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El invierno comenzaba a irse y la primavera se hacia sentir.  Desde la habitación se podía sentir que afuera era un hermoso día soleado. Amaba disfrutar días como este. 

Recordar la noche y que el día este así mejoro notablemente mi humor.

Luego de vestirme bajé a la cocina, al parecer nadie se había levantado aun. Tomo un desayuno sola y salgo de la casa esquivando los guardias y dirigiéndome al bosque.

Corro hasta él, entro y sigo corriendo de manera rápida. Había aprendido a ignorar el ligero ardor de mis piernas y fue lo que comencé a hacer y no pare hasta que me falló la respiración.

Al parar a tomar un descanso escucho el correr de agua y me guío por él encontrándome con un río, no sabía que había alguno cerca. Observo una piedra y me siento en ella aprovechando el agua cristalina del río. Los rayos de sol penetraban entre los árboles y reflejaba el agua. 

Era digno de admirar. 

  – Estás un poco lejos de la casa de Marcus–doy media vuelta y veo a un chico de solo unos años mayor que yo, era alto y sus ojos castaños combinaban con su cabello.

  – ¿Y tu quién eres? –se acerca y se sienta a una distancia considerable de mí.

  – Soy Kyle, un gusto Ether...

  – ¿Cómo es que sabes mi nombre? 

  – Porque eres famosa, todos te protegen y muchos te han buscado... supongo que queda alguien solamente en encontrarte –sus palabras, el tono de su voz y su mirada me decía a gritos que no podía confiar en él.

  – Se me ha hecho tarde, debo irme. Adiós –me paro y paso por su lado pero agarra mi muñeca.

  – ¿Sabes lo difícil que es encontrarte sola?

–Es mejor que me sueltes –lo amenazo.

  – Esta bien pero solo déjame hacer esto – con el agarre de mi muñeca me acerca más a él y se acerca. 

¿Qué estaba haciendo? 

Hace un solo movimiento y sus labios conectan con los míos. 

–Ahora puedo dejarte ir, Ether –se aparta y lo único que siento es confusión. 

Me di vuelta y comencé a caminar de regreso hasta que poco a poco me fui sintiendo mal. Mareos me impedían que siguiera caminando... todo me daba vueltas mientras él seguía ahí parado observándome. 

Mis piernas fallas y trato de llegar al suelo. 

Lo último que veo con claridad es la sonrisa plantada en su rostro.

  – Buenas noches, Ether. 



La cabeza me dolía a tal punto que sentía que tenía vida propia y palpitaba. Con pesadez abrí los ojos y me encontré en una pequeña habitación decorada con negro y rojo.

Me reincorporo y me extraña no estar atada. 

Después de un rato la puerta se abre y entra una mujer de apenas 30 años, su piel blanca y su cabello pelirrojo. Ella era hermosa.

  – ¿Cómo te encuentras?– pregunta de manera agradable. 

  – Me duele la cabeza – la escucho reírse y cierro los ojos. 

  – Lo siento pero ese dolor va a aumentar en cuestión de segundos, recuperaras la memoria Lenna. Y juntas vamos a terminar lo que una vez empezamos.  

  – No entien... – no pude terminar la palabra porque un dolor mucho más fuerte comencé a sentir. Sentía que mi cerebro quería salir de mi cabeza.

  – Me duele mucho, por favor– sollocé. 

Lagrimas comenzaban a caer mientras esperaba que el dolor disminuyera un poco al menos.  

  – Respira profundo, no puedo ayudarte... tú solo respira – comencé a respirar de manera continua y controlada mientras el dolor iba disminuyendo muy lentamente.  

Una vez que ya no sentí más dolor y pude recuperarme un poco, mi mente quedó en blanco.

  – ¿Lenna? – una punzada atravesó mi cabeza.  

  – ¿Qué me hiciste?– apenas logro decir.  

  – Te devolví la memoria, ¿te acuerdas de algo? 

Una imagen tras otra aparece en mi mente, en todas esas imagenes aparecía Lameth, Darius y otras personas pero sobre todo yo.

Era yo pero nada se sentía normal. Sentía que estaba en otro cuerpo y había vivido otra vida.

Hasta que todo fue tomando forma y tomando su lugar. 

Era Lenna.

  – ¿Tienes algo para dormir un rato Lameth? 

–Ya vengo–anuncia y se marcha.

Cierro los ojos y más imágenes llegaban. De a poco fui sabiendo quienes eran las personas que aparecían en mis recuerdos. 

De todo lo que recordaba lo más doloroso eran mis padres, ellos no eran mis verdaderos.

Mientras las imágenes seguían viniendo a mi mente el dolor seguía estando. 

Los malos recuerdos comenzaban a aparecer. 

Yo haciendo cosas malas.

Yo provocandole dolor a las personas.

Una parte de mí no entendía cómo había podido ser capaz de eso mientras la otra lo reconocía inmediatamente. 

Las dos personas que era estaban enfrentadas. 

Cierro un momento los ojos y escucho la puerta.

  – Acá tienes Lenna – bebo algunas hierbas y espero su efecto. 

Darius tenía razón, él y yo eramos... 

No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora