47. Los padres del "novio"

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Luego de lo ocurrido en la tarde anterior, ni Max ni Alexandra se habían vuelto a dirigir la palabra en ese día. A la mañana siguiente él había salido rumbo a su entrenamiento y volvería aproximadamente a las 3 pm, sus padres habían dicho que llegarían más o menos dos horas después por lo que antes de llegar a su departamento, pasó a comprar algo de comida para que al menos se quedaran a cenar después de que hablaran.

Alexandra se había metido a bañar y luego se arregló un poco pues no quería que los papás de Max tuvieran una mala impresión de ella; escuchó la puerta abrirse y cerrarse y los fuertes pasos de Max en el piso se dirigían a la habitación, ella aún se encontraba en el baño terminando de maquillarse cuando escuchó que la llamó.

—¿Alexandra?

Los latidos de su corazón aumentaron como cada vez que él decía su nombre.

—Estoy en el baño —dijo al otro lado de la puerta.

—¿Puedo entrar?

—Pasa —autorizó.

Max entró y ella lo observó por el reflejo del espejo, cargaba un ramo de rosas como los que solía regalarle y le dedicó una sonrisa de lado.

—Son para ti —le tendió las flores y ella las aceptó.

—Gracias —le devolvió la sonrisa con las que se las había entregado.

Un par de lágrimas salieron de los ojos de Alexandra y resbalaron por sus mejillas.

—¿Por qué lloras? —Max se acercó a ella y acarició sus labios con dos dedos.

Una inexplicable sensación recorrió la columna vertebral de Alexandra y luego limpió sus ojos para que no se arruinara su maquillaje.

—Ni yo sé por qué lo hago —respondió.

Sí lo sabía, no entendía cómo Max podía comportarse igual que el peor de los demonios y luego actuar cómo un ángel no corrompido. Él simplemente seguía jugando con cada uno de sus sentimientos y no sabía por cuánto tiempo más podría soportar aquello.

—Perdóname por lo que pasó ayer.

—No te preocupes —dijo como a todo lo que él trataba de disculpar.

—Mis papás no saben todo lo que realmente pasa, por favor sólo sígueme la corriente. Después de que nazca nuestra hija yo hablaré con ellos y les contaré toda la verdad.

Alexandra asintió.

—Está bien —aceptó su propuesta.

Max se giró para regresar a la habitación pero se devolvió para decirle una última cosa.

—Alex —ella levantó la mirada de las rosas que observaba—, te ves preciosa.

Tal parecía que su hija ya reconocía la voz de Max pues comenzó a moverse inquietamente después de haberla llamado preciosa. Con cuidado se puso de pie y caminó hasta la sala en donde esperaría hasta que sus "suegros" llegaran.

Ella tenía las manos encima de su barriga y sonreía pues parecía que su hija no pensaba dejar de moverse.

—¿Por qué sonríes? —Max la sorprendió.

—Se está moviendo.

Él abrió los ojos de par en par y se acercó un poco.

—¿Puedo sentirla?

Alexandra asintió y Max colocó una sola mano encima de ella. La sensación de su hija moviéndose era inexplicable, sinceramente no sabía cómo describir lo que sentía y pasaba por su mente pues era algo suyo, alguien a quien tal vez no había concebido en las mejores circunstancias pero que ya amaba con todas sus fuerzas.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora