El sábado solía ser el día más pesado en la cafetería y por ende para todos los empleados en donde se incluía Alexandra. El lugar se repletaba de personas de todas las edades que iban a degustar de un buen cappuccino o frappé mientras sostenían una agradable plática con alguien más.
Por lo regular, Alexandra no tenía problema con atender las mesas o los pedidos pero desde temprano no se sentía nada bien y en la hora de su descanso no había podido probar bocado alguno pues seguía con algunas náuseas. Se sentía débil y cansada pero aún tenía la motivación de que al siguiente día podría dormir a pierna tirante hasta el medio día.
—Alexandra, ¿estás bien?
Ella se sobre saltó. Erika había tocado su hombro para llamarla pero había reaccionado como si hubiese visto un fantasma.
—Sí —dijo confundida.
—¿Segura? —preguntó Erika para cerciorarse.
—Segura —dijo tratando de convencerse.
—Si quieres marcharte a casa sólo dime, no hay problema —volvió a insistir.
—Gracias, Erika.
Alexandra fue y tomó un vaso de agua y se recargó un poco contra la pared, aún faltaban casi dos horas para que su turno terminara y tendría que sobrellevar ese tiempo entre la caja o las mesas.
—Alex, ¿estás ocupada? —una de sus compañeras se acercó a ella.
—No mucho, ¿qué sucede? —respondió intentando olvidarse de sus pensamientos negativos.
—¿Crees que puedas mover esas tres cajas? —señaló la chica—, no necesitas mucho esfuerzo, sólo ponlas sobre la mesa de la cocina.
Dudó en un principio pero terminó aceptando al ver que eran pequeñas y podía cargarlas con facilidad.
—Claro.
—¡Gracias, Alex! —su compañera regresó al área de entrega de pedidos para poder despacharlos.
Suspiró y se acercó con desgano a las cajas, las miró sin ánimos de hacer nada pero terminó por agacharse y tomó una de ellas, cuando estaba por incorporarse en su posición recta su esfuerzo se vio frustrado el sentir un tirón en la parte baja de su vientre; su cara palideció y se sentó asustada encima de las cajas. No sentía nada diferente, ni un dolor y ninguna molestia, tal vez sólo había sido una ilusión y se espantó más de la cuenta pero para prevenir cualquier cosa, pidió a uno de sus compañeros que por favor moviera los paquetes y así lo hizo.
En punto de las 9 pm, Alexandra salió de la cafetería y se dirigió a tomar el autobús con ruta a su hogar. Permaneció unos minutos en la parada del transporte público hasta que este hizo escala en el lugar y subió a él, en cuanto tomó asiento, comenzó a sentir que su frente ardía y un extraño dolor abdominal apareció de repente y después descendió a su vientre. Ahora sí comenzaba a entrar en pánico pues el dolor parecía aumentar.
Como pudo, bajó del autobús y caminó hasta el interior de su calle para llegar a su casa, sacó sus llaves y, aun tratando de mantener la calma, abrió la puerta y se sentó en el sillón que estaba a un lado de la entrada. Comenzó a temblar de miedo y sus ojos lagrimearon, sabía que nada andaba bien, ese esfuerzo de levantar la caja sí había provocado un tirón que quiso ignorar y, que ahora estaba segura, ponía la vida de su bebé en peligro.
El dolor se había estacionado en el bajo vientre y parecía que la temperatura de su cuerpo seguía en aumento. Cerró los ojos y se aferró a sí misma, no quería que le pasara algo malo, no quería perder a quien ya más amaba sin si quiera conocerlo, quería tenerlo entre sus brazos y verlo crecer como lo había imaginado desde el día que se enteró de su existencia.
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Pregúntame si te amo (Max Meyer)
FanficLa pregunta no era cuántas veces la había tenido en su cama, sino cuántas veces la había amado realmente.