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Estaba por entrar a casa, pero la risa de Jules hace que me detenga por un momento. A pesar de que no tenía una voz potente, su risa si lo era.

Al entrar, ella suelta un pequeño chillido mientras de un brinco toma mi brazo y me arrastra hasta llegar a mi habitación.

Mi sencillo y casi vacía habitación

–Estuve buscando en mi ropa y en la de mi hermana,  encontré algo perfecto para las dos – abre su mochila y saca dos vestidos. Uno era de color celeste claro mientras que el otro toma un simple color marrón claro.

Los vestidos era muy bonitos, y en un pueblo como el nuestro era raro conseguir uno, al menos que alguien viajara a la ciudad. 

Jules eligió el vestido celeste y yo tomé el marrón. Ambos combinaban con nuestros ojos, palabras de ella no mías.

Nos colocamos el vestido, buscamos nuestros mejores zapatos  y dejo que me peine  provocando ondas en mi cabello castaño y coloca un poco de maquillaje, traído de la ciudad especialmente para ella.

Nos tomamos nuestro tiempo necesario, tomamos unos abrigos y bajamos por las escaleras, porque ya nos estábamos retrasando.

Había una gran multitud de personas, dispersas por todas partes. Unas charlando con otras, niños corretiando por todas partes y evitando que pudiéramos caminar.

Con Jules damos algunas vueltas mientras en el camino saludábamos algunos conocidos y amigos. Vemos a nuestros padres y caminamos hasta ellos, pasar escuchar que podemos tomar asiento.

Durante la cena, sentía una extraña sensación, por momentos sentía que alguien me observaba. Aparté la mirada de los ojos de mi amiga y comencé a buscar al dueño de mi incomodidad. Después de unos minutos de búsqueda me rendí y opté por la opción de seguir cenando.

Cuando comenzaron a tocar los músicos del pueblo, algunas personas se levantaron y comenzaron a bailar. 

La vista era agradable, todos parecían disfrutar de la celebración y por momentos hasta yo disfrutaba del momento. Inesperadamente Jules toma mi brazo y tira de mí.

Arrastro los pies y evito que siga tironeándome, bailar era lo que menos quería hacer en estos momentos. Da media vuelta y frunce el ceño, dándome a entender que me obligaría de todas formas.

Pasamos unos minutos bailando junto a nuestros padres, hasta que aparece Allen y desaparecen.

Diría que me enfurece el hecho de que me haya dejado completamente sola, pero era todo lo contrario. A veces, tenía que tomarme pequeños descansos de la presencia de Jules. 

Me alejo de la multitud y me topo con el bosque. Él era el único capas de darme tranquilidad, y calmarme en un tiempo record.

Todo era mejor cuando entraba en él. 

Completamente perdida en mis pensamientos, no sentí la presencia de alguien acercándose a donde estaba, hasta que una profunda voz me hizo voltearme y volver a la realidad.

 –¿Por qué no estás disfrutando de la fiesta?

Me volteo para ver quién es el dueño de esa profunda voz y me encuentro con un adolescente casi hombre. 

Parecía apenas estar pasando los veinte años, era algo... demasiado alto, su cabello era negro como la noche y a pesar de la distancia que nos separaba podía diferenciar sus ojos y si estaba en lo correcto eran de un color avellana. Estaba parado en el lugar justo, siendo iluminado por los pequeños rayos de luz que se filtraban a través de los árboles.

No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora