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Me desperté sudando y cuando abrí los ojos miré a un Brian preocupado, me detuve a observar mi alrededor. La luz escasa como la recordaba.

—¡Aléjate bastardo!—le grité llorando.
—Dayan, estabas soñando.—se alarmó.—Te levantaste, me miraste y te volviste a dormir.

Intenté calmar mis ganas de llorar pero no podía, no llevaba la misma ropa y estábamos en mi habitación así que definitivamente había sido un sueño. Mi llanto lo conmovió y me envolvió en sus brazos.

—No puedo saber lo que soñaste pero siento que no fue algo bueno—me besó la frente.
—Brian—me miró—¿tú nunca me harías daño?—le pregunté mirándolo a los ojos.
—Nunca, nunca te haría ni haré daño.

Secó mis lágrimas con su pulgar y se acercó lentamente para por fin hacer real todas las veces que soñé e imaginé con probar sus labios. Eran todo un campo de protección, cálido e impredecible. El beso subía de tono a medida que acariciaba mis piernas y yo su abdomen.
Nos separamos poco a poco pero parecía que no queríamos hacerlo, mordió mi labio lentamente para finalizarlo.
Me abrazó muy fuerte y me dio otro beso pero esta vez pequeño. Acarició mi cabello sin dejar de verme a los ojos. Estaba distraído, como si estuviese en otro mundo pero de repente tomó aire y quizás el valor para...

—¿Quieres ser mi novia?—preguntó con una pequeña sonrisa.

No había detalles ni estábamos en un lugar de ensueño. Estábamos en mi habitación con esa caja de chocolates afrodisíacos y Pinkly, ellos si eran reales.
Brian era real y ahora sabía que mis sentimientos también lo eran.

—Si, si quiero—respondí con una sonrisa.

Me abrazó sonriendo de una manera preciosa y me hundí en su pecho para llenarme de ese delicioso aroma a perfume.
Entrelazaba nuestros dedos y los admiraba, empecé a acariciar las letras que llevaba tatuadas en éstos, él sólo me veía.
Empecé a preguntarme el porqué había aceptado pero la respuesta era obvia, enserio quería eso aunque posiblemente me lastimara.
Sonó su teléfono y salió de la habitación para atender, le puse llave a la puerta y me cambié.
Sólo había sido un sueño, sólo eso. Pero yo... Realmente había visto esa puerta, realmente esa puerta existía y yo debía de averiguar su contenido.

—No quiero pasar la noche aquí.—le dije cuando entró.
—No lo harás.—contestó, lo miré asombrada.—Vas a cubrir el turno nocturno.—aclaró.

Me puse encima el chaleco del uniforme y tomé mi celular. Me tomó la mano para bajar las escaleras y subir al automóvil. Antes de subirnos acaricié el coche, en mi sueño era rojo pero en la realidad siempre había sido negro.
Antes del trabajo llegamos a casa de Brian, me tomó la mano y entramos. Cuando llegamos al pasillo intenté no llorar al ver que la puerta de roble enserio existía.

—¿Estás bien?—acarició mi espalda.
—Estoy bien.—suspiré.
—Puedes contarme tu sueño.—susurró.

Me atrajo hasta él y me abrazó acariciando mi espalda, dibujando mi columna con sus dedos.
Negué con una sonrisa falsa y el asintió en señal de que estaba bien si prefería no hacerlo.
Una señora que estaba limpiando las escaleras nos miró y nos separamos.

—¿Dónde está McKenna?—le preguntó Brian.
—En la secundaria del centro, dando una clase de guitarra.—dijo pensativa.
—Gracias.—respondió sonriendo.

Su sonrisa era encantadora, me tomó de la mano y me llevó hasta el auto.
Después de veinte minutos estábamos detrás de esas puertas negras, nuestra ex escuela.
Nerviosos entramos caminando por alguna extraña razón como desconocidos por el pasillo.
Buscamos el salón de música mientras en mi mente se reproducían algunos recuerdos, como cuando competía con Brian.
Todos estaban en clase así que dejaban explorar el lugar a detalle. Me tomó la mano y me atrajo hasta él, hizo que en un movimiento involuntario empezara a retroceder, mi espalda tocó la pared y el frío causó un leve gemido proveniente de mi boca. Brian sonrió de una manera maliciosa y atrapó velozmente mis labios uniéndolos en un beso impuro, necesitado. Me estaba haciendo sentir como si fuera una adolescente. Sentía como nuestros cuerpos se devoraban por medio de un maldito beso.
Bajó sus labios hasta mi cuello y se detuvo a morder mi oreja. Descansó su cabeza en mi pecho lo cual respondí con un jalón de cabello al sentir como me mordía y empezó a jadear despacio intentando tranquilizarse.

—Estoy bien.—gruñó apretándome la cadera.

El timbre sonó, nos separamos asustados.
Ambos estábamos con un rubor en el rostro como si tuviésemos fiebre, y vaya que la teníamos. Brian sonrió y empezó a reír mirándome.
Estaba tan confundida, había algo más en mi.
Quizás no había querido darme cuenta de que llevaba enamorada de él desde la secundaria.
Volvió a acercarse pero esta vez me abrazó y suspiró tomándome del mentón para que lo mirara a los ojos.

—Me gusta cuando te excitas—dijo relamiéndose los labios—Te sonrojas y tu respiración se vuelve agitada, tus labios se entreabren para que te devore y apostaría que sientes como poco a poco tu cuerpo aclama el mío con ansiedad.

Me quedé asombrada, antes de que pudiese decir algo me jaló de la mano y corrió en búsqueda de McKenna.

Novio Psicópata |Synyster Gates|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora