Bajo tierra

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Se hacía de noche en la panadería, todos estaban muy agotados del día que habían tenido. Peegen había subido a hacer la cena mientras Krez y los demás recogían la tienda.

Durante la tarde había parado de llover, pero ahora volvía a resbalar agua por los cristales de la casa. Ninguno de ellos advirtieron el cambio de la tarde a la noche, pues el cielo se veía igual de oscuro por culpa de las nubes negras que lo tapaban.

Se oyó un trueno y seguidamente unos golpes fuertes en la puerta. Se repitieron varias veces hasta que Peeg bajó a abrir la puerta. La abrió.

Un rayo le iluminó a Astrid la cara tapada aun por una capucha extremadamente mojada y embarrada. Su cara mostraba desesperación y cansancio, pero por encima de todo, temor.

Entre arcadas dijo:

-¡Están aquí! -y entro en la casa.

Todos se quedaron parados al oír aquello. Astrid espitosa se movía de arriba abajo cogiendo cosas y metiéndolas en diferentes bolsas de viaje.

-¿Que estáis mirando todos? ¡Tenemos que salir de aquí! -gritó -me cogieron en el bosque, saben que estamos aquí y nos están buscando. Tenemos que irnos.

Todos hicieron caras de miedo, ya era la segunda vez que Krez tenía que huir de algún lugar, no le hacía gracia ¿pero que más podía hacer cuando él y sus amigos estaban en peligro? Toda la familia empezó a moverse por la casa recogiendo las cosas de valor que necesitaban, Peegen vaciaba todos los armarios de la cocina y llenó dos bolsas solo con comida que les serviría por el camino si no encontraban ninguna fuente de alimentación. También cogió todo el dinero que tenía en la casa y lo guardó para llevárselo.

Myrth cogió del taller, algunas herramientas que le podían servir. Cuando ya iba a marcharse recordó la sirda, no la dejaría allí, corrió hacia la mesa y la cogió. ya la terminaré por el camino si tengo tiempo pensó, y subió por las escaleras para reunirse con los otros.

 Astrid iba de lado a lado de la casa, cogía las mantas, las capas, comida y medicinas. En su mochila como tampoco tenía muchas cosas que llevarse había cogido ropa de recambio para todos y dos libros, los más preciados para ella.

Krez no tenía muchas pertenencias así que fue rápido, recogió todo y lo metió en su antigua bolsa de viaje, su flauta, su colgante... No tenía muchas cosas y como le sobraba espacio en la bolsa, accedió a guardar dos barras de pan que le dio Peegen.

Al final, al cabo de una hora, se encontraron todos en la tienda, con sus bolsas y ya con las capas puestas.

-Vamos -dijo Peegen a todo el grupo -tenemos que salir de aquí lo antes posible.

Salieron de la casa y se dirigieron  a la muralla este de la ciudad, allí había una casa en ruinas. Pasaron por encima de uno de los muros derrumbados de la casa. Krez se preguntó que estaban haciendo ellos allí, si se trataba de huir ¿porqué se entretenían entre las ruinas de una casa vieja? En esta,  solamente dos de las cuatro paredes se aguantaban todavía. Se dirigieron a una de las dos paredes que estaban derechas. Peegen apartó los escombros de encima de lo que parecía la puerta de una trampilla.  La trampilla era de madera vieja y gastada por el paso de los años. Cuando la hubieron descubierto toda Astrid sacó una llave de hierro y la abrió. El interior estaba oscuro. 

-Esta es la salida de emergencias de la asociación -explicó Astrid -es un túnel que nos sacará de la ciudad, fue construido hace mucho tiempo, simultaniamente a esta, así, en tiempos de guerra podían traer alimento y agua de fuera de la ciudad.

-Es muy largo -añadió Peegen- y tiene distintos pasadizos así que intentad no perder de vista al grupo -hizo una pausa -en tres días deberíamos haberlo cruzado.

Astrid fue la primera en bajar, seguida por Peegen. Krez bajó después. Había una escalerilla de metal que llevaba hasta el suelo del túnel, era bastante larga. Cuando llegó al final, lo rodeaba la oscuridad, miró hacia arriba: de la boca de la trampilla se veía una débil luz y podía distinguir las siluetas de Myrth, Ney y Plok que bajaban.

De repente Peegen encendió una antorcha y se hizo visible todo el interior de la estancia en la que se encontraban. El  suelo era de barro y hierbas que habían crecido con la mísera luz que entraba de los respiraderos que había a lo largo del túnel. En una esquina, había un montón de leña cortada y apilada. Peegen se dirigió hacia este. De su mochila sacó una bolsa y la llenó de leña. Se giró hacia los otros y dijo:

-La necesitaremos durante el camino. Se llevó a la espalda la mochila de los leños y le dio a Nyx su mochila para que la llevara, no creía que ella pudiera llevar un peso tan grande encima.

 Cuando estuvieron todos preparados, empezaron la marcha por el largo túnel, de luz solo tenían una antorcha. Ya no podrían volver atrás, si querían salvarse solo tenían un camino: tirar a delante.

-¿Qué pasó cuando te marchaste? -preguntó Nyx, todos se quedaron callados al instante, esperando oír la respuesta de Astrid. Estaban acampados en una esquina del túnel. Con la leña que llevaban habían hecho un fuego en el que estaban cocinando unos trozos de carne. Ese mismo fuego les servía de fuente de calor y de luz en aquel momento. 

-Me cogieron y me llevaron a su campamento -empezó a contar Astrid. Todos escuchaban atentamente todo lo que ella les contaba, la captura, el campamento, la conversación que había tenido con su hermana... -Y entonces vino mi padre, estaba solo y parecía cambiado, llegó hasta mí y me dijo que me sacaría de allí. Cortó las cuerdas que me sujetaban al árbol, luego me dio su capa negra y me la dio para que no se me viera. Me llevó hasta los límites del campamento y me dijo que más adelante ya tendríamos una mejor ocasión para hablar y contármelo todo, dijo que había cosas que yo necesitaba saber. Luego, antes de que me dejase marchar me dio una luz de vitrio para que me iluminase.

-¿Y que es una luz de vitrio? -pregunto Ney.

Astrid sonrió.

-Es una bola pequeña, que desprende luz, va muy bien porque no se ve desde lejos y ayuda mucho si lo que quieres es discreción. La que me dio mi padre era preciosa y con luz anaranjada, que pena, me la dejé en la mesa de la cocina antes de marchar...

-¿Es esto? -preguntó Aure. Esta llevaba la pequeña bola de luz naranja en la mano -la vi en la cocina y me pareció demasiado bonito como para dejarlo en casa.

-¡Si! -exclamó Astrid -¡gracias Aure!

-Nos servirá mucho -comentó Peegen -no tendremos que usar la antorcha -Astrid sonrió.

-Toma -le dijo Astrid a Peegen -¿Puedes guardarla tu? Eres nuestra guía -sonrió -alumbranos el camino.

Al cabo de unos pocos minutos, la carne ya estaba cocida y se pusieron todos a comer en silencio, en largo y oscuro túnel.

El Rayo PartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora