De héroes y villanos

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Crozat, Vista, Krez y Oído acababan de dejar atrás el último rastro de luz diurna que entraba en la fortaleza para comenzar a subir escaleras, estas les llevarían a los pisos superiores donde se encontraban las prisiones.

Olfato se había quedado con Nyx fuera de la montaña, para cuidar de Pegeen, que ya no respiraba.

Llegaron al piso de las prisiones. El trayecto no les había sido muy complicado, el estar acompañados de Vista y Oído les había evitado muchos problemas. Había poca actividad en los corredores, aun así habían tenido que esconderse en más de una ocasión para evitar encontrarse de frente con uno u otro encapuchado. Krez estaba bastante aliviado pues no había señal de la hermana de Astrid y tampoco se habían topado con el cárdeno así que seguramente se encontraban todos demasiado ocupados preparándolo todo para la invasión.

Los cuatro se acercaron a las celdas que se encontraban a lado y lado del corredor estrecho de las prisiones. La gran mayoría de ellas se encontraban vacías, o al menos eso parecía ya que no se veía ningún tipo de actividad en su interior. Avanzaban poco a poco para revisar todas las celdas. En aquel momento les resultó fácil, no había nadie vigilándolas.

-Debe de ser el cambio de turno –se explicó Crozat –debemos salir de aquí antes de que venga nadie con todos los prisioneros –levantó la llave que le había dado el padre de Astrid para abrir las celdas y la apoyó contra una de las puertas de barrotes que había a su izquierda, donde un hombre estaba hecho un ovillo en una esquina de la celda. Cuando la puerta se abrió el hombre levantó la cabeza y miró hacia arriba sorprendiéndose de no ver a nadie pálido ni encapuchado. Se levantó y dirigió una mirada a Crozat, este le sonrió –vamos a sacaros de aquí.

Empezaron a sacarar a toda la gente que había en las celdas. No había muchas personas pero cada vez se acumulaba más gente en el pasillo.

-Krez –dijo Crozat –no deberíamos esperar mucho más. Deberíais empezar a bajar con los que ya hemos sacado. Llévate a Oído contigo. Yo bajaré con Vista cuando estén todas las celdas revisadas –Krez asintió y avisó al grupo que se acercara. Se dio cuenta de que eran demasiados como para pasar desapercibidos. Si se encontraban a algún Zahrkek por el pasillo esconderse sería muy difícil con tantos prisioneros. Avisó de esto a Oído y reunió a todas las personas que aguardaban en el pasillo en el rellano, cerca de la escalera.

-Es muy difícil que podamos bajar todos juntos sin hacernos notar –dijo Krez- bajaremos por parejas y nos reuniremos cada dos tramos de escaleras. Saldrá la siguiente pareja al minuto de que la anterior haya comenzado el descenso. Oído irá en la primera pareja y yo iré con la última. Empezaremos a bajar, procurad no hacer ruido y moveros sin que nadie os vea ¿Entendido? –todos asintieron y la primera pareja, una mujer de mediana edad acompañada de Oído, se dirigió hacia las escaleras.

Acabo de poco de bajar la última pareja, con Krez, Crozat y Vista acabaron de sacar a las pocas personas que quedaban en las celdas y se dirigían hacia las escaleras. Pero ya había alguien allí, aun no se había percatado de su presencia pero se dirigía hacia el corredor de las celdas. Seguramente se trataba del guardia al que le tocaba el turno. Crozat fue el primero en advertirlo y hizo una seña al resto para que se pegaran a la pared mas cercana, que se encontraba en un ángulo oscuro de la estancia. Desde allí podía observar los pasos del Zarhkek. En ese momento dio un respingo, si se daba cuenta de que las celdas estaban vacías el hombre daría la voz de alarma y los buscarían por toda la montaña, nunca podrían salir de allí.

Crozat se agachó y cogió una especie de piedra que había visto en el suelo. Ahora que la tenía en la mano se fijó en ella, no era una piedra, era una llave, como la que él tenía. Seguramente se le había caído al guardia. Este se estaba acercando a una de las celdas, faltaba poco para que descubriese que estaba vacía, pero Crozat ja se estaba acercando sigilosamente por su espalda.

-¿Cómo es posible…? –le dio tiempo a decir al guardia mientras miraba a través de los barrotes. Crozat le había golpeado con la punta de la llave en el cuello, acto seguido, el hombre cayó al suelo inconsciente.

Empezaron a bajar las escaleras, eran pocos los que quedaban así que bajaron juntos. Fuera de la montaña, ya les esperaban Krez, Oído y el resto de prisioneros. Se dirigían hacia los primeros árboles para no ser vistos, donde se encontraban Nyx y Olfato cuidando del cuerpo inerte de Pegeen. Un grupo tan grande de personas no podía pasar desapercibido fácilmente.

-¡Qué bonito! –gritó Arydeen –¡una reunión familiar!

Arydeen salió  a la sala de ceremonias, Astrid y Jesst la siguieron hasta allí y la encontraron acomodada con las piernas cruzadas en el trono del cárdeno que había sobre la tarima. Se había sacado el colgante del cuello y jugueteaba con el frasco de vidrio que contenía el gas en la mano.

-¿Me sienta bien el trono no crees Papi? –este carraspeó y no contestó. Estaba tenso.

-No creas que te gustaria mucho. De aquí a unos cuantos años, cuando estés gorda como una foca de tragar toda la comida del reino tu culo no va a caber en ese asiento- dijo Astrid. A Jesst se le escapó una carcajada y Arydeen se levantó y se acercó a Astrid.

-¿Te crees muy graciosilla?

-Eso es relativo ¿No crees?  -contesto ella con mirada desafiante –teniendo en cuenta que aquí la loca eres tú.

-Muy bien hermanita, tu a lo tuyo pero recuerda que eres tú la que está en inferioridad de posibilidades –Arydeen zarandeó el frasco delante de la chica –sabes, podría llamar a todos los Zahrkeks de esta guarida para que vinieran a ayudarme. Pero si el cárdeno se entera no va a estar muy contento con vosotros…

-Ni contigo –dijo Jesst -¿Qué piensas hacer? Somos dos contra ti.

-No me subestimes, puedo con más que cuarto de vosotros yo sola –soltó una risita autosuficiente y se colocó en posición de ataque -dime ¿alguna vez te han partido el cuello?

El Rayo PartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora