Capítulo 32. Me acabas de arruinar la vida

177 4 0
                                    

Capítulo 32. Me acabas de arruinar la vida

-¡No puedo creerlo! –Exclamo muy molesta.

-Ali, tranquilízate. –Me pide mi madre.

-¡No! No me voy a tranquilizar. María venía a vivir a mi casa durante ocho meses y no me habíais dicho nada. –Me giro hacia mi prima. -¡Y tú! ¿Apuntarte a la Academia? ¡Y sin avisarme!

-¡Alison! –El grito de mi padre hace que me calle. -¿Quieres tranquilizarte? –Me regaña. Yo ruedo los ojos. –Te estás comportando como una cría. Esto ha sido improvisado, ¿sí? Tus tíos se enteraron ayer que tenían que hacer un viaje de negocios que duraría ocho meses, y nosotros nos enteramos esta mañana que tu prima vendría aquí.

-¿Y qué? Me lo podríais haber dicho. –Me cruzo de brazos. –Pero no, es mejor ocultarle las cosas a Alison, como siempre.

-¿De qué hablas, Alison? Nunca te hemos ocultado algo. –Dice mi madre con el ceño fruncido.

-¿No? Ahora me vais a decir que no. Alucino. –Suelto una risa irónica. –Oí a papá hablar el otro día por teléfono. –Mi padre quiso interrumpirme, pero no le dejé porque seguí hablando. –Sí, te oí hablar con alguien, diciendo que el terreno de nuestra casa de Madrid ya estaba vendido y que ya estábamos totalmente instalados aquí, para que viniera alguien. ¿Ahora me vais a decir la verdad? Reconocer que la casa de Madrid se quemara solo fue una escusa para decirme que nos íbamos a mudar aquí, porque seguro y lo tendríais planeado de mucho antes.

-Hija... Nosotros pensamos que sería lo mejor, habías cambiado tanto, que solo pensamos que te haría bien volver a La Solana. –Dice mi madre.

-¡Pues os equivocasteis! Yo estaba bien en Madrid.

-No es verdad, estabas descontrolada. –Dice ahora mi padre. –Te dije que Álex era una mala influencia, y lo fue.

-Sí, en eso estoy de acuerdo contigo. Pero no hacía falta mudarnos.

-Lo hacía, además, te adaptaste bien. Y ahora pareces feliz aquí. –Dice mi padre.

-No lo entiendes, ¿verdad? No podéis tenerme de aquí para allá cuando se os venga en gana, que cambiase no significa que nos tuviésemos que mudar. Dime la verdad, papá, ¿para qué querías que nos mudásemos aquí? –Digo aguantando las lágrimas.

Mis padres se miraron entre ellos durante un rato, el salón se quedó en silencio. Luego de unos minutos, mi madre dirigió su mirada a mí y me miró con tristeza. Mi padre hizo lo mismo.

-Hija, siéntate. –Dice mi padre muy serio.

-Me estáis asustando. –Digo con la voz temblorosa. -¿Qué sucede? –Me siento en el sofá.

-Con el que me escuchaste hablar por teléfono era mi nuevo socio. Su cadena de restaurantes está en quiebra.

-No lo entiendo, ¿qué tiene que ver eso con el tema de mudarnos? –Pregunto con el ceño fruncido.

-No me interrumpas, por favor. –Dice y asiento con la cabeza. –El caso, es que cree que si su hijo se casa con alguna chica que sea famosa, su cadena de restaurantes tendrá más fama.

-O sea, que quiere que su hijo se case con una chica que no conoce para hacer publicidad de sus restaurantes. –Mis padres asienten con la cabeza. –Sigo sin entender qué tiene que ver.

-El caso, hija, es que me preguntó que si tú podrías ser la chica con la que se casara su hijo.

-¡¿QUÉ?! No, no, no, no, no. –Niego con la cabeza repetidamente. –No, papá, no pienso casarme con un chico que no conozco. Por favor dime que le dijiste que no. –Ya no podía aguantar las lágrimas.

Sólo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora