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Después de mi intento de ser amable y aceptar el café de Josh seguí con mi trabajo. Volví a sentir esa mirada y una especie de escalofríos abrumante invadió mí cuerpo pero quizás ver demasiadas películas e historias de terror causaban ese tipo de alucinaciones en mi mente o quizás podría ser cualquier persona que esperaba su turno y sólo me fulminaban con la mirada por ser la nueva y la lenta recepcionista.
Eran ya las tres de la tarde, puse un aviso sobre la barra que quedaba encima de mi escritorio y me dirigí a la cocina. Habían varias personas comiendo incluyendo a Josh.

—Provecho—les dije.

Me acerqué al gran buffet, tomé comida china y un poco de té helado. Con mi plato y vaso en la mano me dirigí hasta una mesa un poco desolada, coloqué mis cosas en ella pero regresé hasta el mostrador por algún trapo para limpiarla.

—Ese es el trabajo de Mark, el de limpieza.—se quejó Josh desde su mesa.
—Pienso que si él no está aquí podemos ayudarle, ¿no?—dije sin mirarle mientras terminaba de limpiar.
—En efecto, harás que el holgazán de Mark se acostumbre y deje de hacer correctamente su trabajo.—me contestó casi ahogándose con una pierna de pollo.
—No por el hecho de que lleve un uniforme de recepción quiere decir que no pueda limpiar una mesa—dije dejando el trapo y lavándome las manos.

Me senté finalmente a comer, la comida estaba deliciosa pero seguía sintiendo ese escalofrío en mi cuerpo. Levanté el plato y el vaso, los dejé sobre un carrito de trastes sucios. Fui por mi bolso a la recepción, me dirigí al baño y me lavé los dientes con el cepillo que siempre llevaba.
Al volver a mi puesto de trabajo intenté tener una buena actitud, me dolía la cabeza muchísimo, Josh comentó que el señor Haner me estaba buscando.
Fui hasta la oficina del señor Haner y me quedé parada algunos segundos afuera pensando en lo que me diría, ¿había hecho algo mal?.
Toqué levemente pero nadie atendió, su secretaria regresó ya que cuando llegué no estaba.

—El señor no está.—dijo y bebió de su café.
—Ya veo, ¿podría avisarle cuando llegue que estuve aquí?—dije mirando mi reloj.

Se limitó a asentir, tomé el elevador hasta la planta baja y me senté de nuevo en mi acogedor asiento.
Ya eran las siete de la tarde, Josh me había dicho que saldríamos a las ocho ya que los del turno nocturno recibirían unas capacitaciones extras. Recibí y traté lo mejor que pude a los clientes, ellos no tenían la culpa de mis dolores de cabeza que eran relativamente diarios a decir verdad.
Seguí hasta las ocho y media. El chico del otro turno, Drake, se había atrasado y me había pedido de favor que no le dijera a nadie para no tener problemas. Mientras me dirigía a la salida, recordé al señor Brian. Me devolví hasta su oficina, me encontré a la secretaria hablando con Josh.

—¿Se encuentra el señor Brian?—le pregunté.
—Si, me ha dicho que pases—respondió y volvió su vista a Josh.

Toqué la puerta y después entré, él me sonrió.
Me acerqué hasta posicionarme frente a su escritorio, me hizo señal de que me sentara y lo obedecí.

—¿Sucede algo señor Haner?—le pregunté tímidamente.
—Sólo quería pedirte un favor.—dijo sin voltear a verme mientras ordenaba unos papeles.
—Claro, dígame.—le dije.
—Limítate a trabajar y no a caer en los enredos de Josh.—me dijo acomodándose los lentes y mirándome.
—Yo no suelo caer en los enredos de nadie—sonreí algo molesta y me levanté.—¿Algo más?—añadí.
—Eso es todo, que pase una excelente noche señorita Weldon.

Salí de la oficina con algo de prisa. ¿Me regañaba a mi por cruzar palabras con Josh mientras la secretaria le coqueteaba afuera de su propia oficina?. Tomé las escaleras ya que en el ascensor iba una pareja. Me pasé por las habitaciones y las veía tan limpias, todo el lugar de color beige reluciendo de brillo, al parecer Mark, el de limpieza hacía un buen trabajo.
Llegué hasta el recibidor y despedí con la mano a Drake, cuando llegué a la salida caminé dos cuadras hasta la parada de taxis.
Me quedé de pie esperando que llegase uno para por fin descansar en mi adorada cama.

—Dayan—escuché mi nombre y me giré.

No podía creerlo, era Brian Haner. Actúa normal, actúa normal.
Se miraba tan hermoso, me iba desmayar ahí mismo.
Dios, ese hombre era un dios. Estaba de alguna manera controlando mi mente y mi cuerpo, era tan guapo que podrías preguntarte si era real.

—Hola Bri—dije viéndolo acercarse.
—Hola—dijo con emoción y me abrazó.

Miles de cosas revolotearon en mi vientre, no podía ser verdad. ¡Vamos Weldon es sólo atracción física!.

—¿Cómo has estado?—pregunté.
—Vaya, mi padre tenía razón cuando me dijo que tenía que venir exclusivamente a echarle un ojo a su nueva recepcionista.—sonrió.

Me sonrojé de inmediato, puse un mechón de cabello tras mi oreja y posé mi mano en las agarraderas de mi bolso.

—¿Interrumpo algo?, ¿Ya ibas a casa?—añadió.
—No interrumpes—sonreí—Si, ya me iba a casa. Me siento un poco mal.—suspiré.
—Te llevo a tu casa—propuso sonriendo.
—No gracias—le respondí.
—Vamos, no te quitaré el tiempo solamente quiero asegurarme de que estés bien—dijo poniendo su cara de inocente.

Sus preciosos ojos parecían un tesoro y me estaba volviendo loca la manera en que se hacían pequeños al sonreír.
Tenía que mantenerme firme y no aceptar ninguno de sus juegos ya que desde la secundaria tenía la más grande fama de mujeriego. Sí, desde la secundaria.
Pero en la vida real esas cosas no cambian, al menos no para Dayan Weldon, el que crece mujeriego muere mujeriego.
Es como el círculo vicioso de mi padre con el cigarrillo, lo fuma desde los 15 y lo abandonará hasta que muera, aunque suene despiadado es la verdad. Porque casualmente el día que eso suceda todos vamos a culpar al tabaco y no a él por prácticamente suicidarse lentamente.

—¿Entonces?—cuestionó sacándome de mis pensamientos.
—Gracias Haner, pero tomaré el taxi.

Le di un beso en la mejilla y subí al taxi que había llegado, él me sonrió de una manera que no pude descifrar. Le indiqué al conductor mi destino y encendió el auto para después ponerlo en marcha.

—Disculpe, ¿conoce usted al automóvil de atrás?—me preguntó el taxista.

Giré mi vista hasta el espejo trasero y visualicé un Camaro modelo 2015 z28 de color negro, mis ojos se enamoraron del automóvil.
Demostraba clase y un alto nivel social, sin duda me encantaría ir por la vida con un auto como ese.

—No lo creo, ¿Porqué?.—le dije volviendo mi vista al frente.
—Nos viene siguiendo—dijo doblando por una calle estrecha.

Me bajé en mi casa y el taxista se fue. Me quedé frente a la puerta mientras buscaba mis llaves. Escuché la alarma de un auto al ponerle la seguridad y me asusté dejando caer mi bolso al piso. Estaba en shock al ver a Brian en ese auto y después acercarse a mi. Recogió mi bolso y me lo entregó.

—Quería asegurarme de que llegaste con bien—dijo sonriendo.

En vez de darme ternura me ocasionó miedo.
Asentí y por fin me metí a mi casa, no sabía si invitarle a pasar o dejarlo afuera así que simplemente entré diciendo que me sentía mal y pude ver que no se fue hasta que encendí la luz de mi habitación. Lo miré por la ventana, se despidió con la mano y se marchó en su auto saliendo del fraccionamiento en el que vivo.
Era lo más incómodo que había vivido últimamente o es que esas cosas no me suceden a mi.
Me di un relajante baño y me dispuse a descansar, lo primero que apareció en mi mente al cerrar los ojos fueron los de Brian, me levanté abrumada y volví a intentar dormir.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora