cuatro paredes

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Pegeen abrió los ojos. Oscuridad, era todo lo que podía ver a su alrededor. Sus ojos tardaron bastante rato a adaptarse mínimamente a la pésima luz de aquel lugar. Se encontraba en una celda, cuatro paredes de piedra y cuatro barrotes de hierro en un agujero que hacían de respiradero, cuatro metros por encima de su cabeza. La sala tenía un techo alto y estaba vacía, no había ni un simple banco de piedra donde sentarse. Se levantó del suelo e intentó recordar lo que había pasado hasta llegar allí. Recordaba haber caído cuando escapaban de los Zahrkeks en los túneles, recordaba haber visto como Krez y Nyx se marchaban por uno de los pasadizos y luego… nada. Hasta ahora.

Sí, seguramente se encontraba en algún tipo de fortaleza, la habían cogido en los túneles. Se extrañaba de estar todavía con vida, lo más probable es que quisieran interrogarla, aunque… ella no sabía nada que ellos no conocieran ya. Se sentó en la pared, de cara a… ¿la pared? Miró las paredes, no había ni una sola puerta ¡no había puerta por la que poder salir! Ni entrar. ¿Cómo podía ella haber entrado allí si no había puerta? Era muy extraño. Palpó todas las paredes y no encontró ningún tipo de abertura, ningún pomo para abrir una puerta… que no existía.

Se sentó apoyada en la pared, justo debajo del respiradero e intentó ordenar sus pensamientos. Si no quería morir de hambre, soledad y aburrimiento en aquel pozo  tendría que buscar la manera de intentar salir de allí, aunque no hubiera forma de escapar… de alguna manera debía haber entrado ella allí y si todo lo que sube alguna vez tiene que bajar… todo lo que entra tiene que salir alguna vez.

Al cabo de poco rato le entró sueño y aunque intentó mantenerse despierta acabó por dormirse sobre las losas de piedra del suelo.

Despertó al oír unas voces que venían de la pared que tenía delante de ella. Se incorporó para sentarse en el suelo y no se movió de esa posición para no hacer ruido y poder escuchar lo que se hablaba fuera.

Se sobresaltó al ver un pequeño destello de luz en la pared frontal del pozo y detrás de ese destello la pared se abrió como por arte de magia. Se abrió una grieta en medio de la pared de piedra y a los dos lados de esta, la pared se encogió hasta formar una abertura en la piedra.

Dos hombres con capuchas negras se encontraban delante suyo, en lo que parecía un pasillo. Uno de los dos Zahrkeks agarraba una persona por el brazo, el hombre debía de haber sido drogado ya que no ofrecía ningún tipo de resistencia al guardia que lo sujetaba. En ese momento Peeg pudo ver por su tez blanca, que el prisionero se trataba de un Zahrk como los otros dos. ¿Qué habría hecho para que lo encarcelaran?

-¿seguro que es buena idea meterlo en el pozo con la mujer? –dijo el primero de los dos guardias.

-Créeme –dijo el segundo empujando al hombre dentro de la celda donde ella se encontraba –si descubre quién es, él la matará, si es que ella no lo mata primero –dijo y cerró la grieta tras de sí, dejando a Peegen sola con aquel hombre.

Peeg se quedo sentada observando al hombre que, poco a poco, iba recobrando la consciencia. Al cabo de un rato el hombre se sentó y la miró. Ella se puso en guardia, dispuesta a parar cualquier ataque que aquel hombre pudiera dar contra ella.

-No me mates –dijo el hombre viendo la posición que había adoptado la mujer. Hizo un gesto de pausa –no voy a hacerte daño –él se sentó en la pared opuesta a la que ella se encontraba –puedes confiar en mí.

-¿Por qué debería confiar en ti?

–Porqué sé quién eres –dijo –Astrid me lo dijo.

-¿! Qué tienes que ver tú con Astrid?! –gritó Peeg sobresaltada y volviendo a adoptar una posición de defensa.

El hombre suspiró mirando al suelo. Luego volvió a subir la cabeza hacia Peegen.

-Soy su padre.

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