13. Simulacro

255 24 6
                                    

Apenas había unos centímetros de separación entre las cuatro afiladas espadas que tenía en frente y mi cara. Crucé los dedos por que aquellas también fueran de plástico, pero en el fondo sabía que no sería así.

Se quedaron observandome fijamente; analizando cada movimiento que hacía.

En un segundo traté de trazar un plan; eran cuatro contra mí.

Apreté con fuerza la espada estre mis manos, estaba segura de que no esperarian a que estuviera preparada; y así fue. En unos segundos tenía a dos de ellos sobre mí. Traté de ignorar que me temblaban las piernas concentrarme en las manos. Mi espada chocó contra las suyas frenandolas. Me pareció extraño que los otros dos no estuvieran atacandome hasta que vi que estaban peleando entre ellos. ¿Esto era un simulacro? Porque parecía muy real. Algo me rozó levemente el brazo causándome un dolor terrible. Estaba segura de que no iba a poder con ellos, cuando uno de los que estaba apartado se colocó a mi derecha y comenzó a ayudarme. Creo que me quedé bloqueada unos segundos antes de empezar a imitar sus movimientos. Era bastante bueno con la espada. Tras haberse desecho antes del otro, ahora éramos dos contra dos. Aquello me parecía más justo. Conseguimos quitarles la espada tal como me había ocurrido a mí esa mañana.

Mi compañero enmascarado me cogió de la mano y tiró de mí corriendo. Salimos del comedor y oímos más espadas en combate; debía de haber más alumnos pasando la prueba del simulacro.

  - Quédate aquí; estarás a salvo - habló por primera vez.

¿De qué me sonaba tanto su voz? Antes de que pudiera preguntárselo cogió horrorizado mi brazo.

  - ¿Qué ocurre?

  - ¡Estás sangrando!

Miré mi brazo y vi un corte en mi chaqueta, que llegaba hasta mi piel. Debían de habérmelo hecho cuando estaba distraída. ¿Qué clase de simulacro era ese? Rápidamente colocó algo envolviendo mi brazo e hizo un nudo. Pero hasta que no le miré a la cara no me di cuenta de que se había quitado la máscara.

  - ¿¡León!?

  - Por una vez te alegraras de que sea yo, ¿no?

  - ¿Porqué me has ayudado? Para hacerme quedar mal, ¿no? No te necesitaba; podía hacerlo yo sola.

  - No habrías aguantado ni un minuto más - rió.

  - Idiota.

  - Como quieras, - volvió a estar serio - yo me voy.

Vi como se alejaba corriendo y doblaba la esquina para subir las escaleras. Tenía desde hacía tiempo la curiosidad de saber a dónde iba siempre a escondidas, así que decidí seguirle sin que lo notara.

Traté de hacer el menor ruido posible y me coloqué a unos metros de él; de forma que pudiera verle. Caminamos por unos pasillos que no había visto nunca hasta que se paró junto a una columna, y luego giró tras la esquina. Imité sus movimientos lo más rápido que pude para no perderle de vista, pero entonces choqué con algo. Al abrir los ojos le encontré mirándome a unos centímetros de mí.

  - ¿Qué estás haciendo aquí?

  - ¿Y tú? ¿Sabes que no se puede andar por los pasillos por tu cuenta?

Rápidamente tapó mi boca con su mano presionando tan fuerte que apenas me permitía respirar.

  - No hables tan alto, podrían oirnos - dijo mientras me soltaba.

  - No me dan miedo - aseguré, aunque no era totalmente verdad.

  - Pues deberían - susurró -. Me estabas siguiendo; no te fias de mí, ¿cierto? - Negué con la cabeza - ¿Y porqué? No te he hecho nada, que yo sepa.

  - No a mí; pero sé que no eres buena gente. Al principio no te conocía, pero me alegro de que me avisaran de qué clase de persona eres a tiempo.

  - ¿Quién te ha dicho eso?

  - Eso no es importante.

  - Para mí sí, ¡dímelo por favor!

  - Pingüina.

  - ¿Pingüina? ¡No te fíes de ella! - me cogió por los hombros mirándome directamente a los ojos - ¡Ella es la mala!

Por un momento me quedé bloqueada, temiendo que dijera la verdad.

  - ¿Por qué tendría que creerte?

  - ¿Y por qué tendrías que creerle a ella?

  - Porque es mi amiga.

  - Antes no lo era, y aún así le diste tu confianza.

Aunque odiaba admitirlo en parte tenía razón, pero no argumentos para afirmar lo que decía.

  - Está bien, dime; ¿qué ha hecho Pingüina para ser "mala"?

  - Para empezar, intenta poner a la gente en mi contra.

  - Tú intentas ponerme en su contra - me crucé de brazos.

  - ¡No seas tan cabezota Pato! ¿No te has dado cuenta? Ella siempre está ahí cuando pasa algo.

  - No entiendo a qué te refieres.

  - ¿No estaba ella cuando recibisteis la nota de amenaza?

  - Sí, pero...

  - ¿Y a quién culpó?

  - A tí - agaché la cabeza.

  - Mirame a los ojos Pato, ¿de verdad crees que soy malo?

  - No lo sé.

¿Porqué me hacía esto? Ahora ya no tenía nada seguro. En un momento de silencio, se escuchó crujir el suelo. Antes de que me diera cuenta, León me agarró por los hombros y me empujó contra la columna. ¿Qué estaba haciendo? El cuerpo me dolía por el golpe y sólo pude lanzarle una mirada de odio.

  - Creo que he oído algo - dijo una voz oscura.

  - Echemos un vistazo - respondió otra.

  - ¿Me buscabais?

No podía ver lo que estaba ocurriendo, pero habría jurado que el último que había hablado era León.

  - ¿No te advirtieron que no volvieras por aquí?

  - Ya sabes que te va a pasar - rió la segunda voz.

Lo siguiente que escuché fue un grito. Sentí como el miedo recorría todo mi cuerpo. Asustada, me escondí lo más rápido que me permitió mi cuerpo detrás de la columna. Pocos segundos después pasaron por delante tres personas que no lograba distinguir, sin prestar mucha atención a su alrededor. Una de ellas giró levemente la cabeza, lo suficiente como para dirigirme una última mirada. Aterrorizada ahogé un grito. León volvió su cabeza y no se resistió ante los hombres que le agarraban. Su camisa se estaba tiñendo de rojo y su expresión era de dolor.

Entonces lo entendí; porqué me había empujado a un lado y había salido al frente, aún sabiendo lo que le pasaría; me estaba protegiendo.

Duck | PAUSADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora