22. Pasta a la boloñesa

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Max comenzó a abrir los párpados despacio cuando sintió cosquillas en su pecho. Talló sus ojos y observó a Alexandra, quien aún con los ojos cerrados, hacía círculos con uno de sus dedos sobre su piel. Sonrió y tomó su mano, la llevó directo a sus labios para besarla y ella se removió sobre la cama, a duras penas alzó la mirada para encontrarse con el rostro del hombre que le había hecho el amor durante toda la noche.

—Buenos días —saludó él con la voz baja.

—Buenos días —Alexandra volvió a acostar su cabeza sobre el brazo de Max y cerró los ojos.

Él rio y se dio la vuelta para abrazarla por la espalda y apegarla a su anatomía. Ambos estaban desnudos y aún era temprano, sin embargo, la mente Max reproducía imágenes de la noche anterior que quería repetir con Alexandra.

Ella había tenido el día libre en la universidad gracias a que se llevaría a cabo un congreso de profesores de las facultades del campus en Berlín y por ello Max la había invitado a pasar la noche en su departamento; pero antes de eso habían ido a Oberhausen a cenar y le había indicado en donde estaba la casa de sus padres, al regresar a Gelsenkirchen, él le propuso jugar videojuegos y Alexandra resultó buena para ellos y venció a Max en un partido de futbol virtual, luego inevitablemente se dirigieron a la cama en donde se dejaron querer el uno por el otro hasta que la mañana llegó.

Max se acercó a su cuello y dio un par de besos en él que la hicieron estremecerse y dar la vuelta para encararlo.

—Detente —apenas y rio con los ojos aun cerrados.

—¿Y qué tal si no? —la subió a su pecho y acarició su hombro seductoramente.

La piel de Alexandra se erizó con un solo roce de sus yemas y después bajó los brazos hasta su cintura, se enderezó sobre el colchón y ella quedó a horcajadas sobre sus muslos. La besó fugazmente en el mentón y luego fue a sus labios que lo recibieron con regocijo.

—¡Max! —ella rio suavemente como una niña y puso sus pequeñas manos sobre los anchos hombros masculinos para que él parara—. Aún no nos lavamos los dientes ni nos hemos bañado.

—Te pienso volver a ensuciar, hay tiempo para eso después —ignoró su petición.

—No, Max —volvió a reír gracias a que su barba le hacia cosquillas en la clavícula debido a que estaba besando su cuello—. Hay que bañarnos —refutó esta vez con más decisión.

—¿Juntos? —le lanzó una mirada que había aprendido a interpretar en el corto tiempo que llevaban teniendo relaciones.

—Uhm... —Se quedó pensando por unos instantes.

—Lo tomaré como un sí —Max se paró de la cama, la puso sobre su hombro haciéndola gritar y entró al baño con ella pataleando como niña.

Volvieron a hacer el amor en la regadera y luego se bañaron, Al terminar, se colocaron ropa limpia, Max tomó un desayuno muy ligero pues debía ir a entrenar y ya llevaba el tiempo encima, Alexandra se quedaría a esperarlo hasta que él regresara y le tendría una sorpresa lista para entonces que tenía desde hace tiempo en mente.

Cuando él se fue, se dirigió al cuarto de Max por su computadora e ingresó a un portal de videos para buscar una receta casera de pasta a la boloñesa. Su madre la solía cocinar a la perfección pero nunca le había pedido que le enseñara las indicaciones de esta y si la llamaba en esos momentos seguramente la cuestionaría hasta el cansancio acerca de por qué quería prepararla pues no era algo que se realizara como una comida común y corriente.

Aún era muy de mañana como para empezar a cocinar, dejó la página del video abierto y cerró la computadora portátil. Aunque el departamento fuera bonito y enorme, también podía ser algo aburrido cuando se estaba solo; Alexandra preparó café y salió por la recámara de Max para sentarse al aire libre en el balcón que daba a la vista de parte de la ciudad.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora