuparme tanto por cosas como esa, pero definitivamente en aquella escuela había demasiados secretos. Me di media vuelta, volviendo a la mesa en la que me esperaban Carol, Annie, Eli y, para mi grata sorpresa, también Samantha.

  - ¡Sammy! —Exclamé una vez que estuve lo suficientemente cerca como para que me escuchara—. ¿Dónde estabas? No te he visto en toda la mañana.

  - Ya, es que... tenía que hacer una cosa. Pero ya está todo arreglado —Anadió, hablando con rapidez—. ¿Les has contado lo que hablamos?

  - Sí, aunque aún tenemos que terminar de atar algunos cabos sueltos.

Cogí el tenedor y comencé a mover los guisantes de un lado a otro de mi plato, sin hambre. Ni siquiera presté atención a lo que decían a mi alrededor. Desde pequeña había tenido mucha imaginación, y ahora mismo mi cabeza estaba haciendo uso de ella. Poniéndome soluciones y situaciones extremas a lo que estaba ocurriendo en la escuela.

  - ¿Pato? ¿Pato? —Alguien chasqueó los dedos frente a mi cara, haciendo que diera un pequeño bote en el asiento del susto.

  - ¿Eh? ¿Qué pasa? —Mi mirada se elevó hasta encontrarme con una sonrisa perfecta y unos ojos azul intenso que me hicieron sonreír al momento... hasta que me percaté de que había alguien más a su lado.

¿En serio? ¿Es que ahora Natalie tenía que estar con nosotras las 24 horas del día? Me quedé observándoles con una ceja alzada, esperando que hablaran, pero mientras Águila rodeaba la mesa para llegar a mi lado, Natalie no se dirigió a mí, sino a Carol.

  - Oh, osezno, mi padre dice que quiere verte en su despacho otra vez. Ya sabes, para ponerte al día de algo y todo eso.

¿Carol... en el despacho del director? Le miré con preocupación, aunque ella no parecía tan asustada como yo. Tal vez aquello no fuera un castigo, no tenía porqué. Ella siempre respetaba las reglas y no se metía en líos, ¿cierto? O bueno, casi. Sin darme cuenta, empecé a mordisquearme el labio inferior con cierto nerviosismo, preocupada por mi amiga.

  - ¿A qué hora? —Carol ni se molestó en levantar la cabeza del plato al responder a Natalie, que parecía demasiado ocupada en comprobar el estado de sus uñas.

  - Después de comer, creo que ya sabes el camino.

  - Vale.

Le di una muy pequeña patada a mi amiga por debajo de la mesa; simplemente con la intención de llamar su atención.

  - Ey, ¿va todo bien? —Pregunté en apenas un susurro, aunque la pelirroja teñida de su lado no parecía tener el menor interés en escuchar nuestra conversación.

  - Sí. Seguro que no es nada. Luego os contaré todo —Asintió, dedicándome una pequeña sonrisa que logró hacerme sentir mejor.

Las manos de Águila ya estaban en mis hombros cuando giré mi cabeza para mirarle, dejando el tenedor de nuevo sobre el plato.

  - Buenos días mi pequeño cisne.

La cara que Carol puso en ese momento hizo que soltara una carcajada sin poder evitarlo. Y lo admito, aquello había sido... un pelin demasiado cursi.

  - Buenos medios días, Águila —Respondí, tratando de dejar de reír ante su ceño fruncido que dejaba claro que no entendía nada—. Oh, esta es mi amiga Samantha —Les presenté, dando un pequeño codazo a la morena a mi lado.

- Un placer, damisela. Los amigos de la preciosa Pato son también mis amigos.

La leche merengada. ¿Qué exactamente se había tomado este chico para desayunar? No es que no me gustara que dijera cosas románticas y eso, pero... definitivamente aquello era extraño. Está bien, el chico me gustaba. Y probablemente yo le gustaba a él. Pero aquello era demasiado. Es decir, nos conocíamos desde hacía tres días, y yo era de las que opinan que el amor de desarrolla despacio, con tiempo y diversos momentos vividos en común.

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