05. Culpabilidad y fin de una "amistad"

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El domingo por la mañana, el sentimiento de culpabilidad invadió por completo a Alexandra.

¿Desde cuándo se desinhibía con un hombre? ¿Cómo había aceptado la invitación de bailar y tomar algo con él? ¿Cómo era posible que se hubiese atrevido a subir al auto de Max y confiar en su buena voluntad? Y para colmo, ¿cómo había dejado que él le pusiera las manos encima y la besara en la mejilla?

Admitía que Maximilian le provocó sensaciones desconocidas y que le habían encantado. Sin embargo, ella no estaba en esa ciudad para divertirse de esa forma, sino que debía concentrarse en sus estudios y dar buenos resultados a su madre y su padrastro.

Unos golpes se escucharon en la puerta de la casa de Alexandra. Sorprendida, debido a que nadie la visitaba, se dirigió a ella y la abrió.

—¡Chicas!

Alexandra recibió al grupo de Ilsa efusivamente pero ellas entraron a su casa sin permiso alguno.

—¿Qué pasó con ustedes? Cuando regresé anoche a la mesa, se habían ido y no sabía qué hacer.

Todas permanecieron en silencio por unos segundos hasta que Ilsa habló.

—Y el futbolista ese te estrenó, ¿o no? —pronunció con brusquedad y con el ceño fruncido.

—¿De qué hablas? —Alexandra contestó a la defensiva y frunció ligeramente el ceño.

—Que si lo hiciste con el futbolista que te invitó a bailar anoche —retó Ilsa.

Alexandra trataba de asimilar lo que Ilsa cuestionaba, o presumía había hecho.

—No entiendo qué futbolista, Ilsa —defendió Alexandra.

—¡Max Meyer, tonta! El tipo ese que se acercó a ti anoche es un futbolista —espetó con furia la chica.

Max Meyer. Maximilian. Recordó que él no le había mencionado su apellido, solamente su primer nombre y de acuerdo a lo que Ilsa estaba diciendo, él era un futbolista. No habían tocado temas personales como para que él se lo mencionara, a excepción de cuando ella le preguntó si estudiaba y respondió que tenía otros intereses.

—¿Por qué no contestas, Alexandra? —volvió a retar Ilsa pero con voz más grave.

—¡Porque no ocurrió nada, Ilsa! Solamente bailamos y me trajo a casa porque ustedes se habían ido.

—¿Y sabes por qué nos fuimos? —preguntó con dureza y Alexandra solo negó moviendo la cabeza—. ¡Porque yo lo quería a él y aceptaste su invitación! ¡Lo dije! ¡Cuando digo que quiero a alguien es porque será para mí!

Esa era la razón por la cual la habían dejado sola en el club, pero Maximilian no había tocado el hombro de Ilsa ni por accidente, había sido el de ella. Él había ido directo con ella y no con Ilsa, además cómo se suponía que iba a adivinarlo.

—¡Yo no lo sabía, Ilsa! No escuché ni siquiera cuando lo dijiste, además, Maximilian se acercó a mí y no a ti. No tenías la garantía de que al rechazarlo fuera contigo.

La sala de la casa de Alexandra se silenció. Había herido el orgullo de Ilsa al decir que un hombre la había preferido a ella, lo cual era como una regla prohibida entre su grupo.

Ilsa dejó caer la palma de su mano sobre la mejilla derecha de Alexandra dejándola roja.

—Jamás volverá a pasar. Ayer fue el último día que estuviste con nosotras, traidora.

Las cinco chicas salieron de la casa de Alexandra azotando la puerta. ¿Qué de malo tenía lo que había hecho? Sólo había dicho la verdad, Maximilian, Max o como fuera que se llamara, la había preferido a ella y no veía nada de malo y menos cuando ella no sabía que él había llamado la atención de Ilsa.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora