Trapos y agua

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Peegen acababa de salir para ir al mercado, se había llevado a Plok así que en casa solo habían quedado los dos gemelos, Krez, Aure, Nyx y Astrid.

Durante la comida de mediodía Myrth le había explicado muchas cosas sobre su familia y la organización que la custodiaba después del destrono del rey. Le habían explicado que Plok era su primo segundo por parte de madre y que la familia de este había muerto en un supuesto accidente laboral. Plok era muy pequeño así que podría decir que no sabía mucho de sus padre, había vivido siempre con Peegen. Los gemelos le contaron que Astrid había salvado a los gemelos cuando tenían cuatro años y, al ser ella pobre y huérfana, Peegen le había ofrecido un techo, comida y un eterno agradecimiento, la consideraba como a una hija.  Pero Astrid era más que eso, era una aliada muy importante para la organización del Rayo, su padre era Zahrkek pero su madre humana. Ella vivió escondida con su madre durante años.  Cuando las descubrieron, a su madre la asesinaron y ella escapó antes de que la mataran.  Tenía habilidades que había heredado de su padre, era sigilosa y escurridiza, tenía muy buen oído y olfato. Podía notar la presencia de Zahrkeks a gran distancia. Aun así, toda la organización confiaba en ella y algunas veces había marchado durante un par de días para traer información de los campamentos Zahrkeks, le era fácil identificarlos y colarse en estos por las noches, aunque ella prefería observar des de lejos. En principio ningún Zahrkek sabía de ella, ya que la creían muerta desde ya hacía años, eso era un punto a su favor. Ella era mitad Zarhrkek pero los odiaba a muerte por haber destrozado su familia, odiaba a su padre pero aun más odiaba a su hermanastra, Ariydeen, era ejemplar para describir a uno de los de su especie, era peor que su padre y solo tenía un año menos que Astrid. Era fácilmente odiable y temida.

-¿Quieres que te enseñe el taller? –pregunto Myrth.

-Claro –dijo Krez –ya no me acordaba, tienes que enseñármelo.

-Vamos –Myrht miró a su hermano -¿vienes?

-No –respondió –yo me quedo aquí con Aure y Nyx.

-Yo quiero ver el taller –dijo Nyx, se levantó y fue hasta Myrth y Krez –Vigila a Aure.

Los tres, cruzaron el passillo y bajaron las escaleras

-¿Quieres que te enseñe a jugar al pendiente? –se hoyó en el piso de arriba.

Nyx miró a los dos chicos.

-¿Cuál es ese juego? –les preguntó –no he oído hablar nunca de él.

-Es un juego de cartas –respondió Krez –se trata de conseguir todas las cartas de un mismo palo de tu adversario, no es muy difícil pero si te equivocas tienes que darle una de tus cartas a tu adversario. Si quieres luego te enseño a jugar.

-Se llama así porque la mayoría de las veces en que juegas la gente se apuesta dinero y muchas veces joyas –añadió Myrth –El nombre coge un doble sentido porque la gente pierde mucho dinero y la mayoría de las veces acaba debiendo alguna cosa, por eso es como decir una deuda “pendiente”.

Krez ya conocía aquel juego de cartas, en Clott había jugado a ese juego, sobre todo cuando iba muy mal de dinero. Su padre le había enseñado y había jugado muchas veces cuando era niño, le había cogido el truco muy rápido y al cabo de poco tiempo la ganaba hasta a él. Aquello le había servido más tarde en la ciudad, cuando ya era huérfano. Iba a alguna taberna y si tenía la suerte de encontrar algun contrincante que no fuera muy habilidoso en el juego, podía asegurarse uno o dos pares de monedas, la taberna de Tina Ruppers era un ejemplo, la frecuentaba mucha gente, hasta algunos ricos. La mayoría de las veces subestimaban a Krez, aunque no era muy difícil viendo su poca edad, no tenía más de doce años, estos se quedaban parados cuando les vencía y se apropiaba parte de su dinero. Su estrategia era infalible.

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