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—Tú no me puedes dejar.—dijo mientras le hacía una señal a la chica para que se fuera.
—¿Quién dice que no?. ¡Pero claro que puedo!.—me solté de su agarre.—Justo ahora te estoy dejando.

Caminé hasta el ascensor pero decidí correr por las escaleras, me acerqué hasta un taxi y me subí de prisa.

—A Huntington Beach, por favor... ¡Apúrese!.—le dije mirando a Brian salir del hotel.

Condujo rápido, ya era de noche y yo no podía parar de llorar en silencio.

—Llegaré por otra persona, ¿Te molesta?.—me dijo mirándome por el retrovisor.
—No, está bien—respondí limpiándome la cara.

Minutos después se detuvo en la orilla de la carretera y bajó del vehículo, me intenté relajar ya que estaba demasiado alterada.
La puerta del taxi se abrió y el taxista se sentó a mi lado, parecía de unos 20 años.
Me tomó el cuello y comenzó a besarme en los labios, metió su mano entre mis piernas y comenzó a subirme el vestido. Empecé a golpearlo pero no se detenía, gritaba pero era imposible que alguien me escuchara, estábamos en la nada.
Me sujetaba las muñecas con un brazo y con el otro se desabrochaba el pantalón.
La puerta volvió a abrirse y sólo vi como lo sacaban del auto. Salí corriendo y miré a Brian pegándole al taxista hasta que dejó de suplicar.
Lo golpeaba como un desquiciado pero esta vez no me importaba, estaba ansiosa de verlo pagar por lo que me quería hacer, estaba ansiosa por verlo morir en las manos de Brian.
Por alguna razón estaba amando la escena.

—Todo esto es tu culpa.—se detuvo, su respiración era audible y sus manos estaban manchadas de sangre.

Lloré como una loca, lo abracé y le tomé los brazos haciendo que me abrazara.


—Gracias.—dije en su pecho.
—Tuviste suerte de que los siguiera, ¿lo sabes, verdad?.—me dijo como un regaño.
—Por favor Brian, sólo llévame a casa.

Me dio su suéter, subimos al automóvil que venía conduciendo con las luces apagadas.
Encendió el auto y condujo, ni siquiera me importaba saber a donde íbamos.
La niebla me dificultaba ver, hacía frío y yo temblaba. Me puse el suéter de Brian en las piernas y me di un abrazo para mantener un poco de calor en mis brazos.

—Agradezco que llegaras a tiempo pero lo que hiciste...—sollocé y frenó el auto rápidamente.
—¿Podrías parar de llorar por una puta vez en la vida?.—me preguntó como una orden.

Lo miré, me quité su suéter y salí del auto caminando sin un destino en específico.

—Súbete.—bufó.—No seas ridícula que te vas a enfermar.
—Vete con ella y déjame en paz. Esto se acabó.

Me tomó del brazo rápidamente y me besó, sus labios tenían sabor a alcohol. Lo empujé y me limpié la boca.

—Sube al auto, amor.—pidió más relajado.
—Vete a la mierda, Brian. Me iré caminando.
—Cuanta agresión.—rió.—Después de ver todo lo malo que te pasa cuando no estás conmigo, ¿te piensas ir sola?.
—Después de todo lo que te soporté, ¿tuviste el descaro de hacerme eso?.

Puso los ojos en blanco y me subió al auto.
Llegamos al Haner, me metí a bañar. Después de ducharme me cambié dispuesta a dormir. Brian estaba en un escritorio que al parecer habían traído para él, tecleaba con velocidad el teclado de su computadora y hacía llamadas.
Escuché un suspiro y se sujetó el entrecejo, me pasó el teléfono con cara de molestia.

—Dayan, mamá está en el hospital.—dijo Katya.
—Vale, ¿y qué quieres que haga?.
—No sé, creí que te importaba.
—Me importa, pero después de todo lo que me ha hecho yo no sé...—dije incómoda, quería llorar.—Sólo mantenme informada.—colgué.

Brian cerró su laptop de golpe y se quedó mirándome sorprendido.

—Dayan.—me llamó, me acerqué a él.
—¿Qué?.—pasé mis dedos por su cabello.
—Soy extremadamente rico.—sonrió.—Nunca me imaginé tanto poder.
—Sólo, no dejes que el dinero te haga una mierda de persona.
—¿Más?.—rió.

Caminé hasta la cama y me acosté, sentí a Brian hundirse del otro lado, volteé y me abrazó. Su cuerpo se metió entre el mío, besando mi cuello. Lo empujé hacia atrás y me mordió.

—Tranquila.—susurró con la voz ronca.—Quiero pasar una buena noche con mi mujer.
—Pues búscate una.—me paré.
—Ya te tengo.—me miró enojado.
—No Brian, esta vez yo voy a poner las reglas y todo va ser diferente. Nunca más me vas a tocar.
—Te estoy tocando.—me tomó la mano.

«Imbécil».

—Nunca más me vas a pegar.—aclaré.
—Te voy a pegar las veces que sea necesario.—me siguió.—una y otra vez hasta que te comportes. Eres la esposa de Brian Haner, deberías hacer un esfuerzo porque no soy cualquier cosa. Hay mujeres esperando por estar en tu lugar. Deberías agradecer que estás conmigo, estúpida.
—Cállate, demonio. Además, Zachary Baker no es una mujer.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora