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—Señor Haner, la paciente está despertando. Salga por favor.—dijo un hombre moviendo el hombro izquierdo de Brian, se encontraba dormido en mis piernas. Se sujetaba de mi mano.
—Uhm—se movió.—Hola.—susurró con la voz adormilada.
—Brian.—musité, llevaba una mascarilla de oxígeno.

Salió de la habitación, me encontraba en su recámara conectada a varios aparatos. Habían dos doctores y tres enfermeras cuidando de mí.
Al parecer Brian se había encargado de ello.
Empezaron a revisarme y anotar cosas en sus libretas, me quedé contemplando el techo cuando la puerta se abrió dejando entrar a mi supuesto novio.

—¿Estás enojada conmigo?.—me preguntó.
—Sí.—contesté con pocas fuerzas.
—Perdón, no quería hacerlo.
—¿No querías hacerlo?—grité enojada, mi abdomen se comprimío.
—No te exaltes, debes cuidarte.—dijo recostándose en la cama.—No sabes lo mal que me siento.—añadió mirándome.

Me intenté sentar, Brian me ayudó. No quería que me tocara.
Colocó una almohada en mi espalda para mejor comodidad.

—Tú no sabes lo mal que me sentí.—dije apretando mis manos.
—Yo no sabía que estabas ahí, ¡te dije que no salieras!.—dijo parándose.
—¿Porqué lo hiciste Brian?, ¿Qué hice mal?.—pregunté llorando, desde que estaba con él me había convertido en una persona bastante sensible.
—Hiciste mal en ir, no te importó lo que te dije.
—Soporté tantas cosas, pero no puedo soportar haberte visto con ella.—dije esquivando su mirada y bajándome la mascarilla.
—Ya no sé de que mierda hablas.—bufó.—Creí que me reclamabas el accidente y no eso, sólo fue un beso. Exageras.

Abrió el armario y sacó una maleta junto a un par de camisetas, corbatas, zapatos, boxers y pantalones.

—Y hablando de besos, deberías darme uno porque me voy de viaje.—gruñó metiendo su ropa en la maleta.
—No estoy en condiciones de viajar.
—No lo harás.—se sentó a mirarme.—Me voy a ir solo y tú sólo irías a quejarte, además eres una distracción.
—Te vas a llevar a la puta esa, es lo que pasa.—dije en voz baja.

Brian cerró su maleta enojado y salió de la habitación tirando todo a su paso. Me desconecté los cables que quedaban y salí tras él antes de que escapara en su estúpido coche, estaba afuera debatiendo entre el Camaro y el Porsche. Cosas de hombres... O al menos los que tienen dinero.

—¡Cuando regreses yo ya estaré muy lejos de Huntington puta Beach!.—dije sosteniendo la costura de mi abdomen.
—¿Qué haces?, ¡Estás loca!.—me tomó la mano para llevarme a la habitación.
—Vete, se te hace tarde.—dije cruzándome de brazos.
—Casi mueres por mi culpa y todavía tienes el descaro de sentir celos.
—Podrías estar en la cárcel y todavía tienes el descaro de serme infiel.—reproché.

Se acercó, su rostro expresaba furia ante mis palabras. Cerré los ojos esperando por su bofetada pero sólo sentí sus suaves labios sobre los míos moviéndose lentamente, sus manos acariciaban mi rostro mientras lo hacía. Él sabía como me gustaban los besos y aunque no fuera correcto, él sabía que sería capaz de ocultar cualquier cosa para que estuviese bien.

—Necesito hacer algo importante, si vienes conmigo no lo voy a poder hacer. Dame dos días y volveré por ti.—me dio un beso corto.
—Nada de mujeres, Brian Haner.—lo miré a los ojos.
—Ninguna otra que no seas tú.—juntó nuestras frentes y me miró a los ojos.
—Nada de muertes.—su mirada me dolía de alguna manera.

Esta vez bajó la vista y asintió, eso no me daba esperanzas de que lo cumpliría.

—Tienes dos días de reposo, sin este hombre.—suspiró.—Podrías ver vestidos de novia y esas cosas.—apartó un mechón de cabello que cubría mi cara, me dolía el estar de pie pero él lo valía.
—¿Estás tratando de decir que...—me interrumpió.
—Sí, amor. Pronto nos vamos a casar.—me abrazó.
—¿Enserio quieres eso?.—dejé mis manos en sus hombros mientras nos separábamos.
—Tenemos que hacerlo.—sonrió de lado y se encogió en hombros.

Depositó un último beso en mi frente y otro pequeño en los labios, subió su equipaje al Camaro y me hizo un ademán de despedida con la mano.

—No te vayas de Huntington puta Beach.—gritó y rió.

Me tiró un beso guiñando su ojo, reí y me metí a la casa.
Me dediqué a pensar en lo que había pasado, desde que Brian había entrado de nuevo en mi vida me había hecho más sumisa a sus encantos, más tonta.

Pasé toda la tarde pensando en lo mucho que había cambiado por él, me puse a ver un poco de series en la televisión, las empleadas me traían vitaminas y comidas ligeras. Mi tarde se pasó totalmente aburrida, me había acostumbrado a tenerlo a mi lado todo el tiempo posible.

Me di un baño, dedicándome a mirar la cicatriz de mi vientre. Me coloqué la pijama con la que había dormido últimamente, la ropa interior que Brian me había escogido. Me gustaba pero, me daba pena usarla y que la viese vcon esta maldita marca.
Me quedé dormida, por fin podía descansar.

—DAYAN.—escuché la voz de Brian.

Me desperté, el reloj indicaba las cuatro de la mañana. La puerta de la entrada se abrió con violencia, me levanté asustada y salí de la habitación.
La silueta de Brian se dibujó en la pared y en las escaleras. Jadeaba y temblaba, me envolvió en un húmedo abrazo.
Encendí la luz del pasillo, estaba cubierto de sangre y ahora yo también.

—Br-brian.—ni siquiera podía decir su nombre.
—Mi papá está muerto.—se hincó abrazando mis piernas.
—No puede ser.—lo abracé.—Brian, lo siento tanto.—me puse de rodillas para abrazarlo mejor.
—Tenía que hacerlo.—susurró.—Te juro que no quería, no me pude controlar—sus manos temblaban cubiertas del líquido rojo.
—No puede ser.

Me levanté inmediatamente y corrí llorando a encerrarme en la habitación.

—¡Ayúdenme!.—grité por la ventana aunque era casi imposible que alguien me escuchara.
—Abre la puerta.—pidió llorando y golpeando con poca fuerza.—¡Ya te dije que yo no quería!



Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora