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—Hola—dijo Ivon abriendo la puerta, se quedó mirándonos unos segundos.—¡Dayan Weldon!—sonrió.—Señor Haner.—dijo cabizbaja.

Brian le hizo una seña de saludo mientras seguía hablando por teléfono.
Le entregué el regalo y me miró con incertidumbre.

—Es por llevarme a casa.—sonreí.
—No tenías que molestarte.—sonrió apenada.

Metió el obsequio, quizás le daba pena abrirlo frente a nosotros. ¿Ella conocía a Brian?, le di el volante sobre la fiesta y se dedicó a mirarlo.

—¿Van a ir?.—preguntó con entusiasmo.
—Sí.—respondí.
—No.—interrumpió Brian, guardando su teléfono.

Ella nos invitó a pasar, Brian se atragantó con los chocolates. Hablamos sobre el trabajo de Ivon cuando el teléfono de Brian sonó y volvió a alejarse para contestar.

—No asistiremos a la fiesta.—se dejó caer en el sillón.—Tú tampoco lo hagas Ivon, es por tu bien.
—¿De qué hablas?.—le pregunté enojada.
—Es una trampa, matarán a alguien y quizás mueran personas inocentes.—dijo con seriedad, estaba en el dilema de creerle o no.
—Te veo después Ivon, tenemos que irnos.—miré a Brian para que se levantara del sofá.
—El chico de la tienda de música...—musitó Brian.
—¿Qué has dicho?.—le dije.
—Nada, no tiene importancia.

Nos despedimos de Ivon, Brian me llevó hasta su casa. Yo me dedicaba a pensar lo que había dicho, quizás sólo era un disparate.
Cenamos y McKenna me prestó una de sus pijamas para andar por ahí con más comodidad.
De un de repente me sentía sola. Estaba acostumbrada a esas relaciones en las que pasas la mayor parte besando a tu pareja o abrazándola, pero Brian era tan diferente. Después de todo me hacía extrañar sus besos.
Estábamos en la habitación mirando televisión cuando tomó el control remoto y la apagó. Volteó su mirada hacia la mía, no había otro ruido además de nuestras respiraciones que cada vez se volvían más fuertes.

—Estamos bien aquí.—dijo besando mi mano.
—Eso que me dijiste... ¿era verdad?.
—Sí, cuando hablaba por teléfono me comentaron que estaban buscando a Derek Hemmings.—sacó el papel de su pantalón.—y como puedes ver, aquí dice que él organiza la fiesta.—señaló y en realidad, de eso decía.
—Derek Hemmings...—intenté razonar el nombre.
—El hermano de Drew.—suspiró.

Empecé a tener vagos recuerdos del colegio, Drew era de las pocas personas que se atrevían a molestar a Brian durante esos tiempos. Derek, su hermano siempre se metía en problemas aunque no tantos como el otro, competían entre sí para ser los más rudos de la escuela. Cosas de adolescentes. No me sorprendería que alguien quisiera cobrar una cuenta pendiente.
Brian le ponía más atención a su teléfono, esta vez con cara de que algo no había salido bien.

—¿Pasa algo?.—pregunté recargando mi cabeza en su pecho.
—Tengo que irme—dijo buscando una camisa en su cajón.
—¿A dónde y porqué no dijiste "tenemos que irnos?.—interrogué.
—Porque no vas a ir.

Se quitó la camisa y se puso la otra, me miró y me aventó con la que se había quitado.

—Mi ropa sucia está en el cuarto de lavado, para que hagas algo mientras no estoy, ¿bueno?.—sonrió.
—Eres un imbécil.—dije golpeándolo, él rió.
—Te veo en un rato.—besó mi frente.—No salgas y no olvides lavar mi ropa.

Iba a golpearlo cuando me besó sin poder decir nada, sonrió en medio del beso lo cual me pareció lindo.

—Cuídate Brian.—suspiré.—Ni siquiera sé a donde vas.
—Tengo que hacer algo por mi propia cuenta, esos mediocres no pueden hacer nada bien.

Se fue con prisa, miré su automóvil perderse desde la ventana. Salí en búsqueda del cuarto de lavado pero no había ropa sucia, sólo una caja de chocolates, este hombre tenía una adicción parecida a la mía. Los tomé después de lavar su camisa y subí al salón donde Brian guardaba sus libros, era raro porque nunca en la vida lo había visto leer o al menos no lo recordaba.
Había varias colecciones de discos, me aproximé a un estante pequeño que sostenía un televisor, había una etiqueta que decía "Brian Haner-Psicólogo". Me quedé varios minutos discutiendo conmigo misma si debería verlo o no, al final opté por ponerlo.

—Entonces, Brian. ¿Desde cuando empezaste a sentir ese rotundo odio?, más bien quiero que me cuentes desde el momento en que apareció hasta que ya no sentías nada.

Brian miraba a la cámara, se quedó pensando unos segundos como si su mente viajara hasta ese día.

—Empezó desde que tenía masomenos diez años, había un chico que me molestaba. Él tenía dieciséis pero era tan problemático que siempre reprobaba e iba en mi curso. Bueno... —aclaró su garganta.—él me llamaba "gay", decía que yo era la pareja de otro chico de mi clase, prefiero omitir el nombre. Pasaba la mayor parte del tiempo burlándose de mi sexualidad, pero ya sabes que me gustan las mujeres, demasiado—sonrió.—Entonces un día estábamos tranquilamente el susodicho y yo cuando ese chico problema llegó, le pedí a mi amigo que corriera, le dije que yo me encargaría. Ya no quedaba nadie en la escuela, entonces él y sus amigos me empezaron a insultar, ya sabes.
—Tranquilo Brian, puedo dejar de grabar si lo deseas.—dijo el psicólogo.
—No, así está bien. No te preocupes.—suspiró.
—Prosigue.—pidió con interés.
—Entonces dos de sus amigos me llevaron hasta los baños del colegio.—su voz parecía romperse.—Me tomaron de los brazos, mientras que Drew, se empezaba a bajar el pantalón, "vamos a complacerlo, chicos" me dijo. Él quería abusarme.
—Brian... ¿ellos lo hicieron?.—preguntó con lástima.
—No, no los dejé.—se sentó derecho.—ese día mi cuerpo tomó una fuerza tan... Sobrenatural que logré salvarme. El odio se acumuló de una manera impresionante, después de lo que hice perdí todo sentimiento, cada vez que sentía ganas de hacerlo a cualquier otra persona, comía chocolates frente a ella para saciar esas ganas.
—¿Qué hiciste Brian?—preguntó con temor a la respuesta.
—Lo mismo que voy a hacer contigo.

El vídeo llegó a su fin, corrí en búsqueda del portátil de Brian. Empecé a llorar por lo que Brian había pasado, me dolía el no haber podido ayudarlo. Abrí el navegador y busqué el nombre del psicólogo, había sido asesinado de una manera tan horrible que ni siquiera me atreví a leer, la imagen hablaba por sí sola.
Drew Hemmings pasaba por mi mente, temí por mi vida. Drew Hemmings había sido encontrado sin vida en el baño de la escuela junto a sus dos amigos cuyo nombre desconocía, sus genitales mutilados... Todo su cuerpo en sí.
Él comía chocolate frente a mí, eso me hacía pensar que quizás quería hacerme lo mismo.
Seguí buscando en sus cajones, me encontré un calendario que tenía señalado con tinta roja el día de hoy. Seguí hojeando y me encontré con más fechas marcadas, las busqué en las noticias de la ciudad, todas llevaban a un asesinato.
No sabía que hacer, de inmediato y por alguna razón pensé en Ivon, tomé el teléfono de la habitación de Brian y le llamé.

—¿Ivon?, soy Dayan.—un ambiente de fiesta me hacía imposible escucharla.
—¡Dayan!, ¿en dónde estás?.
—¿Fuiste a la fiesta?.—pregunté mordiéndome las uñas.
—Sí, estoy en el baño. Me acabo de encontrar a Brian, ¿Dónde estás tú?.
—Ivon, hazme caso. Vete de ahí y si ves al tal Jimmy, sácalo de ahí.
—¿Jimmy?, ¿quién mierda es Jimmy?.
—Maldición, voy para allá.

Colgué el teléfono y me di la vuelta rápidamente para irme, me resbalé y caí encontrándome con la pistola de Brian.
La tomé sin saber usarla, de algo serviría.
Me puse mi pantalón ya que llevaba la pijama, bajé corriendo.

—Señora Haner, usted no puede salir.—me dijo la empleada mayor.
—Weldon.—corregí enojada.—yo puedo hacer lo que me de la gana.
—Pues hágale como quiera, la que tiene las llaves soy yo.—dijo yéndose.

Coloqué la contraseña pero Brian la había cambiado, sin pensarlo dos veces saqué la pistola y le apunté.

—Déjeme salir.—dije sosteniendo el arma firmemente.
—No lo haré.
—Voy a disparar.—dije intentando parecer real,  me sentía incapaz de hacerlo.
—Hazlo.—me retó.
—¿No temes por tu vida?.
—No.—me contestó con frialdad.—de igual manera si no me asesina usted, lo hará el señor Haner por dejarla salir.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora