06. La chica del vestido blanco

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El timbre sonaba sin cesar en el departamento de Max. Se había resistido a si quiera abrir los ojos pero no pudo soportar más el fastidioso ruido por lo que, con pesadez, se sentó en la orilla de la cama y talló sus ojos.

Bostezó un par de veces y salió de su habitación para descubrir quién era el inepto que tocaba el timbre detrás de su puerta. Sin ver por la mirilla, abrió y se encontró con Leroy y Leon que pasaron al interior haciendo a Max a un lado.

—¿Fue una buena noche? —cuestionó Leroy al ver a Max en calzoncillos.

—¿Está en tu cuarto? —preguntó Leon en voz baja.

—¿En serio me despertaron para eso?

Max les dedico una mirada malhumorada y se tendió en el largo sofá blanco que había en su sala y cerró los ojos.

—Cuéntanos —exigió Leroy y le quitó el cojín que estaba utilizando como almohada.

Suspiró pesadamente y volvió a tallar sus ojos.

—No pasó nada y no está en mi cuarto. Ya pueden irse —contestó Max irritado.

—¡Vamos, Max! —Leon insistió.

—Al menos déjenme tomar un baño primero —los condicionó.

—Bien —Leroy aceptó.

Dejó a sus dos amigos en la sala y regresó a su cuarto. Tomó una toalla de un cajón y entró al baño. Abrió las llaves del agua para regular la temperatura, se quitó los boxers y se metió debajo de la regadera.

El nombre de Alexandra cruzó fugazmente su memoria. Aunque no hubiese pasado nada de lo que él había salido a buscar, tuvo un rato agradable con esa chica y realmente le había gustado. Mantuvo su distancia muy a pesar de que su mente pedía a gritos besarla al menos en los labios y no en la mejilla como lo había hecho.

Recordó que le había pedido su número de celular antes de marcharse. Bien podía citarla pronto e igual llegar a algo más con ella, se veía del tipo que caían con un par de palabras bonitas y una cena.

Cerró las llaves del agua, abrió la puerta de la regadera, tomó la toalla y secó su cuerpo con ella. Regresó a su cuarto y sacó un jersey del Barcelona y unos shorts de su armario. Salió del cuarto y regresó a donde sus amigos para encontrarse con que ambos habían decidido jugar videojuegos y tomar comida del refrigerador de Max.

—Por lo menos me hubieran preparado el desayuno —Max se quejó.

—Son casi las 3 pm, Max. No es desayuno —Leon se defendió.

—Como sea.

Max se dirigió a la cocina. Tomó un tazón y una caja de cereal de la alacena, sirvió el contenido y vertió leche, agarró una cuchara y regresó al sofá con sus amigos.

—¿Y bien? —preguntó Leroy.

—¿Qué? —Max se hizo el desentendido.

—¿Qué pasó con la chica del vestido blanco? —complementó Leon.

—Ya les dije que nada —afirmó.

—¿Nada? —Leroy alzó una ceja.

—Nada —confirmó Max.

—No te creo —dijo Leon.

—Yo tampoco —agregó Leroy.

—Bailamos un rato, tomamos una cerveza, la llevé a su casa y fue todo.

Max omitió los detalles de que sus amigas la habían abandonado, le había prestado su gabardina y la había besado como un niño de 5 años en la mejilla.

—¿Tienes su número? —preguntó Leroy con curiosidad.

—No —mintió Max con rapidez.

—Pero sabes dónde vive, podrías darme su dirección —Leroy sugirió.

—¿Serías capaz de ir a buscarla? —dijo Max incrédulo.

—Si tú no la aprovechaste, yo puedo hacerlo —rio.

—¿Por qué la llevaste a su casa? ¿Qué no iba con otras chicas? —cuestionó Leon con interés.

—La dejaron. Cuando volvimos a su mesa ya no había ninguna de ellas —dijo Max dejando a un lado el tazón de cereal vacío.

—Sigo diciendo que desperdiciaste una buena oportunidad, Max —Leroy seguía molestándolo.

—Me dijo que tenía 18, ¿qué tal si era menor de edad? Podía meterme en problemas.

Max rió para sus adentros. Nunca le había importado la edad de una chica que le gustaba, solamente lo decía para que Leroy dejara de preguntar por ella.

—Además, tú estabas muy entretenido con una chica, Leroy —Max recordó que lo había visto besarse con una rubia.

—No era nada del otro mundo. Me reconoció y fue ella la que me besó —admitió.

—¿Y tú Leon? —preguntó Max—. No estabas en la mesa cuando fui a avisarles que llevaría a la chica a su casa.

Leon comenzó a reír entre dientes.

—Sólo puedo decirles que no sabía en dónde estaba cuando desperté.

Los chicos siguieron conversando durante un rato más. Después ordenaron algo de comer y nuevamente jugaron videojuegos.

Tenían personalidades distintas pero los tres coincidían en que las chicas eran su debilidad.

Leroy siempre era demasiado inquieto y era quien solía empezar la fiesta en cualquier lugar. Leon era más reservado pero de igual manera, amigable y animado. Por último, estaba Max, quien tenía un carácter fuerte y dominante que lo ayudaban a obtener todo aquello que quería. No era del tipo de relaciones formales y tampoco un romántico cuando tenía a una mujer entre sus brazos, simplemente sabía qué estrategias usar para que ellas cayeran ante él.

Cuando sus amigos se fueron y quedó solo en su gran departamento, regresó a su habitación y se recostó en la cama. Su vista estaba pegada al techo y nuevamente Alexandra irrumpió en sus pensamientos. Si se cuestionaba a él mismo, sí se arrepentía de no haber aprovechado su oportunidad con ella, sin embargo, algo en su interior se lo impidió, algo en su interior le dijo que no debía hacerlo e hizo caso pero ahora sus ganas de tenerla habían vuelto y, en verdad, no descansaría hasta que eso pasara.

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¡Hoooola a todas!

Una disculpa por no haberles subido un capítulo peeeero... Tuve un problema personal y me fue imposible incluso llegar a mi casa el martes y el miércoles pero ya estoy aquí :D Espero que les guste esta parte pues aunque es algo corta va encaminada y es necesaria para el nudo.

Gracias por sus votos y comentarios. ¡Las quiero!



Pregúntame si te amo (Max Meyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora