Mientras caminaba con pasos suaves sobre la acera frente a la gran universidad, Alexandra recogía su cabello en una coleta alta preparándose para no sentir sus hombros cálidos camino a casa. A pesar de que el clima de octubre en Alemania solía soplar algunos vientos gélidos, en los días anteriores, una ola de calor poco común había azotado a Gelsenkirchen y aún había algunos efectos de ella, como el radiante sol de esos momentos.
Alexandra se detuvo por unos momentos y con un movimiento rápido descolgó la mochila de su espalda y la colocó sobre su rodilla para poder sacar una botella de agua del interior. Dio unos cuantos sorbos a ésta y la guardó nuevamente dentro.
Cuando había acomodado sus cosas y se disponía a reanudar su paso, una voz familiar la detuvo y volteó inmediatamente.
—¡Alexandra!
Ella alzó ambas cejas ante la sorpresa de que Ilsa, la chica que parecía ser la más popular de la carrera de psicología, y sus amigas la llamaban a ella, la antisocial del salón.
—¿Sí, Ilsa? —respondió con amabilidad.
—Oye, eres como un ninja. Te desapareces en instantes —intentó bromear y el grupo de amigas a su espalda rieron ante el inocente chiste.
Alexandra rio nerviosamente. Solo tenía unas semanas de conocerlas y no sabía cómo tratar con ellas pues eran como uno de los grupos de chicas de las películas americanas que eran controladas por una Reina, en ese caso, Ilsa.
—Lo siento. Hay mucha tarea y quería llegar lo más rápido posible a casa a terminarla.
—Oh, claro —Ilsa sonrió ampliamente—. También nosotras debemos hacerla, ¿recuerdas que tenemos las mismas clases?
Nuevamente, la risa nerviosa de Alexandra apareció.
—¿Se te ofrecía algo? —trató de sonar lo menos ruda posible.
—Sí —dijo a la brevedad—. Todas —dibujó un círculo imaginario con su dedo en el aire—, pensamos que eres perfecta para nuestro grupo. Nos encantaría que comenzaras a juntarte con nosotras —Ilsa tomó un mechón de su cabello y lo peinó con sus dedos.
—¿En serio? —se sorprendió fugazmente, tanto que podía jurar que ellas se habían dado cuenta de la expresión en su cara.
—¡Sí! —pronunciaron las chicas al unísono.
—Pues... Si ustedes quieren, está bien —Alexandra se encogió de hombros y sonrió a medias.
—Entonces desde mañana estarás con nosotras. Nos vemos, Alex. —concluyó Ilsa y se dio la media vuelta junto con sus amigas.
Alexandra parpadeó. Se había quedado perpleja ante el curioso episodio en el que acababa de participar.
No se consideraba la anormal o misteriosa del salón, simplemente era una chica seria que no se relacionaba mucho con los demás y evitaba a toda costa los problemas pues, sabía que cualquier error, le costaría regresar a su hogar en Offenbach con su familia, lo cual significaría una decepción para su padrastro y sobre todo para su madre, quien no creía en ella.
Si comenzaba una amistad con Ilsa y sus amigas mediría cada uno de sus pasos y cuidaría sus palabras. Quizás exageraba, pero ninguna de ellas compartía sus características y rasgos o al menos eso había visto, sin embargo, quería hacer amigas y que sus días tuvieran más alegría con personas a su lado.
Los minutos transcurrieron lentos el resto de la tarde para Alexandra. Después de haber llegado a su pequeña casa, mensajeó con su madre sobre las actividades que había realizado durante el día, inclusive, le comentó acerca de lo ocurrido con Ilsa y sus amigas y su madre la había felicitado por dejar de ser tan antipática con las personas y que por fin comenzaba a ser como todas las chicas de su edad, lo cual, Alexandra había ignorado por completo pues ella no había tomado la iniciativa en la invitación.
Cuando finalmente terminó todos sus deberes escolares, entró al baño y tomó una ducha. Al salir de la regadera, observó su rostro en el espejo encima del lavabo y con sus manos se estiró las mejillas hacia abajo. Sus ojeras se habían tornado más oscuras desde su entrada a la universidad y odiaba que el color púrpura resaltara en su piel blanca, incluso, odiaba ser pálida pero tampoco hacía nada para obtener un color bronceado aunque fuese artificial.
Aplicó una crema que recién había comprado y supuestamente servía para reafirmar el contorno inferior de los ojos, pues deseaba reducir esas horribles ojeras y no parecer mapache. Posteriormente secó su cabello y se colocó la pijama. Se dirigió a la diminuta cocina y puso agua a hervir en una tetera. Seguía siendo extraño realizar tareas domésticas que por lo regular su madre hacía por ella en el hogar pero se empezaba a sentir independiente y eso le gustaba.
Cuando la tetera pilló, Alexandra apagó la estufa y con cuidado de no quemarse, sirvió el agua en una taza con una bolsita de té que previamente había preparado. Tomó la taza y salió al poco patio trasero que tenía. Se sentó sobre el pasto y cruzó sus piernas. El clima había cambiado, pues la noche estaba fría y no calurosa como las anteriores. Dio un pequeño sorbo al humeante líquido que había en la taza y agarró su teléfono para revisar qué había de nuevo en Facebook.
Deslizaba su dedo mientras que su mente realmente no estaba en lo que veía en la pantalla. Bajó su teléfono y lo dejó sobre su rodilla. Dio otro sorbo al té mientras, desde la tarde, seguía pensando en Ilsa. Era extraño que quisieran integrarla a su grupo cuando ella no iba acorde a sus estereotipos. Ilsa era rubia y bronceada, sus ojos color marrón eran un arma letal para los hombres, por lo que había visto; su cuerpo bien podía hacerse pasar por el de una modelo y tenía suficiente dinero como para pagar la universidad más cara del país. Ella no estaba ni cerca de parecerse a ninguna de ellas, pero por primera vez en mucho tiempo, arriesgaría sus acciones y dejaría de desconfiar en que todas las personas buscaban hacerle daño.
Tomó nuevamente su teléfono y desbloqueó la pantalla de éste. Lo primero que vio fue una publicación sobre horóscopos compartida por uno de sus amigos en la red social. Por curiosidad, entró en ella y buscó su signo zodiacal. Sabía que los Tauro tenían fuerza de voluntad y eran testarudos pero ella era todo lo contrario. Solía ser débil y dócil, por lo que las personas sacaban provecho de ello. Le daba igual su número de la suerte y cuál elemento la representaba. Jamás confiaba en los horóscopos, pensaba que eran puras patrañas. Casi terminando de leer la sección, se hizo presente un apartado del amor.
Alexandra alzó una ceja al ver que su signo le indicaba una revolución de emociones causadas por alguien del sexo masculino en los próximos días. Rió entre dientes al recordar que era ella sola contra el mundo en Gelsenkirchen y que los hombres nunca habían sido su fuerte ya que no era tan atrevida como las demás.
Alzó su vista al cielo con pocas estrellas y comenzó a conectarlas imaginariamente para buscarles forma. Una risilla burlona salió de entre sus labios al sugestionarse demasiado con lo que le pasaba. No tendría miedo si Ilsa y sus amigas no la buscaban con buenas intenciones y mucho menos se tomaría en serio lo que una tonta página de internet decía acerca del amor. Siempre había sido Alexandra, la menos afortunada y creía que en esa ocasión, no sería la excepción.
______________________________________________
¡Hola, chicas!
Me presento... Mi nombre es Ariana, tengo 18 y soy mexicana.
Me es emocionante compartir con ustedes esta historia que desde el año pasado está guardada y nunca me había animado a publicar. Escribo principalmente por pasatiempo en mis ratos libres y aunque no sea muy buena, aún así quisiera mostrarles lo que he hecho.
A pesar de que la historia está escrita desde el año pasado, comencé a hacerle unas cuantas modificaciones para adaptarla un poco más a este año.
Espero sea de su total agrado y la reciban bien :)
ESTÁS LEYENDO
Pregúntame si te amo (Max Meyer)
FanfictionLa pregunta no era cuántas veces la había tenido en su cama, sino cuántas veces la había amado realmente.