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—Y si me quedo contigo, ¿vas a cambiar?.—lo miré.
—No.—musitó.—Si te quedas conmigo es porque me aceptas tal y como soy, no tengo por que cambiar, si soy feliz siendo yo.
—¿Feliz siendo tú?, claro que no.—reí—No eres feliz haciendo lo que haces.
—Soy feliz.—me miró.—Soy feliz siendo yo porque así me amas.

Ambos nos sentamos, lo miré a los ojos e hizo lo mismo. Intenté no llorar pero me parecía imposible.

—¡Pero yo no quiero amarte!.—exclamé sollozando.
—Pero ya lo haces.—sonrió con lástima y me abrazó.—No puedes decidirlo, ¿verdad?. Tú no elegiste amarme y yo no elegí ser así.

Cerré los ojos sintiendo como me acariciaba la espalda, dejé mi cabeza en su pecho y me quedé dormida.
Cuando desperté, él seguía en esa posición y me miraba a los ojos.

—¿Qué sucede?, ¿Cuánto tiempo dormí?.—pregunté adormilada.

No obtuve respuesta pero sí un suave beso en los labios, pasaba sus dedos por mi rostro con delicadeza como si quisiera explorarlo.

—Unas tres horas.—respondió.
—¿Te quedaste tres horas en la misma posición sólo para no despertarme?—pregunté apenada.
—Sí, fue hermoso.
—Podías haberme despertado.—dije acariciándole el brazo.
—Pero no quería.—sonrió y me tomó de la barbilla para que lo mirara.—Se hace tarde.
—¿Para qué?.
—Me gustaría pasear por ahí contigo.—dijo levantándose.—Sin vehículos, sólo con nuestros pies.—suspiró pero después me miró y rió.

Nos bañamos en diferentes habitaciones, me puse la ropa que Brian había mandado a traer para mí. Cuando habíamos terminado de arreglarnos salimos del hotel.

—¿A dónde vamos?.—pregunté mirando mi reflejo en las puertas de cristal.
—A cualquier lugar, necesito comprar algunas cosas para trabajar desde lejos.

Entrelazó los dedos de nuestras manos y comenzamos a caminar, la gente nos veía y susurraba cosas sobre nosotros. No entendía el porqué hasta que me detuve a mirarme en el espejo de un auto.

—Que pena.—dije tocándome la cara.
—¿Qué sucede?.
—Tengo moretones.

Brian me examinó y se quedó pensando, seguimos caminando hasta que encontramos un salón de belleza y entramos para que me cubrieran con un poco de maquillaje.

—Sólo cubran los golpes, ella no necesita tanto maquillaje.—dijo Brian sentándose en el sofá de espera.
—Malparido.—exclamó la chica que nos atendía.—Anda linda, que no debes dejar que tu marido te golpee.

Lo miré por el espejo, ponía sus ojos en blanco ante las palabras de la mujer.

—Me golpeé con la puerta.
—Típica excusa.—dijo mirando con odio a Brian.
—Se golpeó con la puerta.—contribuyó Brian sonriendo, parecía burlarse.
—Deberías denunciarlo.—me dijo la castaña.
—Ya te dije como pasó.—protesté enojada.
—Deja de meterte en la vida de los demás y haz tu trabajo.—exigió Brian.

Después de terminar, seguimos caminando. La tarde estaba fresca y algunas personas paseaban a sus perros. Extrañaba a Pinkly, Brian me tomaba de la mano y me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo, ¿Quién no se sentiría así al caminar de la mano con Brian Haner?.

—Conseguí el número de tu amiga Ivon.—dijo Brian.
—¿Para qué?.—lo miré.
—Me he dado cuenta de que eres muy solitaria, y me gusta. Pero así no creerán que te estoy secuestrando y bueno, la llamé para la fiesta que darán en el Haner.
—Está bien.

Temía por nosotros, sí alguien se daba cuenta de la verdadera persona que era Brian intentarían separarnos o más bien, encerrarlo.
Seguíamos caminando, nos detuvimos a comprar una computadora portátil para Brian y otro teléfono para mí. No era muy fanática de renovar el modelo de mi celular pero tenía al lado a un hombre que le encantaba gastar dinero por todos lados.
Me dio un sobre con dinero, similar al que me había entregado cuando abandoné el Haner de Huntington Beach.

—Conmigo, no necesitas tener dinero.—dijo pasando su brazo por mi cintura al caminar.
—No entiendo.—lo miré poniendo mi mano en su espalda baja.
—Que yo te voy a comprar todo lo que quieras, tú sólo pídelo.

Lo miré una última vez y regresé mi vista hacia las brillantes luces que cubrían la ciudad, estaba oscureciendo.
Brian miró su reloj mientras sostenía las bolsas en esa misma mano.

—Ivon ya debe estar en el Haner.—dijo relamiéndose los labios.

Ignoré su comentario y observé como esos delgados pero preciosos labios brillaban. Lo besé rápidamente y él me tomó por la espalda, dejando caer la computadora al suelo. Me separé arrepentida de que se hubiesen quebrado por mi culpa.

—Oh dios mío. Cuanto lo siento.—dije dándome un leve golpe en la frente.

Brian negó sonriendo y volvió a besarme, se sujetaba de mi mejilla mientras su mano izquierda apretaba mi trasero. Después intensificó el besó metiendo su lengua y haciendo que mi entrepierna empezara a tornarse húmeda junto a un leve cosquilleo en mi pelvis, metió su cálida mano debajo de mi camisa y comenzó a deslizarla por mi abdomen lentamente.

—Br-brian, ¿Qué haces?.—pregunto sonrojada, estábamos en plena calle.
—¿No es obvio?.—me mira a los ojos mientras se peina el cabello con los dedos.

La gente nos observa y yo muero de la vergüenza, levanta las bolsas y al parecer las cajas que vienen dentro de éstas amortiguan la caída que sufrieron los aparatos.
Caminamos de la mano hasta el hotel, pero antes llegamos por un poco de helado de chocolate con vainilla, como a Brian le gusta.

—¿Qué hace ese hijo de puta aquí?.—pregunta Brian, yo abro los ojos sorprendida de sus palabras pero no es tan grande la sorpresa si él siempre ha sido grosero y en parte, yo también.

Aparto mi vista de Brian y la devuelvo al recibidor del hotel. Jonathan y Katya nos esperan junto a dos policías.
Brian me mira con odio y aprieta mi mano con enojo yo simulo mi dolor y le doy un beso en los labios como si no los hubiésemos visto, como si estuviéramos bien, lo jalo hasta el ascensor y él me mira con el ceño fruncido mientras yo hago el esfuerzo de simular ser la pareja del año.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora