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—¡Decoración de Halloween!—fue lo primero que soltó al llegar corriendo.
—No, eso es real.—dije cubriéndome los ojos.

Brian me abrazó y me sacó de esa habitación la cual mandó asegurar muy bien.
Estábamos en la suya, pero quizás tenía razón ya que el felino no tenía olor a descomposición, ni había rastro de cualquier otro olor extraño, lo hubiese percatado.
Él se duchaba mientras yo veía la televisión, al salir llevaba una camisa gris y unos jeans negros rotos, sus zapatos que me parecían graciosos blancos con negro, su costoso reloj y una linda cadena de oro.

—Tengo que decirte algo.—se sentó a la orilla de la cama.
—Claro, dime.—me acerqué.

De una manera impredecible Brian se subió encima de mí, se encontraba entre mis piernas.
Emanaba calor. Perdiendo el control comencé a besar su cuello dirigiéndome hasta el cinturón del pantalón con mis manos. Ya no éramos dos niños, habíamos crecido y sabíamos lo que podía pasar después de esto.
Esta vez mi cuerpo lo estaba pidiendo pero estaba en confusión sobre negarse o no.

—Me voy a ir de viaje.—suspiró.

Solamente lo miré y lo abracé, me sentía demasiado sola. Seguramente estaría peor sin él.

—Ve conmigo.—pidió sonriendo.
—¿Ir?... Bueno, tendría que hablarlo con mis padres.—le dije pensando.
—Yo lo haré.

Se recostó en la cama mientras me acomodaba sobre su regazo, puso una serie en el televisor y me abrazó.
No poníamos atención a la pantalla, sólo nos mirábamos en silencio.
Sus ásperas manos levantaron mi rostro hasta que nuestros labios se encontraron en un suave beso el cual subía de tono al compás de las caricias.
No era que tuviera miedo a tener relaciones con Brian, el miedo real era que me dejara después de hacerlo como solía hacerlo con las demás.
Sujetó mi blusa sacándola, dejó mis pechos al descubierto arrojando la camisa a un lado. Se apoderó de mis pezones mientras que me acariciaba la espalda y encajaba sus uñas.

—Quiero hacerte mía.—susurró en mi oído.

Cerré los ojos al sentir sus besos e inconscientemente asentí. Mordí sus labios desesperada y me alejé para tomar aire.

—Quiero que lo hagas.
—Lo haré.—sonrió, sabía que por fin lograría tenerme.—Pero no aquí.

Me quedé inmóvil al verlo ponerme el sostén y después la camisa. Suspiró como si no quisiera hacerlo y después me levantó.
No hablaba, sólo me llevaba de la mano hasta su automóvil. ¿Acaso se había acostado con muchas mujeres en esa cama o es que le traía algún recuerdo?.
Un defecto enorme en mí era no poder dejar de idear cosas en mi mente, se hacía una tormenta de pensamientos negativos que me impedía estar en paz.
La ciudad parecía tranquila, mis ojos estaban humedecidos. Me permitía ver solamente luces de locales, autos, hoteles... Pero, ¿Porqué lloraba?, tenía al hombre perfecto a mi lado, un empleo aunque ni siquiera iba, salud. Había una cosa que no tenía y esa era esencial, el amor de mis padres. De un momento a otro el auto estaba estacionado y Brian me decía algo a través del vidrio que no podía escuchar, quité el seguro y abrí la puerta. Me lancé en sus brazos y comencé a llorar como si nadie me escuchara.

—Cuéntame que te pasa, dime que te hace estar así.—dijo acariciando mi cabello de manera relajante.
—Nada, sólo estoy un poco sensible.—dije secando mis lágrimas.
—¿Tienes la regla?.

Reí y negué con la cabeza, estábamos en una calle poco transitada con el auto aparcado al lado, Brian recargaba su espalda en la cajuela y yo en su pecho.
Su teléfono sonó, lo buscó en el bolsillo y lo escondió en cuanto leyó la pantalla. Sonrió nerviosamente sin saber que yo había leído "Katya Weldon" en el maldito celular.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora