38. Oh, no

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Apenas un rato más tarde ya estaba en camino hacia el salón de usos múltiples en el que iba a tener lugar la reunión que nos había anunciado Helen. A pesar de que cuando llegué aún faltaban unos veinte minutos para empezar, me sorprendió ver que casi toda la escuela ya estaba allí.
Todas las filas junto al pequeño escenario estaban ocupadas por grupos de alumnos. Yo, sin querer llamar mucho la atención, me dirigí a una de las sillas vacías del fondo de la sala. Quizá mis amigas ya estuvieran sentadas entre la gente, pero aquel no era el mejor momento para ir a buscarlas.
Durante un rato más continuaron entrando algunos alumnos más, y cuando quedaban cinco minutos varios guardias cerraron las puertas.

Sobre el escenario, Hugo y la profesora Helen habían estado charlando en una esquina, aunque con todo el ruido de la sala era imposible oírles.
El subdirector dio varios pasos hacia el centro del micrófono al frente del escenario, provocando al instante que todos callaran. Desde luego se había ganado el respeto y miedo de los alumnos de Unearthly.

Su mirada recorrió la sala durante unos segundos y carraspeó un par de veces antes de hablar; abriendo así la pequeña reunión.

  - Buenas tardes, alumnos de esta prestigiosa escuela. Como sabéis ya gracias a mí compañera, os hemos reunido aquí ahora para hablar sobre las actividades de mañana. Al ser fin de semana y, por lo tanto, un día sin clases, nos parecía mal que lo desaprovecharais haciendo el vago en vuestra habitación. Así que os hemos preparado un pequeño juego.

Se detuvo para sacar de su americana verde oliva un papel doblado del que parecía querer leer algo.

  - Bien... mañana por la mañana; domingo, tenemos una gymkana. Los ejercicios que realizaréis serán los mismos que habéis estado dando en clases estos días, por lo que no deberían resultaros complicados. Os dividiremos en varios grupos y...

  - ¿Habrá premio?

Todos contuvimos la respiración durante unos segundos en ese momento.

  - ¿Disculpa?

El subdirector había despegado la vista del papel, y observaba fijamente a los alumnos de las primeras filas.
Por mi cabeza, y seguramente por la de la mayoría de la gente que allí estaba, solo pasaba una pregunta: ¿Cómo se había atrevido alguien a interrumpir a Hugo?

  - ¿Qué has dicho? —Volvió a repetir Hugo, a la espera de que esa persona le respondiera.

Pero obviamente no fue así. Quien quiera que hubiera sido no estaría pensando en lo que hacía, y ahora no parecía ser lo suficientemente valiente como para dar la cara. Claro que a mí me habría pasado lo mismo.

  - He hecho una pregunta.

Más silencio. En aquel momento lo único que se escuchaba desde mi asiento eran las respiraciones de las personas que tenía a los lados; todos permanecíamos estáticos sobre nuestra silla.

  - Muy bien. Quiero que la persona que ha hablado se ponga en pie ahora mismo o todos los aquí presentes recibiréis un castigo.

Hugo parecía estar enfadándose, y no era de extrañar.
Con el miedo comenzando a recorrer mi tenso cuerpo, eché un vistazo a mí alrededor. En mi interior cruzaba los dedos porque alguien saliera a dar la cara, aunque suponía que no sería así.

  - He dicho que quiero verte en pie ahora mismo —Repitió, hablando cada vez más alto a través del micrófono.— Tienes diez segundos. A ver si ahora eres tan valiente.

Genial, todos íbamos a acabar castigados. Y teniendo en cuenta cómo estaba el genio del subdirector últimamente aquello era dirigirse a un dolor seguro.

  - He sido yo.

Como un resorte, todas las cabezas se giraron en una misma dirección. Una persona se alzaba sobre las demás, mirando sin miedo al frente.
Sin embargo, aquello no podía ser. Aquella voz me sonaba demasiado, y aunque desde mi reducida visión de los alumnos esta persona estaba se espaldas, no tardé en reconocerla.
Sin duda era muy valiente y admirable de parte de Murciélago ofrecerse voluntaria hacia una muerte segura, pero estaba segura de que todos se habían dado cuenta al igual que yo de que la voz que había interrumpido a Hugo era de un chico. Y Ainara... era una chica. Y tenía una voz más femenina.

¿Por qué, entonces, se había "delatado"? ¿Estaría encubriendo a alguien?
Sin duda aquello sería muy propio de ella.

  - No, señor. He sido yo.

¿Pero que...?
Y de nuevo, todas las miradas de la sala se dirigieron a otro alumno en pie. Este, por suerte, sí era un chico. Reconocería la voz de Sapo en caso cualquier parte, y de nuevo, no era él el que había hablado antes.

Y sin embargo, ahí estaban. Los dos en pie lanzándose directamente hacia un castigo no merecido.

  - Así que tenemos dos confesiones —Habló ahora Hugo, volviendo a reunir la atención de los alumnos. — De acuerdo. Vosotros dos, quedaros aquí después de la reunión. Y para los demás, que os sirva como aviso: No me gustan estos juegos. La próxima vez que suceda algo así no contaré hasta diez.

Cuando me di cuenta estaba mordiéndome el interior de la mejilla de forma nerviosa una vez más. Aquella era una de las manías que debía quitarme, pero con todas las cosas que ocurrían en aquella escuela iba a ser difícil.

Mi móvil vibró en el bolsillo de mi chaqueta poco después, aunque yo no esperaba que nadie me llamara ni nada por el estilo. De hecho no le había dado mi número a casi nadie.

De la forma más disimulada que pude abrí el mensaje que aparecía parpadeando en la pantalla, y no tardé en leerlo.

Número desconocido:

"¿No te parece injusto que personas inocentes tengan que dar la cara por lo que otro idiota ha hecho?"

Duck | PAUSADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora