Capitulo 7.

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    —Amanda, niña. Estás hermosa —exclama Elena cuando me ve al pie de la escalera.

Le sonrío amablemente y froto mi brazo un tanto nerviosa.

—¿De verdad?

Estoy usando un vestido blanco, modesto. Llega hasta un poco más arriba de la rodilla y el escote cuadrado no es nada revelador. Sin mangas y acentuado a mis curvas. Mi cabello lo he recogido en un moño que deja al descubierto mi cuello. He delineado mis ojos y he aplicado bastante máscara. Mis labios tienen lápiz labial color rojo, combinados con mis pendientes y mis zapatos de tacón.

—Pero por supuesto que sí —asegura—. Es una lástima que no te vistas así para mi hijo

Frunzo los labios sintiendo un sabor amargo en la boca.

No había vuelto a ver a Alex luego de dejar a su noviecita con la palabra en la boca, y no quería volver a verlo.

Si seguía así, podría odiarlo antes de lo previsto.

—Elena, tu hijo y yo ya terminamos definitivamente. Él ya está con otra persona —ella asiente.

—Lo sé, lo sé, estoy un poco melancólica, tenía tantas esperanzas de que me dierais nietos —ella sacude la cabeza—. Mejor voy a echarme un poco de agua en la cara antes de ponerme a llorar

Desaparece escaleras arriba y yo no puedo evitar sentirme nostálgica también, después de todo, yo también quería tener hijos con Alex. Pero no, esta noche Alex no me la va a arruinar. Parpadeo varias veces para ahuyentar las lágrimas y consulto mi reloj.

Fred debería llegar en cualquier momento.

—Estás hermosa —murmura una voz a mi espalda.

Me giro y ahí está él, luciendo cansado. Muchas veces llegaba así a casa. Recuerdo que esos días pedía comida tailandesa —su favorita— para cenar, le preparaba un baño y luego le daba un masaje para que relajara los músculos. Aunque el masaje nunca duraba más de diez minutos, puesto que una erección se hacía presente tras acariciar su espalda por unos minutos así que hacíamos el amor con lentitud y pasión.

Ha transcurrido mucho desde esos días.

—Gracias —respondo cortésmente.

Alex se acerca y me mira de la cabeza a los pies.

—Si, te sienta mejor el cabello negro. Realzan esos hermosos ojos azules

Trago nerviosamente y miro a otro lado.

—Lamento lo que ocurrió esta mañana —vuelve a hablar él al ver que yo no digo nada.

Lo miro fijamente y asiento.

—Por favor aclárale a tu novia que entre tú y yo no pasa absolutamente nada. No quiero que mujeres que no conozco me odien sin razón aparente

Él asiente.

—Está bien, lo haré —asegura.

Nos quedamos en un silencio que se torna incomodo. Él continúa contemplándome y yo muevo mi pie con impaciencia. Cuando el timbre finalmente suena, el alivio me invade.

—Llegaron por mí, despídeme de Elena

Camino hacia la entrada dispuesta a irme, pero Alex me detiene tomándome del brazo.

—¿Dormirás esta noche fuera?

Abro mis ojos.

—¿Quién te crees que soy? —replico soltándome de su agarre—. No me acuesto con nadie en la primera cita, tu mejor que nadie debería saber eso. Y aunque si lo hiciera, no es de tu incumbencia

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