La fortaleza de las estrellas

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-Vamos –dijo Vista en voz baja –no hay nadie que nos vea, camino despejado –había mejorado más rápido de lo previsto, el hambre y la sed la habían debilitado mucho y ahora estaba más viva que una mariposa en primavera.

Avanzaron entre la maleza hasta poder vislumbrar un gran claro del bosque donde había, en el suelo tres tiendas de tela. En la entrada había apostados dos guardias que las custodiaban.

-Podéis hacer menos ruido ¿por favor? –dijo indignado Oído que iba en cabeza del grupo- nos oirán –se giró y prosiguió el camino. Los dos hombres estaban dormidos y roncaban a viva voz.

-¿Y aquí vamos a encontrar comida? –dijo Nyx –esto no parece una gran fuente de alimentación –se encontraban en un lado del claro. Era de noche y no podían ver gran cosa.

-Tú solo mira hacia arriba –dijo. Nyx y Krez levantaron la cabeza y no creyeron lo que vieron. Aquellos arboles eran enormes, impresionantes. Había luces en lo alto de las copas, se podía distinguir la silueta de varias estructuras que se recortaban a la luz de la luna. Formaba una red entre los árboles, una fortaleza en las estrellas.

-¿Qué es eso? –preguntó Krez.

-Han formado un grupo en contra del poder del emperador, no sé –dijo –algo parecido, suben allí arriba por unas cuerdas y por esos postes que hay empotrados en los troncos de los arboles. La comida suele estar arriba pero tienen una reserva en esas tiendas que hay ahí –señaló a las tiendas donde los dos hombres jugaban a cartas ya medio dormidos –cuando no teníamos comida y no conseguíamos cazar nada veníamos aquí y cogíamos un poco. No creo ni que se dieran cuenta, éramos solo tres.

-El cambio de turno es de aquí a muy poco –dijo Olfato –lo aprovecharemos para colarnos y abastecernos un poco.

Efectivamente al cabo de muy poco tiempo dos figuras aparecieron en el claro, habían bajado por el tronco de uno de los arboles. Los dos guardias al verlos llegar se levantaron y los saludaron. Empezaron a discutir entre ellos, se ve que los dos hombres que habían estado haciendo guardia, se quejaban o había algún problema con los dos que habían venido a sustituirles.

-Este es nuestro momento –dijo Oído moviéndose sigilosamente hacia las tiendas por el lado opuesto en el que se encontraban.

Solo salieron Oído, Vista y Krez. Si hubieran salido todos sería bastante difícil que no los vieran. Entraron en una de las tiendas, la de la derecha. Los que discutían fuera no se dieron cuenta en ningún momento.  Dentro de la tienda había dos barriles con manzanas y otros frutos y de un madero colgaban dos perdices.

Escucharon entonces que  las dos personas volvían hacia las tiendas hablando entre sí. Pudo oír que se trataba de una chica y un chico. Por algún motivo la voz de la chica se le hacía familiar. Oído le dio una palmada en el hombro para indicarle que tenían que darse prisa. De fondo iba escuchando a los dos que estaban fuera.

-No sé porqué no se les quita de la cabeza la idea de que quiero traicionarlos –decía la chica –¿es que no pueden fiarse solo un poco?

-No les culpes, es raro que aparecierais así, de la nada… -cogieron diez manzanas de los barriles, no quisieron tocar las perdices, solo había dos y hubiera sido muy obvio el robo –… creo que voy a comerme una de esas manzanas que han recogido hoy ¿quieres una?

-No gracias –a Krez se le puso la piel de gallina cuando escucho aquello. Miró a Oído ¿Y qué hacemos ahora? Preguntaba con la mirada. Oído estaba tan aterrorizado como él. Pero no tuvieron tiempo para pensar en ello porque una silueta entro en la tienda. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró a dos ratas que fisgaban en las reservas de comida. Aun mayor fue la sorpresa que se llevó la chica que esperaba a fuera cuando él salió de la tienda con los dos ladrones.

-Crozat… -dijo –este es Krez.

Krez la miró. Era Astrid. 

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