21. La chica misteriosa de la gorra negra

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Una pileta de hojas de papel iba en aumento a un lado de Alexandra cada que terminaba de escribir una nueva página para su ensayo sobre la "Psicología moderna alrededor del mundo". Acomodó el montón de papeles y se levantó de la silla para sacar una botella de agua del refrigerador; en ese mismo instante, la puerta principal del departamento se abrió y Max entró con su mochila de entrenamiento sobre un hombro.

Alexandra se asomó al escuchar el ruido y sonrió al verlo.

—Hola, mi amor —lo besó en los labios—. ¿Cómo te fue?

—Bien pero estoy muy cansado —pasó su brazo por detrás de sus hombros.

—Cada uno a su manera —Alexandra torció los labios—, yo estoy cansada de leer y escribir.

Max alzó una ceja.

—Desde anoche estás trabajando en eso, ¿aún no terminas?

Desde que Alexandra había salido el viernes de la escuela, había arribado al departamento de Max y pasaron la noche juntos. Salieron a cenar, vieron una película y regresaron para hacer el amor en una ocasión, después ella había comenzado a trabajar en su ensayo y no había parado hasta muy entrada la madrugada. En la mañana que Max había despertado para ir al Veltins-Arena debido a que tenía partido, ella también lo había hecho y desde entonces se encontraba escribiendo.

—Terminaré pronto —aseguró.

—Bien, mientras tanto iré a dormir un poco —la besó en la mejilla y se dirigió a su cuarto.

Alexandra retomó su trabajo y escribió la conclusión del ensayo en donde debía dar un punto de vista que denotara su postura ante las nuevas representaciones de la psicología. Por última vez, revisó que el orden de su trabajo estuviera correcto y, al comprobar que lo estaba, lo colocó en una carpeta y lo guardó en su mochila. Suspiró profunda y pesadamente luego de sentirse liberada, ya tenía el resto del fin de semana para lo que ella deseara. Recogió los libros y cuadernos que había ocupado de la mesa e igual los colocó junto con el ensayo, fue a la cocina para tomar un pequeño paquete de galletas de avena y las degustó después de no haber probado nada en todo el día. Esperó a que el sabor permaneciera por unos minutos en su boca y después fue a lavarse los dientes, luego entró al cuarto de Max y lo vio dormido como un bebé en posición fetal y con su clásica gorra negra puesta, la retiró de su cabeza y la ajustó a su medida para ponérsela. Salió de la habitación para dejarlo dormir y regresó a la sala para ver un poco la televisión.

Poco más de dos horas después, Max despertó con el cabello alborotado y una marca de la almohada en su rostro, Alexandra rio al verlo y él la había callado con besos.

—¿En qué momento me quitaste la gorra? —la tenía sobre sus piernas mientras acariciaba su trasero.

—Estabas muerto —Alexandra rio—. Obviamente no sentiste cuando entré al cuarto.

—Me gusta cómo se te ve —Max formó una media sonrisa en su rostro.

—¿Vemos una película? Ya terminé mi tarea —propuso Alexandra.

Max asintió y la cargó hasta el cuarto. La puso sobre la cama y ella se acomodó doblando sus piernas sobre el colchón, Max se acostó y comenzó a buscar una película en Netflix desde la televisión.

—¡Medianoche en París! —dijo Alexandra exaltada al ver el título en la pantalla.

—Jamás la he visto.

—Es comedia romántica de Woody Allen —sonrió.

—Había olvidado que eres cinéfila —devolvió la sonrisa.

Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora