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—Creo que ahora quiero un whisky—dije intentando no reír.
—Uno más y nos vamos—dijo Brian.

Lo miré recargando mis manos en mi barbilla y los codos en la barra. Se veía tan guapo y sus labios brillaban por tener alcohol sobre ellos.
Me paré y bebí de mi whisky mientras me detenía enfrente de Brian quien estaba sentado con sus piernas entreabiertas.

—Vámonos mujer, estás demasiado ebria.—me dijo apegándome entre sus piernas.
—No, no es justo. Tú ni siquiera estás tomado. —le dije rodeando su cuello con mis brazos.

Me miró a los ojos relamiéndose los labios pero yo solo me concentraba a mirar los detalles de su boca.
Con su mano apartó el cabello que cubría mi cuello y se acercó lentamente a éste, cerré mis ojos pensando que lo iba a besar pero sólo sentí como inhalaba mi perfume.
Su teléfono sonó y me aparté bruscamente asustada, le pedí un trago de lo que sea al bartender y cuando estaba por beber Brian me quitó la copa para después mirar con enojo al sujeto, yo ni siquiera sabía lo que me estaba por tomar.

—Por favor, intenta pasar desapercibida tu ebriedad. Hay muchos empresarios aquí—me susurró al oído.—Por cierto, ¿cuál es tu apellido?—preguntó sonriendo.
—Idiota.—respondí.

Caminamos hasta la entrada. Esperamos al Valet Parking, le dio dinero y subimos a su auto.
Al parecer McKenna se había ido con el tal Arin y no la vería hasta después.
Pensé que mis padres me matarían por llegar alcoholizada así que le pedí a Brian que me llevase con Stacey la cual no abrió.
Poco a poco me fui quedando dormida pero por alguna razón seguía sintiéndome consciente, quizás solo necesitaba cerrar los ojos.
La mano derecha de Brian estaba entre mis piernas, sentí como la comenzaba a deslizar hasta llegar a mi centro entonces me desperté y lo miré.
Su mano había sido puesta en el volante, no sabía si era mi imaginación o la realidad.

—Te voy a llevar a mi casa.—dijo sin mirarme.
—Haz lo que quieras.—dije acomodándome en el asiento.

Cuando desperté estaba en una habitación de paredes carmesí, luz entraba por la ventana.
Unas manos estaban aferrando mi trasero, había pasado la noche con Brian.
Quité las sábanas y miré su cuerpo desnudo dibujado por sus tatuajes, seguí bajando hasta encontrarme con su bóxer, yo tenía puesta el conjunto de la ropa interior.
Lágrimas de decepción querían salir por mis ojos, lo moví lentamente hasta que se despertó.

—Buenos días mi amor—me dijo estirándose.

Me atrajo hasta él y me besó en los labios, lo cual devolví con una bofetada.

—¡Abusaste de mi!—exclamé.
—Claro que no preciosa, ¡Pero que cosas dices!—se levantó.
—¡Eres un imbécil!—le dije golpeando su pecho.

La puerta se abrió de golpe, McKenna entró y al vernos se tapó los ojos.

—Lo siento—dijo apenada.

Brian me miró con furia y tomó uno de sus rotos pantalones para salir de la habitación.

—Esto no puede ser—dije con lágrimas en mis ojos.
—¿Qué cosa?—preguntó abrazándome.
—¡Me acosté con tu hermano Kenna!—le dije respondiendo su abrazo.
—¿Qué?—preguntó impresionada—Imposible, yo dormí en este cuarto anoche, llegué mientras ustedes dormían.

Brian volvió a la habitación, tomó una camisa blanca y se la puso, dejaba ver su tatuaje en el pecho junto a su bien formado cuerpo.
Me miró decepcionado y se fue del cuarto.
Me senté en la cama mientras McKenna bajaba para traerme un té caliente.
No podía dejar de pensar en lo que pudo haber pasado ayer.

—Te voy a llevar a mi casa.—dijo sin mirarme.
—Haz lo que quieras.—dije acomodándome en el asiento.

Llegamos a su hogar, subimos las escaleras y me llevó hasta su cuarto.
Algunas empleadas nos veían pero luego avisaron que ya se irían.

—Aquí vas a dormir—me dijo encendiendo la luz.
—No quiero dormir sola.—le respondí.

Lo hice retroceder hasta que su espalda se encontró con la pared.
Desprendí los botones de su camisa y la aventé lejos donde no estorbara.
Se quitó los zapatos, después los calcetines y finalmente el pantalón. Su bóxer pronunciaba una erección detallada bajo esa fina tela.
Me quité el vestido y me cubrí con la camisa de Brian. Se acercó para quitármela mientras yo me ponía nerviosa.

—Déjame verte—pidió con la voz ronca.

Caminé hasta la cama y me metí debajo de las sábanas, Brian hizo lo mismo.
Me apoyé en su pecho y solté una risita.
Pensé en que me veía ridícula pero no me importaba.

—Me gustas mucho—dijo Brian.

No debía enamorarme de él, lo sabía pero de todos modos lo tenía que hacer. Era como si enamorarse de Brian Haner estuviera escrito en la ley de la vida.
Sonreí y me acerqué lentamente, sujeté su cara y le di un beso el cual esquivó.
Intenté besarlo de nuevo pero no se dejó.

—¿Qué pasa?—pregunté.
—No me beses.—suspiró—Mañana no lo recordarás.
—Brian—musité.
—¿Qué?—preguntó acariciándome la mejilla
—Tú también me gustas.—le dije apoyándome en su pecho.
—¿Entonces porqué no somos algo más que amigos?—preguntó y su pecho se elevó al tomar aire.

Me quedé pensando un momento pero la verdad no sabía que decir, comencé a acariciar su abdomen con mi dedo índice.
Tomó mi mentón provocando que lo mirara.

—¿Acaso no te gustaría ser mi novia?—preguntó mirándome a los ojos.

Sonreí y asentí sintiendo el calor del rubor en mis mejillas.

—Entonces sé mi novia—me pidió.
—Lo seré—suspiré.—recuérdamelo por la mañana Brian.

Cerré mis ojos y descansé sobre su pecho.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora