19. Querida Watson

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  - ¡Lena!

Sacudi la cabeza varias veces, volviendo a la realidad. Annie estaba de pie delante de mí, y apenas quedaba gente en el comedor.

  - ¿Dónde están...?

  - Carol ha regresado a su cuarto para vestirse. Ari y Samantha han ido a hablar con uno de los profesores.

Frunci el ceño. En teoría, con los preparativos para el baile, no teníamos que dar clase.

  - Vamos —Annie me cogió del brazo, obligándome así a ponerme en pie.— Tenemos que hablar con Carol.

  - ¿De qué?

  - Le preguntaremos qué le pasa.

  - ¿Y crees que nos lo va a contar? —Frené nuestros pasos para mirarle a la cara.— ¿Teniendo en cuenta que ha preferido juntarse con Natalie para que no nos enteremos?

  - Seguro que no es tan malo —Esbozó una sonrisa inocente.

Yo habría apostado a que debía ser algo muy importante y horrible para que Carol actuara de aquella manera, pero no quería discutir con Annie. Así que emprendimos de nuevo el camino hacia su pequeña habitación.

Antes de llamar a la puerta tomé aire, preparándome para las posibles respuestas que nos diera. Golpeamos levemente la madera y enseguida oímos la voz de Carol.

  - ¿Sí?

  - Somos nosotras —Se me adelantó en responder Annie.— ¿Podemos pasar?

  - Esperar un momento —Gritó al tiempo que se oyeron objetos moviéndose bruscamente.

  - ¿Estás bien? —Pregunté alzando la voz por encima de los ruidos.

  - Ehh.. sí, sí. Ya voy.

La puerta se abrió ligeramente y asomó su cabeza por el hueco; con una sonrisa pegada a sus labios.

  - ¿Qué queríais?

Annie y yo nos lanzamos una rápida mirada antes de contestar; buscando las palabras adecuadas.

  - Últimamente te hemos visto un poco... distante; y estábamos preocupadas.

  - ¿En serio? Oh, pues no es nada; así que no... —Se detuvo en mitad de la frase y su mirada se dirigió a algo por detrás de nosotras; en el pasillo.— No metáis las narices donde no os llaman —Su tono de voz cambió a uno más oscuro. Ni siquiera parecía ella.— ¿De acuerdo? Ahora salir de mi habitación.

Annie y yo nos quedamos boquiabiertas mientras Carol cerraba de un portazo. Nunca había visto a Carol hablar así. Busqué a nuestro alrededor algo que pudiera haberla hecho enfadar; pero allí no había nada.

  - Tenías razón —Suspiró Annie tras unos segundos.— No va a hablar de ello.

  - Ojalá no la hubiera tenido.

Sin decir nada nos sentamos en el suelo y permanecimos el silencio hasta que alguien carraspeó a nuestra espalda.

  - Señoritas —Escuchamos su voz antes de darnos la vuelta.— Espero que tengan todo listo para el acontecimiento de esta tarde.

Hugo estaba de brazos cruzados, y desde esa distancia se le veía más grande y temible.

  - Sí, subdirector —Respondió Annie poniéndose en pie de un salto.

  - Bien. No olviden que podrán recoger sus vestidos a la hora del almuerzo en los vestuarios —Dió un paso, colocándose a nuestro lado.— No lleguen tarde —Tras finalizar la frase emprendió su camino de vuelta hacia las escaleras, pero se detuvo para añadir, todavía dándonos la espalda:— Por cierto, me he enterado de lo de esa chica... Panda. Es una pena —Ladeó ligeramente la cabeza, de modo que pude ver la siniestra sonrisa que se había formado en su rostro.— Por vosotras, digo.

No nos permitió preguntarle a que se refería, puesto que desapareció en un momento. Hizo justo lo que pretendía; dejarnos con la cabeza llena de dudas que no podíamos resolver.

En ese momento me habría gustado estar en mi habitación para poder tirarme en la cama o coger un libro y no pensar en nada, pero no había tiempo para aquello. Debíamos hacer entrar en razón a Carol; todas juntas.

No tardamos en localizar a Ari y Samantha, que estaban en el patio.

  - Tenemos que hablar —Annie fue directamente al grano.— Es sobre Panda.

  - Claro, ¿qué ocurre?

Mientras íbamos respondiendo a las preguntas que nos hacían, Pingüina tiró de mi brazo.

  - ¿Qué...?

  - Se llama Aarón —Me dijo con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

  - ¿Quién?

  - El chico que me gusta —Enrolló un mechón de pelo entre sus dedos.

  - Ahh —Le devolví la sonrisa.— Cuando le veas me lo dices. Quiero saber cómo es.

Pensé en los chicos de nuestra clase; realmente no conocía sus nombres, sólo sus apodos.

  - Por supuesto.

Tigresa nos hizo una seña con la mano para que les siguieramos al interior del edificio.

  - Lena, ¿tú no estás nerviosa por el baile?

  - Pues...

Había estado tan preocupada por Carol que ni siquiera me había parado a pensar en ello.

  - Me gustaría saber con quién va a ir Aarón —Continuó hablando, mientras entrábamos por las puertas.— Y a saber con quién nos toca.

  - ¿Qué se supone que hay que hacer con la pareja?

Pingüina soltó una pequeña risa ante mi cara.

  - Lo que quieras; hablar, bailar...

  - ¿Y las parejas son sorpresa o algo por el estilo? —Pregunté tras un intento de recordar lo que había dicho Hugo.— Creo que me he quedado empanada durante la charla del subdirector.

  - No me extraña, ese hombre es muy aburrido —Pingüina sacudió la cabeza sonriendo.— Y sí. Solo las parejas llevarán la máscara del mismo color, pero los trajes serán todos iguales. Así hasta el final del baile no se sabe con quién has estado hablando.

  - Que mal rollo.

  - Que va, mola mucho —Rió negando con la cabeza.

  - Tengo una idea. Podemos intentar averiguar quiénes son nuestras parejas, y así sabrás si te ha tocado con Aarón.

  - ¡Eso sería genial! —Saltó sobre mí envolviéndome en un abrazo.— ¿Cómo lo hacemos, mi querida Watson?

  - Mm... cuando vayamos a llegar al baile. Antes de ponernos las máscaras tenemos que fijarnos en qué color lleva, si le va grande la camisa o si lleva las mangas más cortas. Cualquier pequeño detalle nos servirá.

Asintió con la cabeza, escuchando mis palabras. Pero antes de que pudiera decir nada alguien me llamó; provocando que las cuatro nos volviéramos a mirar.

  - ¡Lena! —La chica alta de cabello oscuro se acercó a nosotras.— Tienes que venir a la enfermería; es sobre León.

Sin esperar a las demás seguí a Murciélago por el pasillo. Me había olvidado por completo de él, ya que hacía horas que había desaparecido.

Nos paramos junto a la puerta. Había un chico tumbado boca arriba sobre una camilla manchada de un color rojizo. Observé su pecho, y aunque estábamos a una distancia de dos metros, me pareció que no se movía.

  - ¿Está...?

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