Capitulo 28.

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Salgo de la cama con cuidado de no despertar a Alex, camino hacia el pequeño balcón de la habitación y observo las luces de la ciudad que parece demasiado lejana a través del lago Míchigan. No sé cómo se las ingenio Alex para encontrar esta diminuta y reconfortante casa, pero lo agradezco.

Después de ver esas fotografías mi mundo casi se había deshecho bajo mis pies. Alex comenzó a gritar que mataría a Fred, Gloria salió de su habitación asustada por el escándalo y yo sólo podía mirar las fotografías, no podía despegar mi vista de ellas. Esa era yo y ese era Fred, y parecía estar haciéndome suya, que conmigo inconsciente solo significaba haber sido violada por un enfermo y sin sospecharlo hasta ahora.

Cuando las lágrimas comenzaron a emanar de mis ojos y mi cuerpo comenzó a temblar sin control, Alex dejó de gritar. Le dijo unas cosas a Gloria que no recuerdo y a las que ella solo asentía. Luego ella llegó con un pequeño bolso que Alex tomó antes de llevarme consigo. En todo el camino en su auto solo lo oí hablar por teléfono mientras yo estaba hecha un ovillo en el asiento trasero de su auto. Yo no sabía hacia donde me llevaba Alex y entre todo lo sucedido carecía de importancia. Me sentía como una zombi, vagando sin sentido y sigo sintiéndome así en este momento, sentada en una silla de metal en la madrugada, con una brisa helada moviendo mi cabello sin cesar y mirando a la nada.

Me sentía tan sola.

—Amanda —murmura él a mi espalda.

Pero no estoy sola.

—Vuelve a la cama

—No puedo —susurro sin voltear a mirarlo.

Mis ojos están de nuevo llenos de lágrimas. Fred está sobre mí...

—Muñeca —musita Alex tomándome entre sus brazos.

Me estremezco y unas cuantas lágrimas salen. Alex me sostiene mientras mi cuerpo tiembla gracias a los espasmos que provoca el llanto. Antes había estado llorando silenciosamente, ahora siento que me hago, sollozo con fuerza en busca de aire y Alex solo me sostiene, susurrando palabras reconfortantes y con amor para calmarme.

No sé por cuánto tiempo estuve así, sollozando entre sus brazos, pero pareció una eternidad, y para cuando acabó, la camiseta sin mangas que Alex tenía puesta terminó empapada en lagrimas.

—Lo siento —susurro intentando limpiar mis lágrimas sin mirarlo—. Soy un desastre andante justo ahora

Alex toma mi rostro entre sus manos para que lo vea y no hay nada más explicito en sus hermosos ojos que amor.

—Nunca podrás ser un desastre para mí, muñeca

—Fui violada —digo sintiendo dagas clavarse en mi pecho cuando lo digo—. Confié en un maldito desconocido, que me drogó y abuso de mí para luego verme la cara de estúpida. ¿Cómo no puedo ser un desastre? Probablemente te estoy dando asco justo ahora

—No vuelvas a repetir eso —asegura firmemente—. Eres mi mujer, te amo por sobre todas las cosas y nunca me darías asco. No puedo dar por sentado que el maldito hijo de puta te violó, en las fotografías solo se ve su torso...

—Ambos estamos desnudos Alex, eso es más que obvio —replico levantándome y alejándome.

Vuelvo a posar mi vista sobre los edificios que brillan en medio de la oscura noche.

—Amanda...

—Estaba tan necesitada porque alguien me quisiera, por olvidarte, que me fui de bruces contra el suelo. Y de qué manera lo hice. Deberían darme el premio a la estupidez

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