Prólogo

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La proximidad de sus hombros siempre se reducía a apenas unos centímetros. Era normal que de vez en cuando él girara su cabeza para besarla en la mejilla o en los labios mientras veían películas en su departamento.

Habían pasado algunas noches románticas en las que no iban más allá de abrazos y sonrisas ocasionales. Sin embargo sus miradas eran difíciles de descifrar así como las estrellas en el cielo. Solía perderse en él. Ver su reflejo en aquellos ojos verdes la hipnotizaba, la hacía pensar que ella era todo lo que tenía en la mente cuando quizá, aquellas pupilas solo eran un espejo vacío que reflejaban lo que había frente a ellas. Encontrarse con sus deslumbrantes ojos azules encendía todas sus alarmas internas, sabía que él era el dueño de la pureza y el amor que en ellos se guardaba, fue por eso que no le importó tomar provecho de lo que ella tal vez no estaba ofreciéndole.

El cálido aliento rozaba contra su piel desnuda y sus besos la llevaban a otro lugar. Probablemente sus mejillas se encontrarían encendidas y sudaría debido a la ardiente pasión que la envolvía en esos instantes. Pero era inevitable. Era inevitable sentirse así en el momento que estaba a punto de entregarse al hombre que, se atrevía a afirmar, amaba con cada fibra de su ser.

Finalmente la tenía entre sus brazos como lo había imaginado desde la noche en que sus destinos se cruzaron en aquel club y la invitó a bailar. Estaba consciente de que ella no era de la clase de mujeres a las que él estaba acostumbrado y mucho menos era de esas que solían arriesgarlo todo con tal de satisfacer sus deseos en la intimidad.

La iba a lastimar cuando él decidiera terminar todo, de eso estaba seguro, pero no podía hacer nada contra sus impulsos y las ganas de, probablemente, hacerle el amor a una chica por primera vez. No la amaba, o al menos también eso aseguraba, pero removía algo en él que ninguna otra lo había hecho y puede que fuera el inmenso deseo que sentía por ella cada que la tenía frente a él.

Sus uñas presionando con fuerza en su espalda y algunas palabras refiriéndose al cielo y al infierno saliendo de su boca se hicieron presentes en cuanto ambos cuerpos se conectaron y ondas de calor comenzaron a recorrerlos. La sensación que estaba experimentando la hizo olvidarse de quien era realmente. No le importaban los demás problemas que tenía en la vida, se sentía en las nubes y que nunca iba a bajar de ellas. Ignoraba lo peligroso que podía resultar dar más de lo debido. Probablemente él no era la mejor opción y tampoco la mejor decisión que había tomado pero ya todo estaba hecho y lo lamentaría en cuanto se preguntara si él la amaba tanto como ella lo hacía.


Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora