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—¡Yo no lo hice!, ¡Yo no lo maté!.—sacó sus llaves y abrió la puerta.—Tienes que escucharme.
—No me hagas nada, Brian.—supliqué.
—Tenemos que irnos de aquí.—sollozó.

Se quitó la ropa mientras yo sólo observaba lo que hacía, la metió en una bolsa y se cambió con algo limpio después de limpiarse las manos con la camisa anterior.
Me prestó una de sus camisas y me cambié. Buscó una mochila para meter un botiquín de primeros auxilios y más ropa. Esta vez no era el Porsche ni el Camaro, era una motocicleta que se encontraba la cochera de la casa.

—Ponte esto.—dijo dándome un casco.
—¿A dónde iremos?.—pregunté poniéndomelo.
—No lo sé.—suspiró.—Nunca me han descubierto.
—Era tu propio padre.—dije sin poder creerlo, me subí a la motocicleta.
—Yo no lo hice, entiende. Sí, maté a una persona pero jamás mataría a mi padre.—dijo encendiendo el vehículo.—Lo hice en defensa propia, ahora todo es un escándalo. La gente piensa que mi padre está tomando unas vacaciones, que yo lo voy a sustituir. Sustituirlo sería mantenerme todo el día ocupado y yo quiero estar todo el día contigo,yo ya no quiero seguir haciendo esto.

Me coloqué la mochila y arrancó la moto, salimos de la gran casa. Lo abracé y cerré los ojos al sentir como mi cabello se despeinaba con violencia por culpa del viento, Brian me miraba por el retrovisor. Mis manos estaban en su pecho, podía sentir como le encantaría estrellarse contra cualquier cosa y morir ahí mismo, como estaba sufriendo y a la vez parecía que no lo hiciera.
Condujo con una mano dejando la otra sobre la mía en su pecho, miles de emociones flotaban dentro de mí como cuando te subes a un lugar muy alto y sientes la sensación de caer. Cuando estás completamente tranquilo y te asustas haciendo que tu corazón y todo dentro de ti se sobresalte. Así era estar con Brian Haner, una especie de emociones o escalofríos juntos pero de esos que enamoran y te hacen sentir...vivo.
Quizás yo estaba haciendo mal, quizás el amor me cegaba y cualquier persona que estuviese en mi lugar ya lo hubiese encerrado en la cárcel pero yo simplemente no me atrevería.

—¿En qué piensas?.—preguntó sacándome de mis pensamientos.
—En ti.—recosté mi cabeza en su hombro.
—Podrías bajar ahora mismo y yo podría desaparecer para siempre.—detuvo la moto en la orilla de la carretera y la apagó.
—Brian, yo...—me interrumpió.
—O podrías quedarte conmigo y vivir como yo vivo, acostumbrarte a toda esta mierda.—se encogió en hombros.—Pero pensar eso es volar muy alto, ¿no?. Nadie en su sano juicio se quedaría conmigo.—rió.
—Yo lo haría.
—¡Claro que no!, Sólo mírame, soy incapaz de amar. No podría amarte.—me quitó el casco y después siguió con el suyo.—Tú eres tan dulce, necesitas amor.—me abrazó.—pero no soportaría verte con alguien más.
—Pero... Ya me amas.—musité abrazándolo, si no era verdad al menos quería pensar que sí.

No obtuve respuesta de su parte, le arrebaté el casco y me lo puse, lo abracé y esperé a que encendiera la motocicleta.

—Vámonos.—dije aferrándome a su espalda.
—Te vas a arrepentir.—suspiró.
—Vámonos, Brian.—supliqué antes de que me arrepintiera.
—Pero...
—¡Vámonos!.—pasé mi mano entre su brazo y encendí el motor.

Apretó los manubrios y aceleró haciendo que lo abrazara con más fuerza.
Llegamos a unos departamentos afuera de la ciudad, le vendió su motocicleta a un chico que se encontraba por ahí.

—McKenna lo sabe, ella me va cubrir en el hotel mientras tú y yo desaparecemos unos días y todo se tranquiliza.—dijo cerrando la puerta del departamento.
—¿Eso no altera más las cosas?.
—No, ellos piensan que mi papá está fuera del país. Sólo eso.—dijo buscando mis antibióticos en la mochila.—Pero yo estaba presente cuando Derek murió.—me miró.—Sí Dayan, yo lo maté.
—¿Él mató a tu padre?.—pregunté mirándolo con tristeza.
—Sí.—respondió dejando la llave de la puerta en la mesa.

Se paró enfrente de mí y miró las escaleras, frunció el ceño. Se puso la mochila en la espalda y me levantó en sus brazos con el mayor cuidado posible.
Llegamos a la habitación y me acostó sobre la cama, a diferencia de la de Brian esta estaba fría y dura. No como la de él que parecía una nube aromatizada con su encantador perfume.
Se sentó en la orilla de la cama. Quitó sus zapatos, los calcetines y su camisa hasta quedar completamente desnudo. Me dediqué a mirar sus tatuajes, siempre parecía haber uno nuevo.

—¿Te quieres bañar conmigo?—preguntó sacándome de mis pensamientos.
—S-sí.—contesté sin razonarlo.—Bueno no, no sé.
—¿Te da vergüenza?.—sonrió, hice mi mejor intento por no bajar mi vista de su rostro.
—No quiero que veas mi cicatriz.—dije apenada.
—No pasa nada, igual te tengo que ver cuando hagamos el amor.—dijo levantándome.

«¿Cuándo qué?».

Lo seguí apenada, la bañera era demasiado amplia como para dos personas. Se recostó en ella, la preparó con agua tibia mientras yo me desvestía.
Me quise meter a su lado pero me tomó de la cintura y me hizo acostarme sobre él. Volteé a verlo, sus labios estaban rojos y sus ojos permanecían en los míos.

—No puedo creer que después de todo lo que sabes de mí, estés aquí, conmigo.
—Yo tampoco.—dije hundiéndome en su cuello.
—Mañana tomaremos el primer vuelo lejos de aquí, a donde sea. ¿Estás segura de que quieres dejar Huntington por huir conmigo?.
—¿Me amas?—pregunté para no contestar la suya.
—Yo...
—Brian.—lo nombré casi como una súplica para que no dijera lo que no quería oír.
—Te amo.—mintió.—Te amo, nos iremos de aquí y vamos a ser felices o al menos yo lo seré contigo. Perdonando cada uno de mis errores.

Me quedé pensando en sus palabras, al parecer Brian jamás iba a cambiar.

—No pienses en nada más que en nosotros.—suspiró, él suspiraba demasiado.
—No lo sé...
—Hagamos el amor.—dijo haciendo a un lado mi húmedo cabello.—seré cuidadoso—aclaró.
—¿Otra vez sin protección?.—pregunté nerviosa, la verdad es que sí quería.
—Existe el aborto.—musitó bastante bajo.

Me paré para salir de la bañera pero me jaló atrayéndome hasta él, lastimando la costura que aún no sanaba en mi abdomen.

—Dayan Weldon, no me hagas enojar.—dijo en voz baja, su respiración era pesada.—Anda amor, tienes que cooperar. Si quieres tener un bebé lo tendremos, ahora sólo te quiero follar. Tú cicatriz me está volviendo loco.

Definitivamente este hombre estaba totalmente demente, llegué a pensar que sí teníamos un hijo quizás él podría cambiar...
Tener un bebé sólo para cambiarlo, sonaba igual de loco que él. Pero... lo intentaría.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora