Astrid se levantó cuando el primer rayo de sol entraba por la ventana de su pequeña habitación de las casas árbol de la resistencia. Había sido una noche larga y le había costado mucho dormirse. Hacía ya prácticamente una semana que habían vuelto de la montaña, victoriosos, trayendo consigo al grupo de prisioneros. Aquellos días después todo había parecido ir a cámara rápida. Ella pasaba prácticamente todo su tiempo en el hospital, una sala adaptada que habían improvisado en la resistencia. cuidaba de los heridos que había entre las personas que habían rescatado de la sede Zahrkek y supervisaba la recuperación de su padre, que sobreviviría después del golpe en la cabeza.
Mientras se vestía y salía a las pasarelas se dio cuenta que no había sabido nada de lo que había estado haciendo el resto del grupo. Había visto a Mirth y Ney, que habían salido a recibirlos el día de su llegada, igual que Aure y el pequeño Plok, pero después de aquello no recordaba haberlos visto. Se había mostrado cerrada y poco comunicativa. Pensó que seguramente eso se debía a la muerte de Pegeen, que la había afectado con una especie de efecto retardado, empezó a notar su pérdida cuando todo había comenzado a calmarse, más o menos como había pasado con el resto del grupo y los que más la conocían. La muerte de Pegeen y a la vez la preocupación de que su padre no se recuperara había hecho que se apartara un poco del mundo.
Astrid se sentó al borde de una de las pasarelas de madera que comunicaban los arboles. Allí abajo, habían enterrado el día antes a Pegeen y al padre de Crozat, que había muerto durante su ausencia. Había sido una ceremonia sencilla en la que ella se había visto obligada a decir unas palabras. Pegeen había sido como una madre para ella, en cierto modo, se lo debía. Nunca había sido muy buena hablando y sus palabras fueron breves, aunque llenas de sentimiento, al menos para ella.
En el horizonte el sol empezaba a subir bañando todo los arboles de color dorado, con la luz de un nuevo amanecer. Astrid oyó unos pasos detrás de ella.
-¿Es bonito verdad? –Astrid se volvió y se encontró con Crozat que se había acercado a ella por la pasarela. Vestía con una camisa blanca fina que hacía resaltar sus ojos y su cabello enmarañado. Crozat se sentó a su lado en la pasarela y se quedó mirando en la dirección del sol. Astrid lo miró. En sus ojos se reflejaba la luz del amanecer y le hacía parecer algo parecido a un ángel. Se quedó mirándolo.
-Sí, es precioso –respondió a Crozat después de un largo rato de permanecer en silencio.
-¿Qué? –dijo este.
-El amanecer digo –respondió Astrid.
-Ah –respondió Crozat apartando la vista –lo siento, seguía en mis pensamientos.
Astrid rió y Crozat se le unió.
-Da que pensar –dijo Astrid –todo lo que nos ha pasado en estos últimos días ha sido tan… -hizo una pausa –no se me ocurren adjetivos que lo califiquen.
-¿Diferente? ¿Impresionante? ¿Extraño? ¿Fuera de lo común?
-No… es algo grande, importante –dijo Astrid –no sé si me entiendes –Crozat asintió.
-Yo me siento igual –respondió Crozat.
Se quedaron así un buen rato, mirando más allá del horizonte donde el sol se alzaba ya por encima de los arboles.
-¿Vas a venir a la celebración de esta noche? –dijo Crozat, cambiando abruptamente de tema. Habían esperado a después del entierro para celebrar la fiesta dedicada a su victoria en la sede Zahrkek
-La verdad es que no tenía pensado ir…
-Deberías ir –dijo Crozat –es gracias a ti que estamos aquí. Te lo mereces. No puedes permanecer apartada del mundo por siempre.
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El Rayo Partido
AdventureKrez es un chico que vive en las calles de Clott. Años atrás un desconocido asesinó a sus padres y quemo su casa. Ahora que saben que está vivo han vuelto a por él. Él escapará de la ciudad en la que ha vivido toda su vida y empezará su historia. De...