Ojos que no ven...

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Krez, Oído, Olfato, Myrth, Ney y Plok compartían una pequeña casa colgante. Estaba llena de literas, colocadas una al lado de otra formando un círculo. En la casa que se encontraba justo encima dormían Nyx, Aure, Vista y Astrid. Las dos estaban comunicadas con una escalera hecha de maderos en el tronco del árbol como las que se utilizaban para subir a las copas desde el suelo.

Astrid se levantó la primera y salió de la casa. El sol aun no se había alzado pero se intuía a través de los arboles.

Aquel día habían organizado una reunión, había muchas nuevas y tenían que reorganizar toda la resistencia y pensar cuál sería su siguiente paso porque lo tenían claro, ahora les tocaba a ellos actuar.

Paseó por las pasarelas de la fortaleza, aun desiertas. Quedaban muchas horas antes de que se iniciara la reunión. Llevaba en aquel lugar una semana y aun se maravillaba con su gran belleza, todo le parecía fantástico e irreal.

Se paró al cabo de un poco, se apoyó en la baranda de uno de los puentes que comunicaban las casas y observó desde allí el amanecer, que se alzaba rojizo ante sus ojos.

Oyó entonces, un par de voces que la sacaron de su ensueño, venían de la casa que tenía a sus espaldas. Se giró y se acercó a la casita. Las paredes  eran de madera y se escuchaba fácilmente lo que se hablaba al otro lado de estas.

-Si papá lo entiendo, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados –Su voz era inconfundible, se trataba de Crozat y se dio cuenta que efectivamente aquella era su casa.

-Hijo no podemos hacer nada contra ellos –dijo una segunda voz, mucho más apagada, mayor. Seguramente se trataba de su padre. Astrid sabía que pasaba algo con él, nunca lo había visto bajar de la fortaleza y la mayor parte del tiempo se quedaba dentro de la casa del árbol en la que ahora se encontraban.

-¿Porqué no lo intentamos? ¡No podemos quedarnos encerrados aquí para siempre! -Se quejó Crozat -¡Debemos actuar!

-¡No! No podemos –dijo su padre decididamente  –Tenemos que esperar. No podemos hacer nada ¡Nada! ¿Entendido? Y esa chica os acabará traicionando.

-Pero ¿no lo ves? ¡Lo tenemos todo a favor! esa chica conoce a los Zahrkeks, donde están, como viven, como son ¡Puede ayudarnos! ¿No lo ves? Y Astrid trajo a Krez y a los demás del rayo partido ¿No lo ves?

-No hijo, no lo veo –contestó su padre abruptamente –no puedo ver nada

-Puede, pero no puedo creer que con la vista también se marchara todo lo demás –Y después de esto Astrid oyó pasos que se acercaban a la puerta donde ella se encontraba. Se retiró alejándose un poco de la casa.

Crozat salió de la casa dando un portazo, la vio y se acercó a donde ella estaba. Se paró a su lado.

-Divertido eh –dijo y Astrid se puso roja. Se había dado cuenta que los había estado escuchando –ya no se qué hacer con mi padre. Antes era él el que siempre estaba dispuesto a seguir adelante aunque todo fuese negro. Habría ido hasta el fin del mundo para defender su causa –paró de hablar un momento –ahora… ya no es el mismo.

-¿Qué es lo que le pasa? –dijo –Quiero decir… ¿Qué le paso…?

-Está ciego –le cortó Crozat –ceguera total. No puede distinguir ni las sombras. Desde aquel día en que dejó de ver, se hundió en su propia oscuridad. Se encerró entre cuatro paredes que su misma imaginación había alzado. Se apartó de todo. Al principio intento mantenerse en pie, yo le contaba la situación en la que se encontraba la resistencia, él daba las órdenes y yo las comunicaba al resto. Hacía de mensajero. Cuando enfermó mi hermana pequeña y murió él volvió a encerrarse y a verlo todo destruido, sin posibilidades. Cada vez es más difícil razonar con él, se resguarda en su mundo sin que nadie sea capaz de sacarlo de él.

-Siento mucho lo de tu hermana… -dijo Astrid.

-De eso hace ya mucho tiempo, yo era muy pequeño –dijo sonriendo bajo la nariz –bonito amanecer ¿no? –miró a Astrid. Esta asintió. La luz de los primeros rayos de sol se reflejaba en los ojos claros del hijo del líder de la resistencia.

-¿Vamos a desayunar? –dijo Astrid –luego nos esperan unas importantes horas de reunión y tenemos que estar bien despiertos –Crozat rió y asintió con la cabeza.

Los dos se fueron andando por las pasarelas hasta una gran casa que hacía de comedor. Había tres o cuatro estancias grandes como aquellas. Se encontraban situadas en el tronco de los arboles. El tronco pasaba por el centro del interior de la casa y la aguantaba, eso hacía que la casa pudiera ser más grande y más ancha. Los de la resistencia llamaban a estas estancias “habitaciones madre” Ya que eran realmente grandes comparadas con el resto de las casas.

Allí estaban ya todos sentados en las mesas comiendo. Astrid y Crozat fueron a sentarse con Krez, Nyx, Aure y el resto del grupo.

-Buenos días –saludó Crozat y se pusieron a desayunar a treinta metros de altura.

Una hora después ya se encontraban reunidos. La sala de reuniones de la resistencia se encontraba en otra  de las habitaciones madre, cerca de la que contenía el comedor. Estaban allí Crozat y Astrid, Milton y Arce, los altos cargos de la resistencia y también Krez.

-La verdad, yo me imaginaba al chico un poco mayor –dijo Acre.

-Igual yo –dijo Milton –es muy… joven.

-¡Eh! No estamos aquí para hablar de él –dijo Crozat –estamos aquí para decidir que es lo que vamos a hacer.

-¿Tu padre no ha dicho que no hiciéramos nada? –dijo Astrid.

-Lo que está claro es que lo que no tenemos que hacer es no hacer nada –Crozat guiñó el ojo a Astrid –A ojos que no ven…

-Entonces ¿cuál es tu plan? –pregunto Milton.

-Pues veréis…

El Rayo PartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora