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El sábado había llegado. Era el día donde no había horarios, excepto para la hora de entrenamiento.

El día sábado, era el día donde hombres lobos y humanos se juntaban, y entrenaban juntos.

A pesar de todo, ellos eran quienes nos enseñaban todo sobre el combate. Nos enseñaban a pelear y saber defendernos. 

No teníamos excusa para hacerlo, pero aún así... lo hacíamos. Nos hacía sentir más seguros.

La tarde llega y en cuestión de rutina, primero camino hasta casa de Jules y juntas vamos por Allen.

El entrenamiento aún no comenzaba así que nos reunimos con los demás en el centro del lugar. Las personas entrenaban contra hombres lobos. Así que Jules y Allen se alejan y lo único que puedo hacer es esperar a un compañero o compañera.

Un chico rubio se coloca frente a mí, cabello largo, músculos a la vista. Era tan fácil reconocer hombres lobos. Hace una reverencia en mi dirección y la acepto.

Me extraña el darme cuenta de que no es de nuestro pueblo, pero aún así no tengo tiempo para pensar en ello. Porque estaba corriendo hacía mí y la intención de derribarme.

Mi mente está en blanco, calculando cada movimiento de su parte, recordando cada movimiento aprendido. Y demostrando que era mucho más de lo que todos pueden llegar a pensar de mí.

Las horas de entrenamiento transcurren y nunca me costó tanto derribar a un hombre lobo. Quizás siempre me mentalice que tenía que ser mejores que ellos, para demostrar que los humanos no eramos débiles como ellos a veces nos hacían ver. 

Puse todo mi empeño y logré terminar con él.

Sentados bajo un árbol, agradeciendo la sobra y un poco de agua todos descansamos. 

Veo al mismo hombre lobo de anoche, utilizando su mejor ropa de entrenamiento, caminando hasta llegar a unos metros de distancia donde se encontraba mi compañero. Lo veo decirle algo al oído y después de alejarse.

¿Le habrá dicho algo sobre mí? Una pequeña llama se enciende pero decido soplarla. Estaba teniendo actitudes no propias de mí

Me encojo de hombros y sigo bebiendo un poco más de agua.

El descanso termina y camino hasta el mismo lugar donde habíamos estado entrenando. Espero unos minutos al chico rubio, pero nunca aparece.

Sólo aparece el lobo ojos avellana, se para en frente de mí y una pequeña sonrisa aparece en su rostro.

–Ya tengo compañero.

– Tenías, acabamos de hacer un cambio de parejas – asiento sin mostrar mi incomodidad, y me coloco en posición. Esto era lo que mejor sabía hacer, y era una manera para demostrarle que no me importaba quién fuera. 

Quería demostrarle que no podía hacerme sentir ni una pequeña chispa de emoción. O eso quería creer yo.

Espero que él haga su primer movimiento pero nunca lo hace, así que me arriesgo a tomar la iniciativa. Lanzo el primer golpe, cumpliendo con el propósito de éste antes de que lo esquive, me agacho y estiro mi pierna para provocarle una caída. Me lanzo hacía él y con mi mayor esfuerzo intento tomar sus muñecas evitando sus golpes en el camino. Arruinando mi plan se levanta y antes de seguir un segundo más siendo alzada por él, me lanza al suelo. Me sonríe y me quedo un momento allí.

Tenía que pensar un manera de poder con él, era demasiado fuerte e inteligente. Le doy a entender que no tengo pensado levantarme y en el momento que deja de prestarme atención, me levanto y me lanzo de nuevo hacia él. Con mis piernas bloqueo las suyas e intento tirarlo. Ambos forcejeamos y terminamos cayendo los dos. 

No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora