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Ether en multimedia. 


Ya en casa de Jules, habían llegado familiares y amigos. Se celebraría una pequeña fiesta en el jardín y todos se dirigían allí.

Veo a Allen a sólo unos pasos y me acerco a él. 

–¿Y si hacemos lo mismo que ellos? –señalo al grupo de familiares que en ese momento pasaba por delante de nosotros en dirección al jardín. Allen se encoje de hombros y seguimos sus pasos –Puedo sentir lo tenso que estás Allen, deberías relajarte y hacer que Jules disfrute su noche.

  – No puedo cuando lo único que hago es tener miedo. Miedo de que tanto vengan a reclamar a Jules como que también aparezca mi pareja. Me siento feliz con ella – mira a Jules un momento, y una sonrisa se asoma.

  – Lo sé, pero no tienen opción. Deben disfrutar el tiempo que puedan cuando estén juntos. 

  – Pero el miedo sigue estando – Allen tenía buenos sentimientos, pero los lobos tenían su destino marcado. ¿Qué se podía hacer contra ello? 

  – Procura ser feliz, Allen –  asiente y lo veo seguir mi consejo. Camina hasta Jules tomándola desde atrás y dejando besos en su cuello. 

Me sentía feliz... sólo por ellos.

El resto de la velada pasó de manera rápida, todos comían, bebían y disfrutaban de la música.

Cada vez que una adolescente llegaba a la mayoría de edad, era una tradición disfrutarlo de manera grande y lo más extravagante posible. Por eso, siempre estaban presentes lo músicos del pueblo. Brindando su música.

La media noche cada vez estaba más cerca y los nervios crecían de manera notable, por parte de todos los presentes de la fiesta. 

A mi referencia estaba en negación, habían pocas probabilidades de que todo fue a ocurrir. Eran mayores las probabilidades de que termináramos la noche en paz. Me sentía tranquila con ello. 

Sólo quedaban segundos para la media noche y algunos comenzaron con el conteo. Al llegar la cuenta a cero un escalofrío recorrió toda mi columna. 

Hecho que hizo reconsiderar mis palabras anteriores. 

La cuenta llegó a cero y todos celebraran. Jules se veía feliz pero el pequeño eje de preocupación o incomodidad no abandonaba su rostro. 

No quería verla de esa manera.

  – Te he hecho esto, no es mucho pero cuenta –  le entrego un pequeño paquete, y al terminar de examinarlo me regala una sonrisa. 

  – Me encanta, gracias – rompe el pequeño paquete y deja caer en su palma un pequeño lobo. Algo irónico en este momento, pero no había tenido la intención de hacerlo. 

Hace unos años papá me había enseñado escultura, y aunque no fuera lo suficientemente buena en ello, servía para momentos como éste.

La noche avanzaba y las personas comenzaban a despedirse. Tanto como ellos y mis padres se veían cansados.

 Camino hasta ellos y me planto – Ya es tarde, deberíamos irnos. 

Están de acuerdo con ello y comenzamos a despedirnos. Camino hasta Jules y le doy un pequeño abrazo.

–Lo siento, pero debemos irnos. Mamá y papá están cansados y...

  – No te preocupes, Ether. Nos veremos mañana – nos despedimos y comenzamos a abandonar el jardín. 

No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora