Capitulo 36.

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Alex duerme profundamente, sobre su estomago. Los músculos relajados de su espalda desnuda se ven muy atractivos a la luz de la mañana, al igual que su castaño cabello que gracias a los rayos del sol podría incluso verse rubio. Sus pestañas no son demasiado largas pero se pueden ver rosando la piel de debajo de los ojos. Sus labios entreabiertos están un poco húmedos, porque hace unos segundos los lamió mientras dormía.

Llevo despierta unos quince minutos pero no he querido salir de la cama de inmediato. De nuevo me he quedado admirando embelesada, porque él es muy guapo. Pero cuando él continúa sin despertar decido levantarme a preparar el desayuno.

Elena me enseñó varias cosas de la cocina mientras estuve viviendo con ella. No muchas recetas, en realidad, pero si algunas cosas básicas como cortar correctamente específica clase de cosas y cono sazonar. La verdad es que si bien me ofrecí a cocinar para el padre de Chelsea no me siento cómoda, lo hice por Alex y ahora me estoy arrepintiendo. No tengo ni idea de qué cocinar.

Mientras preparo una mezcla de huevo, azúcar y leche para hacer tostadas francesa de desayuno no se me ha ocurrido nada. Tal vez ternera, no, demasiada carne. Busco el pan, ¿tal vez salmón? Sacudo la cabeza, debo concentrarme en el desayuno.

Remojo el pan en la mezcla antes de colocarlo sobre una sartén antiadherente a la que le he colocado un poco de mantequilla para que la tostada se dore. Voy hacia el refrigerador y tomo el jarabe de alce, algunas fresas y jugo de durazno. La cafetera fue lo primero que puse en funcionamiento y ya el café está listo. Una por una doro las tostadas sintiendo mi apetito aumentar con el rico olor. Cuando ya están todas a la perfección, coloco en un tazón las fresas que ya he lavado y cubrió las tostadas con la miel de maple. Sirvo el jugo en dos vasos y el café en dos tazas.

Al terminar de arreglar todo, me dispongo a ir en busca de Alex pero éste ya viene caminando en mi dirección.

—Te despertaste temprano —dice alcanzándome.

Rodea mi cintura con sus brazos y me besa. Saboreo el mentolado y dulce dentífrico con mi lengua mientras lo beso.

—Quería prepararte el desayuno —susurro—. Y no es temprano, son las nueve

Alex mira hacia la encimera.

—Eso se ve delicioso, muñeca

—Espera a probarlas. Me pedirás que sea tu esposa cuando lo hagas —bromeo guiñándole un ojo.

Alex se aferra a mí.

—Creo que ya te lo he pedido y no por tu sazón exactamente

Me regala una sonrisa que promete toda clase de pensamientos pecaminosos.

—¿Ah, sí? —pregunto moviéndome contra su cuerpo provocativamente para luego alejarme—. Come o tu comida se va a enfriar

Le oigo gruñir a mis espaldas y hago todo lo posible por no reírme. He obtenido mi venganza por lo que él me hizo anoche antes de la boda, lo sé a ciencia cierta cuándo al voltearme para sentarme, veo su clara erección.

—¿No vienes?

Alex toma una profunda respiración y se acerca para sentarse frente a mí.

—¿Donde están las fotografías? —pregunta antes de tomar su primer bocado.

Termino de tomar un poco de mi jugo para responder.

—En el sofá, pensé que no querrías desayunar observando eso

—Pensaste bien —Alex vuelve a comer—, y esto está fantástico

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