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Todavía estaba esperando que Duster encontrara las palabras adecuadas y comenzara a hablar. Se estaba tomando su tiempo, uniendo cada uno de los hechos, por último inhala y exhala, encontrando mi mirada.

–Cuando te llevaron, todos los desterrados desaparecieron. Tus padres estaban desesperados y convocamos un reunión. La mejor opción que tuvimos fue buscar a una bruja y pedirle tu localización, lo que no nada fácil. Ella nos dijo exactamente dónde te encontrabas y vinimos directamente aquí. Eso es todo.

Tenía la necesidad de seguir pidiéndole explicaciones y no solamente por saber más, sino porque cada vez que hablaba podía ver en su perfil derecho que un pequeño hoyuelo se le formaba y lo único en que podía pensar era en estirar mi mano y tocarlo.

El viaje de regreso a casa era largo y pesado, y lo único que podíamos hacer era caminar. Llevábamos más de tres horas caminando y el peso de no haber dormido bien durante estás últimas largas noches me estaba cobrando su costoso precio. 

Como si Marcus hubiera sido capas de escuchar los gritos de piedad de mi mente, nos anuncia que pararemos a comer algo y luego descansar un poco.

Después de la extraña mezcla que Lea había puesto sobre la herida de Allen, le dio un té tranquilizante y éste había estado durmiendo las últimas horas. Al verlo despertar me acerco a él y poso mi mano en su hombro.

  – Hey, ¿cómo te sientes? 

–Sin dudas estoy mucho mejor, ¿algo de lo que deba enterarme? –arquea sus cejas y mira de reojo a Duster.

-Bastante bien ¿me podrías contar un poco qué pasó?

Niego y le respondo –: No, muchos desterrados murieron al igual que integrantes de su manada, y tú al estar tan lastimado mi amiga Lea te ayudo y te dio algo de beber para que pudieras descansar, hemos estado caminando por cuatro horas y este es el primer descanso que estamos tomando.

–¿Lea? –pregunta y observa a los alrededores, supongo que queriendo encontrarla.

–Lea –afirmo, hago un pequeño movimiento en dirección a mi amiga y lo veo encontrarla con la mirada. Sus ojos brillan y susurra su nombre.

  – Lea...

– Así se llama, ahora iré por un poco de comida.  

–¡Espera! –toma mi mano y me obliga a tomar asiento de nuevo – Ella... ella es...

  – Es quien me ayudó a escapar por eso ha venido con nosotros. 

–No me refiero a eso, Ether.

–¿Entonces?

  – Por Dios, ella es mi pareja –  trato de buscar alguna señal en su mirada diciéndome lo contrario a lo que su boca acababa de decir, pero no había nada... sus ojos brillaban y no despegaba su mirada de ella. 

Claramente tenía que dejar de pensar que la casualidad existía,  comenzaba a creer que el destino tenía todo esto preparado para nosotros.

Allen tenía que entender que Lea no había tenido una vida sencilla y que acababa de salir de un terrible momento, un momento que marcó su vida, tenía que esperar más tiempo para poder hablar con ella. No quise entrar en muchos detalles pero podía notar la nostalgia en la mirada de Allen y de la manera en que su ánimo cayó.

Al ya no tener más la atención de Allen me levanto y voy por un poco de comida para ambos, invitando a Lea que nos acompañe en el camino.

  – ¿Puedo?– pregunta Duster señalando a mi lado.  Asiento y lo veo sentarse. 

Lucía relajado y no parecía prestarle importancia a nada más que no fueran sus pensamientos, estaba perdidos en ellos mientras su ceño se arrugaba en algunos momentos.

Escucho que alguien se aclara la garganta y veo a Allen sonreírme, entendía perfectamente lo que estaba queriendo decirme, además de advertirme que lo estaba mirando fijamente. Vuelvo a mi comida y soy yo quien se pierde en sus pensamientos ahora.

Marcus se para delante de nosotros y limpia sus manos en sus pantalones –¿Podrían ayudarme con la leña? 

Duster se para y copio sus acciones. Tanto Lea como Allen no podían hacer grandes esfuerzos, prácticamente estaba obligada a ir.

Doy una última mirada a Allen y veo sonreírle a Lea, y ella corresponderle. Sabía que estaba sacando una conclusión demasiado rápido, pero algo en la mirada de ella me decía la simpatía que comenzaba a tener por mi amigo.

Alcanzo a Duster y juntos caminamos por los alrededores en busca de cualquier tipo de troncos que pudiese servirnos para pasar la fría noche. Lo miro de reojo y lo noto hacer lo mismo. 

Su mirada me ponía nerviosa y al verlo mirarme de reojo más veces de las que pudiera contar, río.

–¿De qué te ríes? –pregunta.

  – Es obvio que de ti – le digo mientras arruga su frente en señal de confusión.

  – ¿He hecho algo? –finge no entender la situación.

  – Ya lo sabes –lo veo sonreírme y mi sonrisa se hace más grande.

Tiene una dentadura blanca y perfecta, pero sobre todo... sus hoyuelos son perfectos.

Algo dentro de mí estaba cambiando aunque no quisiera darme cuenta.


No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora