42. Papá

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Su día había comenzado con el pie derecho y tenía la seguridad de que si siempre sonreía a la vida las penas serían menos. Sus compañeros de trabajo eran muy agradables y trataban de hacerla reír todo el tiempo ya que decían que debía explayarse un poco más y le transmitirían la confianza suficiente para que así lo hiciera; después de todo le había ido muy bien en su primer día de entrenamiento, se sentía capaz de realizar lo que le pidieran e incluso un poco más si estaba en sus posibilidades.

Alexandra regresó caminando a su casa con una mochila colgando sobre su hombro, tal vez no había hecho tanto trabajo pero se sentía agotada; Ilsa, a quien había llamado en su hora de descanso, le comentó que sus energías se consumían más rápido por el bebé y justamente por eso tenía qué alimentarse bien pues en esos días no lo había hecho como se debía.

Cuando giró a la izquierda para entrar a la calle donde vivía, vio el auto de Max estacionado frente a su casa y se encontraba recargado contra él. Llevaba lentes oscuros aunque ya casi era de noche y vestía shorts para contrarrestar un poco el calor de julio, de pronto, el giró a su dirección y corrió para ayudarla con lo que cargaba.

—¿Por qué vienes caminando? —Max le reprendió quitando la mochila de su hombro.

—¿Qué hay de malo en eso? —preguntó Alexandra no comprendiendo.

—Estás embarazada, puede ocurrirte algo.

—No me pasará nada —concluyó y fue directo a su puerta para abrirla.

Ambos entraron y Alexandra le pidió a Max se sentara en el sofá mientras ella calentaba algo de comida. Ninguno decía nada, él solo la observaba moverse de un lado a otro hasta que tomó asiento en el comedor y probó bocado.

—¿Ya podemos hablar? —dijo Max en medio de la incomodidad que sentía.

Ella limpió su boca con una servilleta y asintió.

—Adelante —autorizó.

Max frunció los labios y después habló.

—Antes que nada, quiero preguntarte algo.

Pero Max no pudo continuar, pues Alexandra corrió hacia el inodoro y devolvió la comida que apenas y había ingerido; él le sostuvo el cabello mientras ella tenía ambas manos puestas en los extremos de la taza. De pronto, se sintió asustado al verla de esa forma, era de su conocimiento que en su estado eso ocurría pero no con todas las mujeres, sin embargo a Alexandra le estaba pasando.

Max la tomó de la cintura para que se pusiera de pie y estuviera más firme, ella aceptó sostenerse de sus brazos pues se sentía debilitada y lo que menos quería era volver al frío suelo y vomitar de nueva cuenta. Él la llevó al lavamanos para que se cepillara los dientes y la lengua, después ella regresó a la silla en donde antes se encontraba.

—Perdón —dijo Alexandra con vergüenza por lo que él acababa de presenciar.

—No tienes por qué disculparte —Max se mostraba conmovido con la vulnerable imagen de Alexandra.

—¿Qué es lo que querías saber? —Alexandra cortó toda clase de conversación desviada fuera del motivo de su visita.

Max apretó su quijada pues notó su intención, si realmente aún lo amaba era orgullosa para volver a decírselo y lo estaba castigando muy duramente.

—¿Cómo te diste cuenta que estabas embarazada?

No se lo había dicho porque él no le dio tiempo de hacerlo cuando ambos se enfrentaron.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora