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La trayectoria hasta la casa de Brian fue instantánea, no estábamos lejos así que fue demasiado rápido.
Las rejas, las puertas. Todo estaba abierto, ni siquiera se había tomado el tiempo de cerrar antes de salir a buscarme.

—Entra a la casa.—exigió.
—No quiero.
—Anda.—me empujó fuera del auto.—espérame en la habitación.

Bajé del automóvil y me dirigí hasta la habitación de Brian, el agua de la llave seguía abierta así que inmediatamente la cerré.
Miré por la ventana, se había ido. Era de esperarse que no tardaría en regresar así que bajé hasta la cocina y tomé un cuchillo.
Volví colocándolo debajo de la almohada.

«Tranquila, todo estará bien».

Escuché el sonido del motor apagarse, seguramente Brian estaba a punto de subir a la recámara.
Intenté tranquilizarme, quizás si lo hablábamos él no se comportaría así.
La puerta se abrió y él entró con una bolsa en cada mano, las dejó en el mueble junto a la ventana.

—Repite conmigo, no voy a desobedecer a Brian.—rió.

Reí falsamente para que no se molestara, caminó con velocidad hasta mí y me tomó el cuello con su mano derecha.

—¿De qué te ríes?.
—N-nada.—musité.

Enredó sus dedos en mi cabello y unió nuestros labios, quería resistirme pero él era más fuerte. Me levantó en sus brazos haciendo que lo rodeara con las piernas, una mano me sostenía por el trasero y la otra acariciaba mis muslos.
Me apoyó en la pared y colocó su mano en el inicio de la camisa. Tiró de ésta hasta que los botones explotaron, dejándome en descubierto, gimió de placer.

—Brian.—dije apartándome.—no quiero hacerlo.

Su sonrisa se formó, me aventó en la cama haciendo que mi cuerpo rebotara en ella. Se sacó la camisa como por arte de magia y comenzó a quitarse el cinturón.

—Ponte de rodillas.—dijo con su tono exigente de voz.
—No.—dije intentando arreglar mi camisa.
—¡Que lo hagas!—gritó.

Me tomó por las muñecas y me dejó caer en el suelo, tal y como quería.
Desabrochó mi pantalón y lo bajó junto a mi ropa interior.

«Joder. Por favor, no. »

Sus manos ásperas se encontraban explorando mi trasero, me estaba preparando para lo peor.
Mordía mi cuello y jadeaba en mi oído, me daba rabia pero tenía un plan para salir de esta.

Se detuvo para quitar mis tenis y al final me dejó completamente desnuda de la cintura para abajo.
Caminó hasta encontrar las bolsas y hurgar en ellas, sacó un frasco morado. Al tenerlo distraído, tomé con cautela el cuchillo que yacía bajo la almohada y lo escondí en mi sostén.

—¿Qué es eso Brian?—pregunté con la voz temblorosa.
—Dulce de uva.—se encogió en hombros mientras leía la etiqueta.
—¿Dulce de uva?.—interrogué.
—Es lubricante, tonta.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora